“Cosa libre es la fe y no se puede obligar a nadie”. Esta fue la categórica aseveración de Martín Lutero, cuya obra dio origen a la Reforma Protestante, que este año cumple 500 años y que en Chile se conmemora en el contexto general del Día Nacional de las Iglesias Protestantes y Evangélicas, establecido el 2008 como feriado por la Presidenta Michelle Bachelet.
Lutero profundizó en su idea de que la adhesión a una forma de fe religiosa es libre y no debe mediar la intervención del Estado, precisando que “si la potencia terrena (es decir, el poder estatal) se atreve a dar leyes (religiosas) a las almas, usurpa la potestad de Dios y sólo puede inducir a error y a corromper las almas” (1).
Los planteamientos de Lutero forman parte de las bases fundacionales de los Estados democráticos modernos, republicanos y laicos, en que existe libertad de conciencia y el aparato estatal es neutral en materia religiosa. No hay duda que su pensamiento fue el resultado de su controversia con la Iglesia Católica, que en la sociedad feudal estaba fundida con el poder monárquico e imponía su cosmovisión religiosa al conjunto de la sociedad a través de su control del aparato estatal.
En ese sentido, el proceso de colonización ideológica de la derecha conservadora de una parte de las Iglesias Evangélicas constituye un atentado contra la identidad fundacional de las entidades eclesiásticas que devinieron de la Reforma Protestante. La ofensiva de la derecha conservadora ha permitido que Piñera y sus operadores al interior del mundo evangélico calculen que lograrán contundentes ganancias electorales, sin tener siquiera que tomarse ahora la molestia, como el 2009, de hacer compromisos programáticos que nunca tuvo la intención de cumplir.
Por ello tuvieron la impudicia de mostrar su estrategia en el pasado Te Deum realizado en la Catedral Evangélica de Estación Central.
La ofensiva conservadora no sólo ha introducido en parte del mundo evangélico la idea de que su labor religiosa se reduce exclusiva o principalmente a la lucha contra el aborto en todas sus formas, el matrimonio igualitario y la “ideología de género”. Lo más grave es que la ofensiva conservadora ha instalado en este sector religioso la noción de que las concepciones que sostienen sobre esas materias deben ser impuestas a la sociedad por la fuerza a través de la captura del poder del Estado.
Una especie de Edad Media del Siglo XXI, pero en que la entidad eclesiástica que toma el control del poder del Estado ya no es la Iglesia Católica sino las iglesias evangélicas que sostienen esta forma de pensamiento (o en alianza con corrientes conservadoras no evangélicas, lo que explica la excitación de este sector religioso con Donald Trump y Sebastián Piñera).
Una vez más este sector evangélico conmemora la Reforma Protestante para esta fecha, en circunstancias que su cosmovisión está profundamente alejada de los reformadores y de la tradición libertaria que engendró, que se expresará en líderes espirituales como William Wilberforce, líder protestante que fue pionero de la abolición de la esclavitud en Inglaterra, y su inspirador el pastor John Newton, autor del himno “Sublime Gracia”; el pastor Samuel Fielden, uno de los mártires de la huelga de Chicago que dio origen a la celebración del Primero de Mayo; el obispo Desmond Tutu, cuya labor fue clave en poner fin a la segregación racial en Sudafrica; y por cierto el inolvidable pastor Martin Luther King.
A la creación del Estado republicano, democrático y laico también fueron significativos los aportes de otro gran reformador: Juan Calvino. Una reflexión sobre su pensamiento indica que “el reconocimiento de la soberanía divina capacita al hombre para establecer los límites correctos sobre las prerrogativas del gobierno humano para garantizar así uno de los elementos básicos de la verdadera democracia. Si el poder de Dios es absoluto, entonces el del gobernador humano debe ser relativo y la ciudadanía tiene el derecho y la libertad de fijar los debidos límites de este poder”.
En este sentido, indica que la razón por la que Calvino favorecía las formas de gobierno representativo es que “el vicio de la insuficiencia de los hombres hace así más segura y más tolerable que muchos tengan el poder para que puedan ayudarse y amonestarse entre sí, siendo censores y maestros unos de los otros”.
Krisztina Paksy indica que “las energías liberadas por la Reforma y el redescubrimiento de la Biblia traducida a la lengua de los pueblos produjeron el renacimiento espiritual más extraordinario de la historia y condujo al nacimiento de las modernas libertades y a los descubrimientos científicos más relevantes, defendió los principios de libertad religiosa, la libertad de conciencia, el gobierno de la ley, la separación de los poderes estatales y condujo al surgimiento de repúblicas constitucionales. La Reforma anticipó la explosión de la investigación científica, de la revolución industrial y de la campaña para la abolición de la esclavitud” (2).
Los historiadores protestantes John Fletcher y Alfonso Ropero PH.D. señalan: “Fácil es encontrar en la historia los frutos de la revolución religiosa (la Reforma Protestante): tan pronto como estalló ésta, empezaron a gozar de alguna libertad las masas que, hasta entonces, habían estado bajo el despotismo civil y religioso (…) Las ciudades libres formaron una Confederación de centros poderosos que se extendió desde el mar del Norte hasta los Alpes, y produjeron una reacción en contra de las medidas despóticas de sus monarcas (…) La Reforma despertó en las naciones la sed de la libertad y de una vida más elevada y pura; dondequiera que se desarrolló el protestantismo, las masas hicieron valer sus derechos y se acentúo, de una manera permanente, el respeto a los individuos (…) Los monarcas descubrieron que sus súbditos ya no eran los juguetes ni los esclavos de su voluntad. En algunos países el deseo de libertad se manifestó de una manera organizada y triunfó; se puede decir, por lo tanto, que la Reforma fue madre de las repúblicas. Los esfuerzos que los protestantes de los Países Bajos hicieron por la libertad de conciencia, dieron por resultado el establecimiento de la República. Al principio, los holandeses no pelearon por la independencia nacional, sino por la libertad de las creencias y la tolerancia de cultos; pero, una vez empezada la revolución religiosa, continuaron luchando hasta conseguir la libertad civil”.
Y citan al historiador Villers: “Las repúblicas tienen su cimiento en la Reforma; los principios republicanos que ésta ha introducido, en todas las naciones, son más eficaces que las armas; ha sido el manantial de grandes revoluciones en el pasado; y lo será de otras innumerables que han de venir” (3).
Los fundamentos protestantes de los principios democráticos y republicanos fueron explicados por Donald A. Carson en los siguientes términos: “Los cristianos apoyan la democracia (…) porque en un mundo caído normalmente es la mejor forma de asegurar la libertad, la dignidad para el ser humano individual (quien, después de todo, es el portador de la imagen de Dios), las formas de compensación legislativa y judicial, los impuestos equitativos (o al menos la probabilidad de reformar el sistema en cualquier momento) y, sobre todo, la libertad de conciencia y de expresión. Puede que estos no sean bienes absolutos, pero, a la luz de nuestra experiencia de las tensiones bajo las que vivimos hasta la Parusía, nos alegramos de apoyar todo aquello que sirva, aunque sea de forma imperfecta, para promover la justicia, la dignidad humana de los portadores de la imagen de Dios, la paz y la libertad para proclamar el evangelio”.
Indica que de ello también deviene la legitimidad cristiana de la participación política: “La importancia de servir como ‘sal y luz’ no se puede restringir al altruismo privado y separarlo de las estructuras sociales (…) Esto significa que buscar el bien de la ciudad o del Estado donde vivimos (Jeremías 29:7) forma parte de nuestra responsabilidad” (4).
Ojalá que en esta conmemoración de la Reforma Protestante sirva para que los que se reivindican herederos de los reformadores puedan reencontrarse con sus raíces, las que se expresan en el ámbito político en los principios democráticos, laicos y republicanos; los principios que promueven el respeto al pluralismo y la diversidad, la búsqueda de la libertad y derechos universales. Que la derecha conservadora hubiera empujado a una parte de las iglesias evangélicas a una visión contradictoria con esta perspectiva, es un atentado grave a la identidad protestante que forjaron los reformadores y que permitió dar un paso adelante en la historia de la humanidad.
No vemos a Lutero y los reformadores formando parte del brazo de masas de la derecha conservadora, que vive con nostalgia el tiempo de las prohibiciones y la discriminación, que sospecha de la democracia y sueña con una nueva Edad Media en el Siglo XXI.
NOTAS
1. Martín Lutero: “Sobre la autoridad secular: ¿hasta qué punto es necesario prestarle obediencia?” (1523). Citado por Mario Miegge: “La Reforma Protestante y el Nacimiento de las Sociedades Modernas”, Editorial CLIE, Barcelona, 2016.
2. Krisztina Paksy: “Libertad y derechos fundamentales en Juan Calvino” (En “Historia, influencia y legado de Juan Calvino: una aproximación evangélica en el 500 aniversario de su nacimiento”), Andamio, 2010.
3. John Fletcher y Alfonso Ropero: “Historia General del Cristianismo”, CLIE, 2008.
4. Donald A. Carson: “Amordazando a Dios”, Andamio, España, 2016.
Por Víctor Osorio
Periodista y Ex Ministro de Estado
Santiago de Chile, 27 de octubre 2017
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