En una entrevista reciente publicada por el diario virtual Interferencia (“La gran pregunta es si Piñera pasa agosto”), el analista Mirko Macari (MM) demuestra lucidez al hablar de tres ejes de transformación de la realidad actual: tecnológico, ambiental y fin del patriarcado.
En cuanto al ámbito tecnológico, Schwab (2016) señala que ha habido tres revoluciones industriales impulsadas por:
- Las máquinas a vapor (siglo XVIII).
- La electricidad (siglo XIX).
- La computación (siglo XX).
La 4a. revolución (también llamada Industria 4.0) estaría en marcha e impulsada por una fusión de varias tecnologías: robótica, inteligencia artificial, Big Data, cadenas de bloques, nanotecnología, computación cuántica, computación en la nube, biotecnología, energía basada en hidrógeno, Internet de las cosas, impresión 3D y vehículos autónomos.
Se espera muchos cambios trascendentes en la vida de comunidades e individuos como producto de esta revolución, que es imparable. La gran pregunta, como siempre, es: ¿En beneficio de quién ocurrirán estos cambios?
El destacado analista tecnológico George Gilder expresó considerable entusiasmo respecto a Big Data y computación en la nube en su artículo “The Information Factories” (2006). No obstante, en un libro más reciente (“Life after Google”, 2018), señala que ambas tecnologías están llegando al final de su vida útil. Indica que las compañías gigantes de computación están cometiendo el error de suponer que el capitalismo ha llegado a su máximo desarrollo tecnológico. Gilder afirma que este sistema está aún lejos de haber alcanzado su nivel óptimo de logro y que en el futuro podrá satisfacer muchas aspiraciones que hoy se consideran inalcanzables.
En otras palabras, pareciera decir que el capitalismo tiene aún un largo periodo de desarrollo antes de que se plantee siquiera el tema de su crisis terminal. Empero, a Gilder no parece preocuparle el hecho de que los fenómenos que predice constituyen un colosal aumento en las fuerzas productivas, agudizándose así la contradicción con las relaciones de producción existentes y acercando la crisis.
El tema ambiental representa la confrontación entre humanidad y naturaleza y pone sobre el tapete de la discusión la sustentabilidad de la vida sobre el planeta, mientras que el fin del patriarcado es un masivo flujo civilizatorio, el más complejo de los tres “ejes” de MM, el de mayor duración y de más impredecibles consecuencias.
Yo agregaría dos temas adicionales, fuertemente interdependientes y que interactúan con los tres ejes en el endemoniado tiempo presente:
1) Primero, la que solíamos llamar “economía política”, cuyo principal vocero hoy es Piketty (“Capital et Idéologie”, 2019). Tiene mucho que ver con estructuras sociales, “clases”, en el lenguaje que MM comienza a desechar. ¿Otro enterrador prematuro de Marx? Que yo sepa, el capitalismo sigue con nosotros y la ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia (Tomo III de “El Capital”) sigue siendo su espada de Damocles.
Al entusiasmarse con sus entrevistadores, al final del escrito, MM habla de algo parecido a la Nueva Clase de Katz, sin nombrarla porque, intuyo, no está familiarizado con ella, pero va bien encaminado. Algunas palabras para explicar este concepto:
El analista Jon Katz (“Birth of the Digital Nation”, 1997) anunció el nacimiento de una nueva clase social, integrada por quienes concentran el conocimiento de la tecnología informática y comunicacional, que aspiraría a conquistar el poder cabalgando sobre una ola histórica incontrarrestable. Este grupo, de acuerdo a Katz, está formado preponderantemente por gente joven, educada, con tiempo disponible y acceso a la más moderna tecnología; son en su gran mayoría estudiantes y profesionales jóvenes que habitan las universidades, compañías de computación y telecomunicaciones, entidades financieras y medios de comunicación.
El autor afirma que, por tener acceso ilimitado a la mayor parte de la información mundial, los valores de esta «clase digital» evolucionan continuamente y sus ideas permanecen fluidas. Sus miembros son libertarios, materialistas, tolerantes, racionales, desconectados de las orgánicas políticas tradicionales; rechazan los dogmas y los monólogos, desafían la autoridad y aman la interactividad, es decir, la posibilidad de responder y entrar en debate. La cultura popular, especialmente lo novedoso en las artes, la literatura y los medios de comunicación, constituyen fuertes elementos de su identidad. Estos jóvenes, que Katz llama «post políticos», constituirían la primera generación para quien el pluralismo y la diversidad son naturales y aceptados.
La aparente audacia de la visión de Katz tiene, sin embargo, asidero en la historia: al término de la sociedad esclavista, no fueron los esclavos los que tomaron el poder, sino los dueños de la tierra; al colapso del orden feudal, no fueron los siervos de la gleba, sino la burguesía; de igual manera, al fin del capitalismo pueden no ser las mayorías trabajadoras, sino la “clase digital” quien pase a conducir la sociedad.
En la actualidad, esta clase dista mucho de manifestarse como tal y no demuestra tener conciencia de sí misma. El tiempo dirá si ella será o no capaz de hacer su marca en la historia.
2) Segundo, el tema que tal vez sigamos llamando “ideología” por un buen tiempo. Y en ese terreno siguen manifestándose la historia y su continuidad (Marx, Hegel, Spengler, Fukuyama, Piketty), la modernidad y su pérdida de sustancia institucional y normativa (Lyotard, Bauman).
Dado que la superestructura depende en buena medida de las relaciones de producción (no totalmente, advierte Gramsci), en un estado de conflicto, flujo, incertidumbre y temores cataclísmicos, incluido el coronavirus, el enfrentamiento ideológico se hace crucial en la construcción de hegemonías (Gramsci de nuevo) del tipo que estas sean. Pareciera que van a ser policéfalas, orgánicamente horizontales e indiferentes a los metarrelatos.
En este terreno yo me niego a partir de cero. Tenemos toda una historia de batallas intelectuales entre el progreso y el retroceso, entre lo nuevo y lo viejo, comenzando por la pugna entre la burguesía y la clase feudal (siglos XV-XVI) que precedió a las revoluciones burguesas triunfantes (siglos XVII – XVIII).
Desde el siglo XIX, conocemos a los protagonistas fundadores, tan bien caracterizados por Engels en “Ludwig Feuerbach y el Fin de la Filosofía Clásica Alemana”, a quienes siguen acudiendo pensadores de la talla de Habermas, último sobreviviente de una estirpe que no quiere despedirse. A ellos se suman voces nuevas, que cuestionan lo que muchos tenían por establecido (Byung-Chul Han, Harari, Zizek).
Empero, en la base de todo este interesante debate, y generalmente sin participar de él, están las mujeres y hombres, los trabajadores, los desempleados, los explotados, los abusados que, contra la más brutal represión y el diario consejo mediático a resignarse y aceptar con gratitud el dictado del 0,01%, se toman el derecho a mantener y ejercer, arriesgando sus vidas en la lucha, sus muy humanas esperanzas.
(Dr.) Luis Cifuentes S.
Profesor Titular
Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas
Universidad de Chile
Santiago de Chile, 9 de junio 2020
Crónica Digital