Con un sólido respaldo del presidente George W. Bush, el funcionario estimó la víspera que nadie es indispensable pero desestimó las críticas de varios generales en retiro y fue enfático: «No renunciaré», dijo.
El ministro posee una larga historia de vínculos con el poder en Washington, pese a acusaciones de ejercer su cargo a través de la intimidación.
Algunos analistas estiman que «Don», como cariñosamente le dice el presidente Bush, es el poder detrás del trono en Estados Unidos. «El presidente sabe, como yo, que no hay hombres indispensables», sostuvo Rumsfeld.
La avalancha sobre el funcionario creció desde que en 2004 fue objeto de serias acusaciones por su presunta culpabilidad en los abusos en la prisión de Abu Ghraib en Iraq.
Pese al daño que según expertos políticos le hace a Bush en su segundo mandato y a los republicanos en su aspiración a mantener la mayoría en el Congreso, el funcionario no parece dispuesto a dejar el gobierno.
Tal posición es avalada por Bush. «Tengo una fuerte confianza en Don Rumsfeld», aseguró la víspera.
El problema se agrió más el martes cuando el senador demócrata Richard Durbin pidió que el secretario de Defensa sea sometido a un voto de confianza simbólico del Senado.
La víspera el funcionario continúo su trabajo y en declaraciones a los medios solicitó una modernización urgente del Ejército estadounidense.
Mientras, se mantiene sin respuesta el pedido de la organización no gubernamental Human Rights Watch (HRW) de nombrar un fiscal especial para investigarlo.
El grupo sugiere iniciar una indagación judicial por su presunta responsabilidad penal en torturas de detenidos en la prisión militar norteamericana de Guantánamo, Cuba.
El caso Rumsfeld continúa llenando espacios en informativos de la televisión estadounidense y la prensa plana, mientras Bush sostiene que su posición es definitiva: «No hay destitución».
Washington, 19 abril 2006
Prensa Latina , 0, 105, 2