El papel de la mujer en la sociedad es una construcción histórica marcada por la sumisión impuesta que, hasta hoy, trae expuestas las marcas de las cadenas que la mantuvo en cautiverio durante siglos y, a pesar de estar en pleno siglo XXI, donde la liberación femenina es proclamada a gritos y la igualdad de derechos es un hecho consumado (al menos en el papel), vivimos aún en las prisiones sicológicas a las que fuimos condenadas durante siglos de obediencia servil.
Convivir con la libertad es algo relativamente nuevo para las mujeres. Sin embargo, ¿hasta qué punto somos realmente libres y, hasta qué punto sabemos y nos es permitido tomar posesión de la libertad conquistada? Muchos son los discursos que abordan esa llamada libertad femenina pero, será que de hecho existe en la práctica? Será que en su día a día la mujer tiene espacio para ejercer su libertad sin ser menospreciada o adjetivada negativamente ( ¡sinceramente, creo que no!).
Ser libre, presupone tener derecho a hacer su propia elección, tener derecho al libre arbitrio para tomar sus decisiones sin sufrir presiones de cualquier especie y sin ser juzgada por sus opinioes, sean ellas cuales fueran.
Sin embargo y apesar que la mujer haya conquistado, a través de muchas luchas, un espacio significativo em la sociedad, muchas veces, la misma parece aún no haberse empoderado de dicha conquista, pues el miedo del enjuiciamiento todavía domina a las mujeres en muchos aspectos y, consecuentemente dejan de ejercer sus derechos plenamente por recelo al juicio social, puesto que la forma em que, somos vistas y tratadas por la sociedad aún influye muchos de nuestros comportamientos y actitudes.
Liberarse de las amarras sicológicas enraizadas en lo más profundo de nuestro ser debiera ser nuestro principal objetivo toda vez que, al librarnos de esas amarras estaremos asumiendo nuestra libertad con total propiedad, sin recelos de juzgamientos de una sociedad aún machista y opresora.
Vivir para la igualdad y la libertad todavía es un ejercicio practicado diariamente por nosotras, mujeres, que buscamos afirmarnos como seres humanos independientes y capaces que saben lo que quieren, cómo quieren, dónde quieren y por qué quieren sin intermediaciones ni opresiones sociales.
El cuerpo ¿es mio o suyo?
Culturalmente el cuerpo femenino siempre fue tratado como algo sagrado o profano. Una dualidad que persiste hasta hoy. El cuerpo femenino como espacio sagrado es visto como algo intocado, que no debe ser modificado ni maculado de ninguna manera. Que debe, eso si, ser cuidado y mantenido em la forma padronizada que la sociedad espera.
Visto desde esa concepción arcaica s símbolo de pureza y santidad un espacio que no pertence de hecho a la mujer y, así siendo, no debe servir a sus deseos, sus necesidades y sus voluntades, per si atender a los deseos y las voluntades de otros.
El cuerpo de la mujer, em esa percepción deja de ser suyo para ser público. Público em el sentido que la sociedad se juzga tener derecho a opinar sobre que es correcto o errado, sobre lo que la mujer puede o no hacer con el, sobre cómo usarlo y cómo mostrarlo. Em la santidad impuesta al cuerpo femenino la mujer pasa a ser rehén condenada a vivir encarcelada em ese espacio santificado por otros.
El cuerpo femenino se torna profano em el momento en que la mujer decide tomar posesión de ese espacio que es suyo, tornandolo asi representante de sus voluntades, sus deseos, sus necesidades. Lo profano significa expresar su voluntad y opinión través de algo que no es suyo. Algo que no es suyo. Afirmo esto como provocación, ya que el cuerpo femenino aún hoy es visto por muchos como un objeto.
Profanar ese territorio sagrado significa usar la ropa que queremos, es hacerse tatuajes en territorio santo, es decidir no tener hijos, es tener prácticas sexuales consideradas no convencionales, es querer decidir qué hacer, cómo hacer y cuándo hacer con nuestro cuerpo. Porque aún estando en pleno siglo XXI, la sociedad todavía ve el cuerpo de la mujer como un “espacio público” donde todos se sienten con el derecho a opinar, menos la mujer, donde el cuerpo femenino aún es tratado como una especie de tabu.
Incluso con la emancipación femenina y todas las discusiones sobre el tema, el imaginario de las personas todavía está infectado con las creencias arcaicas que fueron arraigadas em el seno de la sociedad durante siglos y luchar contra tales creencias y valores no es una tarea fácil, pues percibimos en la cotidianeidad femenina donde la mujer intenta constantemente empoderarse de lo que es suyo por derecho, su cuerpo, sufriendo constantes represalias aunque de forma discreta, disfrazada por discursos hipócritas.
En plena contemporaneidad el cuerpo femenino aún es un espacio de represión, deseando mantenernos rehenes de sus valores y creencias passadas de moda. Mujeres, ¡no podemos callar! Al final, ¿el cuerpo es mio o suyo?
Por Rosemeire Cerqueira
Letróloga, licenciada en Letras por la Universidad del Estado de Bahia (UNEB), Especialista en Metodología de la Educación por el Centro Universitario Internacional ( UNINTER)
Santiago de Chile, 9 de julio 2015
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