Entre el 12 y el 16 de mayo, tuvo lugar en el país la llamada Semana de la Educación Artística (SEA), organizada por la UNESCO con apoyo de la Unión Nacional de Artistas (UNA) y la Asociación Nacional de Directores de Escuelas Artísticas (ANDEA), entre otras entidades. Bajo el lema “el arte mueve la educación”, la iniciativa patrocinada por el organismo multilateral busca, precisamente, promover el papel de la creación en el proceso de aprendizaje.
Como señala el propio Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, “lo interesante y único de las artes en el currículum es que además de ser un área de conocimientos en sí, son un vehículo de desarrollo de habilidades diversas que no las ofrecen otras disciplinas de manera integrada” (informaria.com, 12 de mayo).
En el mismo sentido se había manifestado ya el año pasado la directora general de la UNESCO, Irina Bokova, quien al subrayar que “la educación artística es un motor de innovación para las sociedades”, advirtió que la cultura “no es sólo un pasatiempo para las élites” y que “hoy el desafío consiste en mejorar la calidad de la enseñanza” (unesco.org, 10 de abril de 2013).
En efecto, el fomento a la creatividad debería estar al centro del quehacer pedagógico, tanto porque es, por sí mismo, un modo de asimilación y cognición, como porque entraña generación de conocimiento.
Sin embargo, el papel que la institucionalidad educativa ha dado en Chile a las disciplinas artísticas, por una parte, es accesorio, y, por otra, ha sufrido históricamente una reducción sustantiva de las horas de clase destinadas a su desarrollo en las aulas. Hace tres años, la entonces jefa curricular del MINEDUC, Loreto Fontaine, confirmó que la autoridad de la época había adoptado tal medida. “Hay un decreto que modifica el plan de estudios de quinto a octavo (nivel básico), modifica las horas de educación artística de séptimo y octavo: baja de cuatro a tres como mínimo” (cooperativa.cl, 25 de noviembre de 2011).
Es la tradición efectista que se ha impuesto en el país, y que pretende mejorar los resultados académicos por secretaría, la que ha supuesto que progresar en Matemáticas, Lenguaje o Ciencias debe hacerse a costa de incrementar unas horas pedagógicas y reducir otras.
Es un error de proporciones que las nuevas autoridades deben corregir, tanto a favor de la calidad de la educación y de un concepto integrador del aprendizaje, como para enfrentar el insostenible paradigma en virtud del cual el conocimiento no sería más que acumulación. Recordemos que dicho prejuicio fue el que usó el Ejecutivo, en 1997, para justificar la doble jornada escolar, desde cuya implementación Chile ha caído estrepitosamente en todos los indicadores nacionales e internacionales de enseñanza.
Por Academia Libre
Santiago de Chile, 19 de mayo 2014
Crónica Digital