Vie Dic 16 , 2022
Por Sergio Rodríguez Gelfenstein* La clase política peruana ha sido desde siempre poseedora de una intrínseca doblez que la caracteriza y la modela. La traición está en sus genes desde tiempos inmemoriales. Ya en la época de la conquista y la colonia se comenzó a verificar la felonía que aún hoy es parte de su cotidianidad. Francisco de Pizarro, el que traicionó a Atahualpa, a su vez fue burlado por su secuaz Diego de Almagro, el padre, cuyo vástago del mismo nombre, fue vendido gde la misma manera por Cristóbal Vaca de Castro en 1541. Gonzalo Pizarro, hermano de Francisco llegó incluso a rebelarse contra la corona española que lo cobijaba, desarrollando una guerra de 4 años contra sus monarcas. A comienzos del siglo XIX, tras el desembarco del General José de San Martín en el sur del país en septiembre de 1820, el jefe español, general José de la Serna traicionó al virrey Joaquín de la Pezuela derrocándolo y auto designándose virrey del Perú. El propio San Martín fue intrigado por la clase política limeña que llegó incluso a cometer el abominable asesinato de su lugarteniente Bernardo de Monteagudo. Tras la retirada de San Martín ante la imposibilidad de concretar la independencia de la provincia por la pérdida del apoyo de los gobiernos que lo sustentaban, en el año 1823, ante las continuas derrotas militares del ejército peruano, un gobierno y un Congreso totalmente desprestigiados por su incapacidad de dar continuidad a las luchas a favor de la independencia, se vieron obligados a llamar a Simón Bolívar para que asumiera la conducción de la guerra. Antes, el ejército se movilizó para derrocar al gobierno en lo que es considerado como el primer golpe de Estado de la historia de ese país. Durante el denominado “Motín de Balconcillo” fue impuesto como nuevo jefe de Estado el coronel José de la Riva Agüero, lo cual no fue aceptado por un sector de la élite que nombró como presidente al marqués de Torre Tagle. La existencia de dos gobiernos en el país sembrarían las raíces de una inestabilidad política que ha persistido a lo largo de la historia. Riva Agüero se retiró a la ciudad de Trujillo al norte del país donde instaló su gobierno, pero una vez más fue traicionado por sus oficiales. Sólo la llegada de Bolívar al país en septiembre de 1823 y la autorización del Congreso para que gobernara por decreto, pudieron dar la estabilidad mínima necesaria para permitir la organización de las batallas finales en pro de la independencia. La emancipación definitiva del Perú y de toda América del Sur se concretó en la Batalla de Ayacucho en diciembre de 1824 pero, como dijo el ex presidente Alan García en el video de una conferencia impartida en 2003 a jóvenes militantes de su partido APRA y que ha comenzado a circular por estos días, en Ayacucho el ejército español estaba compuesto en su mayoría por peruanos, mientras que el patriota estaba constituido por soldados rioplatenses, chilenos, colombianos, […]