El monstruoso engendro que ahora pretende devorar al pueblo de Argentina

“Es un engendro”, me comentan desde el otro lado de la Cordillera. Y no lo señalan en tono jocoso, sino con una mezcla de angustia e incertidumbre. Se trata de una caracterización especialmente rigurosa de Javier Gerardo Milei.

Al observar al sujeto de marras no puedo dejar de recordar que los conservadores y los extremistas de derecha de Chile decían que la propuesta de la Convención Constitucional era un “mamarracho”. Eran los mismos que a comienzos de julio ovacionaron al borde del éxtasis a Milei en una breve visita a Santiago: un individuo que es la encarnación misma y repugnante de un mamarracho, un adefesio grotesco, un esperpento vomitivo. Muy distante de la imagen atildada y pulcra del liderazgo político que, históricamente, ha sido del agrado del paladar derechista criollo.

El asunto no es de imagen o forma. Solo un imbécil pensaría que el problema de Milei es su peinado. Es un problema de contenido. Porque representa una amenaza para la vida del pueblo argentino. Por eso más bien es un engendro, una especie de demonio engendrado en el averno y que Satanás defecó en el territorio trasandino para así someter a renovados martirios a los mortales.

Este contenido de fondo permite explicar la devoción de conspicuas personas conservadoras y ultraconservadoras de inspiración católica o evangélica por un engendro que se ufana en los medios de practicar sexo grupal y hacer clases de sexo tántrico. O que propone otorgar legitimidad a la venta de niños o al comercio de órganos humanos. O que insulta al propio Papa Francisco, al que tachó como “representante del Maligno”.

Lo que les importa es que se trata de un sujeto de extrema derecha, que se presenta como “liberal libertario”, en el sentido de liberar sin limitaciones el afán de lucro y riqueza de la casta empresarial de siempre, poniendo término a las molestas restricciones de las políticas sociales, de protección social y redistribución de la riqueza. He aquí un engendro al servicio de Mammon, el demonio de la avaricia en la Biblia.

Lo que les importa es que se trata de un mentiroso hábil y violento hasta la náusea para defender sus falsedades, como presentarse como “libertario” y sostener planteamientos conservadores o ultraconservadores, como su rotunda oposición a los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres (incluyendo el aborto por causal de violación) y, en general, a las políticas de género; su rechazo a la educación sexual integral (ESI) en las escuelas; ​ su respaldo a la libre portación de armas; su negación acientífica de la existencia del calentamiento global; y su apoyo a la teoría de la conspiración de la ultraderecha mundial que habla de un imaginario “marxismo cultural”, que en su delirio sería el real origen del feminismo, el ecologismo, las políticas multiculturales y de la diversidad.​

Les fascina porque en los medios de comunicación vomita, en medio de insultos y lenguaje soez, las mentiras que les agrada escuchar: como que su enemigo es “la plaga socialista que azota a Argentina por más de 100 años”, falsedad que solo un estúpido, un ignorante o un malintencionado como este  engendro Milei puede proferir (es demasiado evidente que en los últimos 100 años de la historia argentina la mayor parte del tiempo no han existido gobiernos socialistas o siquiera progresistas) o que sus competidores son los “zurdos de mierda” (como si Sergio Massa, el candidato de Unión por la Patria, fuera “zurdo” en sus convicciones políticas y económicas).

Sin duda, una de las mentiras preferidas de la elite es su aseveración de que los impuestos son un freno al desarrollo, un invento socialista, y que las políticas de justicia social son “una aberración”, ocultando el infeliz que la casi totalidad de los países considerados desarrollados tienen modelos de Estado Social y, por consiguiente, una carga tributaria progresiva que permite garantizar derechos sociales como base de una política redistributiva. De paso, le miente a la población, porque omite que los únicos impuestos que quiere eliminar o bien disminuir son aquellos que afectan a la casta económica, a los poderosos de siempre, a los dueños del mercado argentino.

¿Cómo no les va a causar excitación escuchar que podrían abrirse nuevas oportunidades de negocios con propuestas de Milei como implantar el sistema de voucher en la educación, como ocurrió en el Chile neoliberal, con resultados que por aquí bien conocemos: crisis de la educación pública, privatización del sistema, profundización de la segregación social y caída general de la calidad de la educación?

¿Cómo no le va a agradar a la elite el discurso de un engendro que plantea un programa económico copiado de las ideas de José Alfredo Martínez de Hoz, Ministro de Economía de la tiranía entre 1976 y 1981? Es evidente que les causa un enorme regocijo escucharlo, sin vergüenza, reivindicar al Gobierno de Carlos Menem, el período presidencial entre 1989 y 1999 que estuvo marcado por la locura privatizadora del neoliberalismo y por la corrupción hasta fundir el país. Para Milei, Menem​ fue el “mejor Presidente de la historia”.

A propósito del fenómeno del peronismo, es bien interesante el odio contra el justicialismo argentino que Milei capitaliza y le genera simpatías al interior de Chile. No hay dudas que el Movimiento Nacional y Popular que el General Juan Domingo Perón generó en el país vecino, dio origen a una corriente que construyó las bases del Estado moderno e inclusivo en Argentina, adoptando decisiones de envergadura histórica para el progreso nacional como el establecimiento de la gratuidad universitaria a través del Decreto Presidencial Nº 29.337 del 22 de noviembre de 1949.

Sin embargo, nadie puede tampoco dudar que el peronismo es un movimiento diverso y amplio, y en modo alguno puede caracterizarse como una fuerza socialista, marxista o de izquierda. ¿Qué provoca entonces tanto odio a los antiperonistas? Pues lo que aborrecen es aquello a lo que apunta Milei: su problema es con la idea de la justicia social, porque desean una sociedad de privilegios.

Ello puede explicar, a lo menos en parte, los fundamentos del respaldo que obtiene este engendro asqueroso, que dice comunicarse a través de una médium con su perro muerto Conan y que adopta decisiones relevantes mediante esas comunicaciones; can que clonó en otros cinco animales, una parte de los cuales nombró como sus economistas más predilectos (Murray, Milton, Robert y Lucas) y que son los integrantes de su “gabinete”. Es una de las sorprendentes revelaciones del libro “El Loco, la vida desconocida de Javier Milei y su irrupción en la política argentina”, escrito por el periodista Juan Luis González. Lo que define a Milei, sin embargo, no es su eventual locura: es un sirviente de la casta económica de poderosos de siempre, que aún no están saciados de riqueza y que no dudarían en otorgar legitimidad al uso de la violencia para consumar sus propósitos. Eso es lo que, en la dinámica de la historia, ha definido al fascismo realmente existente.

¿Pudiera sorprender, entonces, que el mismo engendro que vociferaba contra la “casta política” anunciara que en su imaginario gobierno llamaría a Mauricio Macri, predilecto de la casta de derecha económica trasandina, a ocupar un “supercargo”?

Por eso, no puede sorprender constatar que en el currículum de Milei aparezca su desempeño como asesor de un exgeneral y exgobernador de facto de Tucumán en el “Operativo Independencia”, uno de los hechos de represión más recordados de la historia reciente argentina. Era Antonio Domingo Bussi y fue condenado por delitos de lesa humanidad. O que la principal cómplice de sus aventuras políticas sea Victoria Villarruel, abogada, presidenta y fundadora de la asociación autodenominada “Centro de Estudios Legales sobre el Terrorismo y sus Víctimas (CELTYV)”, dedicada al negacionismo del Terrorismo de Estado y a la defensa de genocidas, hija ​del teniente coronel retirado Eduardo Villarruel​, un militar que participó también del mencionado Operativo Independencia.

No hay duda alguna. Es un engendro al acecho del pueblo argentino.

Es una amenaza para los pueblos de Nuestra América.

Por Víctor Osorio.

Santiago, 6 de septiembre 2023.

Crónica Digital.

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