A más de 50 años de la muerte del sacerdote-guerrillero Camilo Torres, el paradero de su cadáver continúa hoy siendo un misterio tras infortunadas pesquisas desarrolladas por científicos colombianos para conseguir algún rastro.
El Fiscal General, Jorge Fernando Perdomo, admitió que esa institución sigue sin pistas sobre los despojos, reclamados por su familia durante décadas.
Según el experto, los restos exhumados el pasado 25 de enero en el cementerio municipal de Bucaramanga, capital de Santander, no son los del cura -pionero de la Teología de la Liberación-, quien militó en el insurgente Ejército de Liberación Nacional (ELN), precisó la revista Semana.
Luego de realizar varios cotejos de ADN cuya exactitud fue del 99.99 por ciento, los peritos determinaron que dichos fragmentos óseos pertenecen a Mario Belarmino, nombre que aparecía en la lápida del camposanto, añadió Perdomo, a cargo del ente investigador desde la salida de Eduardo Montealegre y hasta la designación del próximo titular.
Las autoridades continuarán la averiguación con la ayuda de familiares y el estudio de fuentes históricas, comentó el especialista, quien no descartó la posibilidad de que Torres fuera inhumado en esa misma necrópolis de Santander, departamento donde falleció, pero en otra bóveda todavía sin localizar, reseñó el semanario.
El también sociólogo resultó abatido el 15 de febrero de 1966 en el corregimiento de Patio Cemento durante un combate entre el ELN y tropas castrenses.
Compré con mis fondos, sin factura, una urna funeraria y lo enterré en el sitio más inimaginable del mundo, no quería que el cadáver de Camilo fuera convertido en una bandera política, confesó el general retirado Álvaro Valencia, quien comandó la emboscada en la que murió el religioso.
Por orden del presidente Juan Manuel Santos, estudiosos del Instituto de Medicina Legal y otros organismos iniciaron indagaciones para ubicar el cadáver.
Busquemos dónde están los restos de Camilo Torres (1929-1966), pidió el mandatario luego de afirmar que tal iniciativa podría constituir un gesto simbólico en el camino hacia el diálogo (con la insurgencia) y la paz.
El anuncio de Santos fue acogido con beneplácito por sectores eclesiásticos para los cuales tales labores de localización y reconocimiento son un paso importante rumbo a la reconciliación entre los colombianos.
