El escenario social y político parece cada vez más tenso en Francia, donde a las huelgas y protestas por mejores condiciones de vida se suma el eventual uso por el Gobierno del polémico artículo 49.3 de la Constitución.
Para el domingo está prevista una marcha convocada por el bloque de partidos de izquierda Nueva Unión Popular Ecológica y Social (Nupes) contra la carestía de la vida y para el martes una jornada de huelga interprofesional de sindicatos en reclamo de aumentos salariales frente a una galopante inflación.
La situación apunta a que esas movilizaciones serán intercaladas por el empleo el lunes del artículo que permite adoptar un proyecto de ley sin necesidad del voto parlamentario, en este caso para la aprobación del presupuesto del Estado del 2023, iniciativa que provoca malos ratos al oficialismo en la Asamblea Nacional.
En el centro del asunto está la derrota sufrida por Renacimiento, el nombre de la fuerza política que acompaña al reelecto presidente Emmanuel Macron, en las elecciones legislativas de junio, en las cuales perdió la mayoría absoluta en la Asamblea, instancia que tiene en Francia la última palabra en el ámbito parlamentario.
El Hemiciclo ha sido testigo en los debates sobre el futuro presupuesto del desafiante panorama para el Gobierno, acostumbrado durante el primer mandato de Macron a trabajar con holgura al amparo de su dominio de entonces en el Palacio Borbón.
La muy diversa oposición, que incluye a la Nupes, los conservadores y la extrema derecha, apuesta a las matemáticas y ya propinó par de reveses al oficialismo, además de presentar más de tres mil enmiendas al proyecto de ley.
Perder la mayoría absoluta en junio condujo al rechazo esta semana en la primera lectura del presupuesto 2023 al objetivo gubernamental de contener el déficit público en un cinco por ciento del Producto Interno Bruto y a la adopción de una enmienda que aumenta los impuestos a las “superganacias” de un 30 a un 35 por ciento, en contra de la opinión del ejecutivo.
Legislar frente a obstáculos casi insalvables resulta un panorama inusual para un Gobierno en la historia republicana francesa, aunque no inédito, todo lo contrario del uso del 49.3, esgrimido en casi un centenar de veces antes, y con el visto bueno del Consejo de Ministros para volverlo a hacer.
La víspera, el ministro de Economía y Finanzas, Bruno Le Maire, adelantó que el artículo considerado por algunos “anti-democrático” no sería empleado esta semana en favor de las discusiones en el Hemiciclo.
Si existiese la menor oportunidad de no tener que recurrir al 49.3, la aprovecharíamos, porque el presupuesto es un acto fundamental para la vida de la nación, y al final tendremos que garantizarlo para nuestros compatriotas y el país, advirtió en la cadena RTL.
Por su parte, el titular de las Relaciones con el Parlamento, Franck Riester, reiteró que será usado en caso necesario, esgrimiendo que se trata de un recurso constitucional y que el presupuesto no puede bloquearse.
Voces desde la oposición mencionan la posibilidad de votar una moción de censura si el 49.3 fuera utilizado, una situación también con varios antecedentes.
Si bien los números de diputados están en contra del Gobierno, suponiendo que sus rivales se unan e ignoren colores políticos irreconciliables, lo cierto es que tales mociones no han logrado derrocar a un ejecutivo.
Particularmente citado por estos días es el caso del presidente Charles de Gaulle en 1962, cuando no aceptó la dimisión del primer ministro Georges Pompidou, tras un voto de censura ante el uso del 49.3 para una reforma, y disolvió la Asamblea Nacional.
El panorama es tenso y solo el tiempo mostrará el rumbo de los acontecimientos, aunque no habría que esperar mucho porque el calendario legislativo apremia, y tal vez sea el lunes el día de la verdad.
París, 14 de octubre 2022
Crónica Digital/PL
