La ocupación del espacio público. Esa es la imagen más potente desde el año 2006 a la fecha. En el silencio de los papeleos, de las cifras, los soldados de élite, los “expertos” del business, intentan intervenir en esta “ópera prima” del movimiento social.
Es curioso como los técnicos, esos chicos y chicas perspicaces procedentes de diversos estratos sociales, con un buen rendimiento universitario, comienzan un Magister, les dan sus horitas de ayudantía; luego obtienen algún “pituto” para las clases boleteadas en la universidad perico los palotes, continuando por supuesto su doctorado. Con un poco de suerte y las consabidas redes, obtienen alguna titularidad en cualquiera de las instituciones del CRUCH o aterrizan en alguna academia o centro de estudios ABC1. Mantienen eso sí, horitas en la denostada perico los palotes, gracias al esfuerzo de un ayudante que prepara sus clases con el manual de corta-palos.
Llama la atención escuchar, leer a tales interlocutores, cuando se les entrega la posibilidad de planificar políticas públicas, cuando cuestionan con autoridad de silabario, las prácticas de enseñanza, las culturas, los empeños. Echándose al bolsillo los años de experiencia frente a una sala de clases. Lo hacen desde un ejercicio de plagio permanente, lo hacen desde la bitácora de una planilla Excel, lo hacen desde su función de tecnócratas, cuya labor no es otra que interpretar los intereses de los tutores del modelo.
¿Quién cuestiona a los evaluadores? ¿Quién interroga las formas de producir conocimiento? ¿Quién le dice al funcionario… burócrata? ¿Dónde está la crítica emancipada, sin mediación de instituciones, credos y comisarios?
Son diez años en los que se ha venido gestando una corriente de opinión, sobre la necesidad de cambiar el rumbo de la estructura educacional, en el trayecto, han quedado en tela de juicio nuestras categorías culturales.
Tanto así que los involucrados directamente en el proceso de enseñanza-aprendizaje, tienen el deber ético no solo de hacerse escuchar, sino de imaginar su propio proyecto educativo, sus relaciones de poder al interior de la sala de clases, sus contenidos, sus maneras de evaluarlos y las sanciones para aquellos que atenten contra ese espíritu en construcción, dejar el asunto en manos de oficinistas, sería un error inexcusable tanto del gobierno, como del propio movimiento social.
Los inconvenientes educativos, han desembocado en una crisis cultural, donde la lectura como otras manifestaciones de formación ciudadana, se han visto afectadas, la necesidad de un Ministerio de Cultura, pareciera ser una opción correcta. Sin embargo, cuando en las bases ideológicas del proyecto, se recurre al concepto de “industria creativa”; los creadores tienen todo el derecho a debatir sus efectos, porque aceptar esa categoría economicista, donde el énfasis está puesto en el “talento individual” y los procesos de producción cultural a escala masiva, es someterse al gustito anglosajón y colonizado de algunos de los cerebros del programa cultural de La Nueva Mayoría, vástagos del concubinato entre academia y empresa, cuyo domicilio ideológico es una media agua en el muro rezagado de la “tercera vía”.
Vengo de una lectura en la toma de la UTEM… en un racconto involuntario, me encuentro en un intento de ocupación en el viejo Liceo de Hombres de Talca, allá por 1985 -con sorpresa- me descubro en la huelga de los profesores de mediados de los 90 contra la reforma de Frei. Donde desde el Colegio de Profesores se advirtió sobre el darwinismo social que implicaba, además de la segregación social, cultural y económica a largo plazo. Pero no teníamos velas en ese entierro. Avanzó o retrocedo hasta el 2006 acompañando a los estudiantes del Colegio Latinoamericano. En mi retina, está el golpe visual de perder la vista, entre miles de rostros cargados de rabia y esperanza.
Desde ese año, la dirección, producción y edición de este laaargooometraje, pertenece al mundo social, se trata de una elaboración cultural colectiva, donde el lucro, pasa a segundo plano, lo importante son los actores en sí mismos, lo relevante es el proceso, el mundo de la cultura necesita meditar mucho más este fenómeno, es una oportunidad para cuestionar los paradigmas vigentes, el ministerio es necesario, pero no como una extensión u oficina de partes, para las iniciativas privadas, falta profundizar en los espacios de producción cultural, en los discursos de poder involucrados y en el impacto de esos mismos en una ciudadanía, carente de elementos de reflexión más compleja.
Bueno, la película continúa, los invito a cine en su casa.
Omar Cid Crónica Digital
Santiago 4 de junio 2015