Millones de chilenas y chilenos se han movilizado en las últimas semanas exigiendo una nueva constitución y un nuevo proyecto político, social y económico que termine con el modelo neoliberal y la profunda y escandalosa desigualdad, la grave vulneración de derechos básicos y fundamentales. También con la usurpación de nuestros recursos naturales y riquezas básicas por el capital transnacional y un pequeñísimo grupo de grandes empresarios nacionales. Es decir, con lo que el modelo ha provocado en los cuarenta años desde su imposición violenta por la dictadura cívico militar.
El 2 y 3 de Julio de 1986, millones de chilenas y chilenos salieron las calles en lo que era la culminación de las jornadas de protesta que desde 1983 impulsaban las organizaciones sociales y los partidos políticos para poner fin a la dictadura.
El Gobierno de EE.UU. comprendió perfectamente que la dictadura que había instalado podía caer. Movió sus cartas al interior de ella y en las fuerzas anti-dictatoriales, a través de su embajador Harry Barnes, presionando por evitarlo e imponer una “salida pactada”. Un grupo de partidos – PDC, PR, PSD, un sector del PS y lo que posteriormente sería el PPD – aceptaron. Entraron a la cocina. Por cierto, sin considerar para nada a los movimientos sociales que habían sido los actores principales de la lucha contra la dictadura.
El resultado de ello fue que disminuyó la movilización social, la dictadura permaneció, se mantuvo la Constitución del 80, el dictador salió acorde a lo establecido en ella, continuó el modelo neoliberal, pese a la promesa expresa de terminar con él, en el programa de los gobiernos pos-dictatoriales.
Esta referencia viene al caso. El gigantesco movimiento social que hoy se desarrolla es, en una perspectiva histórica, la consecuencia de ese acuerdo, de los treinta años en que se ha administrado el sistema originado en la dictadura. Quienes hoy negocian con el Gobierno y la derecha, ¿tropezarán con la misma piedra?
Es de esperar que hayan aprendido algo. La permanencia de la movilización social es una clara señal que las chilenas y chilenos no les tienen confianza y no están dispuestos a soportan otros 30 años de promesas incumplidas para que sus derechos sean reconocidas y las profundas desigualdades desaparezcan.
Ya no sirve “la medida de lo posible”, entre otras cosas, porque hoy, gracias a la movilización social, se dice que se pueden subir las misérrimas pensiones que reciben más de un millón de adultos mayores, lo que fue negado durante 30 años; se dice que es posible rebajar pasajes; se dice que es posible elevar el salario mínimo; se dice que es posible mejorar la salud y bajar los precios de los medicamentos, se dice que es posible mejorar la educación, terminar con la estafa del CAE; porque hoy hasta personeros de derecha reconocen que las AFP son una estafa; en fin, muchas cosas más ahora son posibles, todas estas que durante años nos dijeron que eran imposibles.
La gran lección de estas semanas es que la organización y la lucha popular son las herramientas fundamentales para el desarrollo de la democracia y los derechos. No hay democracia real y efectiva sin esos actores principales. La gran lección es que la política solo tiene sentido, se enriquece y cumple su fundamental función social cuando se hace con la gente y desde la gente, y se corrompe e inutiliza cuando quienes la ejercen se convierten en la mal llamada “clase política”.
Llamar a un “Acuerdo por la Paz…” es evidente que fue y es solo propaganda engañosa: la violencia gubernamental y la represión continúan e incluso se han intensificado, se están violando cotidianamente los derechos humanos, como lo han explicitado los organismos internacionales, y se amenaza diariamente con sacar a las fuerzas armadas a la calle.
Hoy, quienes firmaron ese Acuerdo, no pueden dejarse amedrentar por la manipulación y las amenazas directas e indirectas del gobierno y de sectores de la derecha, tienen la obligación de escuchar a la ciudadanía, de considerar sus exigencias y demandas, de abrir las puertas a una nueva Constitución desde una Asamblea Constituyente que represente efectivamente a la ciudadanía.
Si no es así, mejor no hagan nada, no hagan realidad el adagio griego que afirma que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra.
Por Jaime Insunza B.
Profesor
Santiago de Chile, 28 de noviembre 2019
Crónica Digital
Que bueno recordar acontecimientos que nos permitan leer y comprender en mejores condiciones este hermoso y vertiginoso huracán que está abriendo plenamente las «Grandes Alamedas». Recurrido por lo acertado, se señala que para interpretar el presente es bueno saber desde donde venimos. Efectivamente, el año 1986- por la magnitud del movimiento político y social, acompañado por el incipiente pero no menos importante FPMR- se visualizaba como «el año decisivo». En ese escenario surgió «LA ASAMBLEA DE LA CIVILIDAD» que llamó a la movilización, que por su envergadura asustó a los vacilantes de siempre y aquellos que siempre están para frenar, detener o desvirtuar los avances de los sectores progresistas. Fue en Caracas donde los Demócratas Gringos, los Populares y Social Demócratas españoles prepararon; juntos a los que hoy forman y firman «El Acuerdo de PAZ» con Piñera; todas las trapacerías para abortar los grandes sacrificios de nuestro pueblo y abrir una salida pactada de Pinochet. No es el aumento de los 30 pesos. No son 30 años de injusticias. NO! son las reiteradas traiciones de las oligarquias y sus lacayos que vienen acaso desde los días de lucha por la Independencia de nuestra Patria