En este escenario y entendiendo a la política como un servicio hacia la comunidad, además de ser instrumento para el progreso y la equidad como refuerzos para una democracia integra y justa que se merece toda sociedad moderna y en desarrollo, se observan algunos signos de preocupación por el rol que está jugando el progresismo político situado en la izquierda tradicional que tiene buena historia y dolorosa memoria.
En efecto, diversos estudios y la observación atenta a variados acontecimientos que perfilan el Chile de hoy, dan cuenta de que exceptuando la efervescencia sindical que se moviliza por salarios y leyes justas, no se divisan otras manifestaciones de envergadura social, menos aún movilizaciones de otros sectores castigados por el modelo económico neoliberal que parece inundarlo todo.
El país hoy goza de buena salud en los ambientes económicos internacionales, como consecuencia de buenos índices en los indicadores exportadores y, sobre todo, por el alto precio del cobre que hace registrar excelentes saldos favorables en la balanza de pagos y corrección monetaria.
No así en el tema inflación que está disparada hasta fines de año a lo menos y la intolerable inequidad que remece conciencias, pero que no logra las correcciones mínimas que piden desde la izquierda, pasando por el centro concertacionista y la propia Conferencia Episcopal de Chile.
La ciudadanía está cansada, agobiada por deudas y sueldos miserables, molesta por los hechos reiterados de corrupción, indignada por la odisea diaria del traumático Transantiago. Y, hoy impactada por hechos de violencia como el asesinato de un carabinero y enfurecida por la muerte de los 9 niños en la casa tiempo de crecer del Sename en Puerto Montt. Estos adolescentes son las víctimas del injusto modelo como lo señala UNICEF y el senador Escalona desde Barcelona.
Pero nuestra clase política está distante de estos problemas y dolores como se puede observar cada vez que se debe discutir y aprobar una Ley en el Parlamento.
Existe en ese recinto una indolencia y no querer ver el país real, salvo cuando se acercan las elecciones y todos corren a visitar sus terrenos en busca de los codiciados votos para la reelección. Después se vuelve a lo mismo; olvido, tramitaciones e indolencia.
A nivel gubernamental la situación no es tan distinta. Cada vez que se desata una crisis social se crea una Comisión. Se repiten los mismos nombres de siempre, una y otra vez se repiten el plato personajes que pululan desde hace años entre las redes del poder estatal y los pasillos de grandes empresas y transnacionales. Como lo hace por estos días el Ministro de Hacienda desde Washington o, el ex ministro y nuevo director de la colapsada Empresa de Ferrocarriles del Estado.
Nadie duda de las buenas intenciones de la Presidenta Bachelet por sacar adelante al país y dar cumplimiento al Programa que la llevó al triunfo en segunda vuelta con los votos de la izquierda y el progresismo. Pero se actúa ante hechos consumados, se percibe una agenda pendular según las circunstancias y sólo el Ejército y el alto empresariado tienen el privilegio de ser atendidos rápida y eficientemente.
La pregunta obvia es ¿esto es gobernar para y desde la ciudadanía? Nos parece que no!
Entonces, es mayor aún la responsabilidad política de la izquierda.
Se hace urgente delinear un claro cronograma de acción. Mirar al país como un todo y abrir de par en par las puertas del entendimiento unitario para ofrecer a Chile no más discursos sino puntos concretos de acción como fue la jornada del 29 de agosto convocada por la CUT.
De lo contrario, aumentará la decepción, el acostumbramiento y el nulo interés por trabajar por genuinos candidatos representativos de la gente común y corriente.
Chile requiere una izquierda unida de verdad, con visión de país y que demuestre, más allá de los discursos, sensibilidad hacia los sectores más pobres y postergados.
La izquierda chilena debe levantar propuestas y dar respuestas a los temas de país. No podemos seguir contestando desde la coyuntura, debemos estar con la gente, organizándola y acompañándola en sus luchas. La gente exige compromisos y señales claras a líderes de esta izquierda que no se pone de acuerdo.
La izquierda debe sumar esfuerzos no para analizar el actual modelo económico neoliberal, -como lo ha hecho desde muchos años- sino para aunar voluntades con entereza y responsabilidad para cambiar el actual estado de cosas. Así, sin duda, crecerán los sectores representantes de la izquierda y el progresismo en todas las esferas de la sociedad, si quieren jugar en primera división o seguir disputando el primer lugar en los potreros.
Por Iván Gutiérrez Lozano
Santiago de Chile, 24 de octubre 2007
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