Lo que ahora ocurre es que Lugo, se ha colocado del lado opuesto de la barricada donde, con honrosas excepciones, estuvo siempre la jerarquía eclesiástica latinoamericana.
El pecado de Lugo no es hacer política, sino asumirla como un apostolado, considerarla continuidad de su obra misionera y desmarcarse del enfoque de la Doctrina Social de la Iglesia que reconoce la dignidad de los pobres, demanda respeto para ellos, aunque no se empeña en suprimir la pobreza, para lo que, además de orar es preciso actuar.
Los opresores y los oligarcas olvidan fácil e incluso borran de su mala memoria aquello que no les conviene. Siglos antes de que Camilo Torres se uniera a la guerrilla y, previo a que debutara la Teología de la Liberación, los papas gobernaron Europa, fraguaron y ejecutaron las Cruzadas, emitieron las Bulas que auspiciaron la conquista de América y mediante el Tratado de Tordesillas repartieron el mundo.
Hombres de la Iglesia, fueron los cardenales Richelieu y Mazarino, artífices de la monarquía absoluta francesa, consejeros de los reyes Luis XIII y XIV, promotores del colonialismo frances sobre Canadá y las Antillas. Primer Ministro de Francia y poder real detrás de Luis XIV, Mazarino, además de multimillonario, amante de los placeres de la carne, del vino y la buena mesa, jugador empedernido fue el político más ambicioso y de los más reaccionarios de su tiempo.
Lo nuevo en América Latina es que las vanguardias se percataron de los recursos del sistema, bajaron el perfil de la crítica abstracta y aprendieron a utilizar sus resortes electorales y han convertido las elecciones, tradicional comodín mediante el que las elites gobernantes se alternaban en el poder, en instrumento de las luchas populares.
Así ocurrió recientemente en varios países, ocurre hoy en Paraguay y se anuncia en Guatemala donde Rigoberta Menchú ha dado la señal para la arrancada de la embestida popular que pudiera pasar por las urnas a una de las más retrogradas y corruptas y criminales oligarquías latinoamericanas.
De ese modo se acentúa la tendencia a superar uno de los defectos de la izquierda latinoamericana que tradicionalmente se comportó como si viniera de afuera, encajando la principal acusación que se hizo siempre a los socialistas y comunistas, excluidos y maldecidos porque, según se decía, obedecían a una ideología exótica y atea.
La acusación es gratuita. En América Latina no existe ninguna ideología y ningún pensamiento realmente endógeno. No sólo el socialismo, sino también el liberalismo y el conservadurismo, la masonería, las religiones y las teorías acerca del Estado y el Derecho, lo mismo que el bonapartismo y el fascismo son europeos.
Finalmente parece que la democracia se impondrá en América Latina aunque, como suele ocurrir, en la medida en que no sirva de instrumento a la oligarquía y el imperio, las elecciones perderán muchos de los encantos que las clases dominantes les atribuyeron.
A la mayoría de edad de los líderes latinoamericanos no oligárquicos y no liberales, y a su capacidad para calibrar de la táctica de la lucha política, ajustándola a las corrientes globales y sobre todo a las circunstancias de cada país, contribuye poderosamente el retroceso político de Estados Unidos a quien la correlación de fuerzas no favorece.
Dígase lo que se diga, a pesar de que ya no existe la Unión Soviética y que posee más armas y más dinero que nunca antes, el imperio americano tiene menos autoridad e influencia que 50 años atrás.
No se trata en Paraguay, el país más aislado y olvidado de América Latina o en Guatemala, un feudo oligárquico, caricatura de república, de plantearse de donde vienen Lugo o la Menchú, sino de acompañarlos hacía donde van.
La india Rigoberta, magnifica en su dignidad ancestral y el obispo, educado en una fe que no necesita de sotanas ni abalorios, acaban de integrarse a la riada que fecunda más de lo que arrasa y que compuesta por revolucionarios y militares patriotas, políticos de izquierda, líderes obreros, curas, obispos, indígenas, obreros y campesinos, hombres y mujeres progresistas de todas las clases, capas y credos, se suman y se integran formando una fuerza formidable.
Por Jorge Gómez Barata (Visiones Alternativas)
Santiago de Chile, 15 de Febrero 2007
Crónica Digital , 0, 49, 11