El 28 de julio es un día muy importante para miles de campesinas y campesinos de nuestra Patria, quienes que con esfuerzo y dedicación trabajan la tierra para obtener sus frutos. Se conmemora en Chile el Día del Campesino, con motivo de la promulgación, en 1967, de la Ley 16.640, de Reforma Agraria, y la Ley 16.625 de Sindicalización Campesina, durante el Gobierno del Presidente Eduardo Frei Montalva.
La Reforma Agraria, proceso histórico que cambio el rostro de Chile, devolvió la DIGNIDAD a la agricultura familiar campesina e indígena. Este cambio de paradigma permitió una profunda transformación en el régimen de tenencia de las tierras, dando el realce y la oportunidad para que se pueda, a partir de entonces, desarrollar actividad agrícola, la cual hoy representa un pilar fundamental de nuestra economía nacional.
Estamos hoy viviendo una crisis sanitaria, alimentaria y socioambiental que también afecta profundamente al mundo rural, lo que ve acrecentado por la presión que ejercen los sistemas productivos intensivos o industriales, el cambio climático, el aumento de la desertificación –con una pérdida de biodiversidad–, y los efectos sanitarios del COVID–19.
A pesar del escenario negativo, la agricultura familiar campesina e indígena se ha adaptado al cambio climático, y durante mucho tiempo ha producido alimentos en forma sustentable, de forma segura, justa y sana, a través de sistemas agroecológicos.
Hoy que estamos en tiempos constituyentes, debemos estar junto a las campesinas y los campesinos que por tanto tiempo han luchado por el acceso al agua y la tierra, la protección de las semillas tradicionales y de buena calidad, identificándolas como un bien común de comunidades y territorios, y promover que se prefiera el consumo de productos locales.
Como Progresistas pensamos que el crecimiento económico debe tener carácter sustentable en términos ambientales y de preservación de la biodiversidad, como condición para que el desarrollo se establezca en armonía con la vida de las generaciones presentes y futuras, sin arriesgar o comprometer su bienestar y su progreso intergeneracional.
En este sentido, se trata de garantizar el buen vivir de las personas, comunidades, territorios y el conjunto de la sociedad, con responsabilidad colectiva y respeto a la necesidad de conservar la armonía con el entorno, armonizando interculturalidad y naturaleza como ética de la convivencia.
Las y los progresistas saludamos en su día a las campesinas y los campesinos que aportan a sistemas alimentarios, sostenibles, inclusivos y resilientes.
Por Claudio Lara Meneses. El autor es Médico Veterinario y profesional de la Fundación Progresa.
Santiago, 29 de julio 2021.
Crónica Digital.