La factibilidad de concretar un proceso de emancipación económico–social, inconcluso por el obstruccionismo de las oligarquías locales de nuestras repúblicas latinoamericanas, encendió como un polvorín los espíritus jóvenes de la década de los veinte.
Los ejemplos de la Revolución Mexicana y el Grito de Córdova por nuestras latitudes –sin olvidar la construcción de la arquitectura social del marxismo en la Rusia Soviética– fueron caminos a seguir. En nuestro continente, el pensamiento político del peruano y marxista José Carlos Mariátegui se alzará como el mentor intelectual del indoamericanismo, un socialismo enraizado en América Latina y no importado de la Unión Soviética, que abogaba por la Confederación de Naciones de Latinoamérica, desde el sur del río Bravo hasta Tierra del Fuego. Denunciaba como gran enemigo de este ideario al imperialismo norteamericano y sus aliados: las oligarquías nacionales.
Las obras y publicaciones de Mariátegui fueron alimentos esenciales para esa muchachada que empezó a repensar que nuestra América era más indígena que europea.
Clotario Blest, estudiante de filosofía de la Pontificia Universidad Católica y recién separado del Seminario, que buscaba con frenesí la implementación en el orden social de un ecléctico cristianismo primitivo, al encontrarse con ese Nacionalismo Continental, se adhirió con entusiasmo. En los variados círculos de estudios que formaba entre los asalariados –como fórmula de educación social– siempre enfatizaba la importancia de la unidad continental.
Al inicio de los años treinta, la llegada a Chile de un selecto grupo de perseguidos políticos peruanos, adscritos al APRA (Acción Popular Revolucionaria Antiimperialista) –fundado por Víctor Raúl Haya de la Torre– convulsionó intelectualmente al país. Su programa era: 1. Acción contra el Imperio Yanqui; 2. Por la Unidad de Latinoamérica; 3. Por la nacionalización de Tierras e Industrias; 4. Por la internalización del Canal de Panamá; y 5. Solidaridad con todos los pueblos y clases oprimidas del mundo.
Se realizaron múltiples encuentros y charlas entre exiliados apristas y jóvenes chilenos que deseaban interiorizarse más sobre esos postulados. Blest, como empleado público no se perdió ninguna de esas reuniones, logrando en poco tiempo integrarse al Comité Aprista de Chile, donde entablará amistad con el periodista y literato Manuel Seoane.
Uno de sus primeros actos solidarios internacionales de esta entidad fue apoyar la epopeya del guerrillero nicaragüense Cesar Augusto Sandino contra la invasión estadounidense y celebrar en un teatro capitalino la proclamación de la Unión Centroamericana, jurada por Sandino en Managua en agosto de 1933. Entre los oradores de esa noche estuvo Clotario Blest.
Por esa época aparece el semanario “Ercilla” –todo un suceso periodístico en Sudamérica– donde su amigo Mario Seoane, asume como su director. Este le brindará, desde la revista, toda su cooperación para que Clotario pueda constituir la ANEF. A inicios de los años 40, Blest participa, con el Comité del APRA, en un evento público en apoyo a la nacionalización del petróleo en México, frente a las maniobras conspirativas estadounidenses.
En los años ulteriores como presidente del sindicato de los empleados de Chile, siempre estará en la primera línea del Socialismo Continental. Por ello, se sentirá cercano cuando Juan Lechín, mandamás de los mineros bolivianos –y su colaborador durante su exilio en Chile– encabeza la insurrección en abril de 1952, contra la “Rosca” u oligarquía industrial minera. Se refunda el Estado boliviano, socializándose la economía y sustituyéndose al ejército pronorteamericano por milicias sindicales.
Desde su gestación este proceso manifestó ser eminentemente indoamericano, lejos de Moscú y Washington. Es tanto su alborozo, que Blest –a pesar de las acidas contrariedades que suscita esta revolución en ciertos sectores ideológicos del interior de la Central Única de Trabajadores– promueve desde la presidencia de la CUT una negociación con la Central Obrera Boliviana, dirigida por Juan Lechín, para buscar una salida al problema marítimo. Desafortunadamente, profundas luchas intestinas entre sus dirigentes provocan que la Central Boliviana se retire para siempre de la dirección estatal, tomando el gobierno un radical giro político pronorteamericano.
Después de dos décadas desunidos, en Chile la izquierda logró su fusión electoral (FRAP) en torno a la candidatura de Salvador Allende. Increíblemente la preocupación central ya no fue nuestro continente. Entretanto, pese a ser reelecto por el grupo de partidos del FRAP para continuar como cabeza máxima de la CUT, el independiente Clotario Blest persistió en su planteamiento latinoamericanista.
En diferentes entrevistas de prensa ratificó sus postulados juveniles, logrando en los meses siguientes que se sumen a su postura anarcosindicalistas, trotskistas y socialistas sueltos. A fines de 1957 Clotario declaró su admiración por el Movimiento 26 de Julio de Cuba, el que combina la guerrilla militar con acciones urbanas y que libra lides heroicas en contra de un dictador impuesto por los estadounidenses.
Muchas veces solicitó infructuosamente ante el Consejo Directivo Nacional de la CUT algún acto solidario tangible. Manifiesta en los meses siguientes elogios grandilocuentes a Fidel Castro, por postular “un régimen político con sabor a café y son cubano”. Ya producido el advenimiento del nuevo gobierno en enero de 1959, se desató una campaña internacional de difamación en contra de Fidel y sus compañeros. Para neutralizarla, La Habana organizó “La Operación Verdad”, enviando emisarios a diferentes países de América Latina para que relaten lo que realmente está sucediendo en la Isla.
En la segunda semana de marzo de ese mismo año, llegó a Santiago a bordo de un avión de la Fuerza Aérea Cubana, una delegación de guerrilleros, encabezada por Violeta Casal, locutora de la emisora en Sierra Maestra, la “Radio Rebelde”. Clotario Blest, aquilatando la importancia de esta misión cubana, asumió como anfitrión en Chile de esa comisión. En pocos días logró gestionar un sinnúmero de coloquios entre los cubanos y todo el arco de partidos progresistas, despidiéndolos con un gran mitin sindical en la Plaza de Artesanos.
Desde ese momento, Clotario se entrega con cuerpo y alma en el apoyo y difusión de esta Revolución. Escribe artículos, asiste a foros radiales y parlamentarios, distribuye proclamas personalmente en calles, e invierte gasta horas y horas en divulgar en asambleas sindicales las transformaciones sociales y políticas que se realizarían en el país caribeño. En la segunda Conferencia Nacional de la CUT, Blest y sus aliados (anarcosindicalistas, socialistas díscolos, trotskistas y radicales de izquierda en general) logran incorporar como uno de los polos principales de lucha “el apoyo incondicional a la Revolución Cubana”.
En diciembre de 1959, Blest conformó y presidió el “El Comité de Defensa de la Revolución Cubana”, teniendo como secretario al zapatero anarco Ernesto Miranda. Interiorizados el Gobierno cubano de las fatigosas jornadas desplegadas en Chile, Clotario fue invitado a la Isla. En julio de 1960 llegó a La Habana como delegado para participar en el Primer Congreso Mundial de la Juventud, donde fue elegido por los congresistas como presidente de ese encuentro.
En la oportunidad y en su calidad de Ministro y anfitrión, Ernesto “Che” Guevara, procedió a inaugurar el Congreso y a saludar afectuosamente a Clotario. “Aquí está el más joven de todos nosotros, puesto que tiene audacia, rebeldía y, lo principal, madurez”, dirá Guevara mientras alza el brazo de Blest. En la ocasión, el Che postuló por primera vez su ideario ético del Hombre Nuevo, que gestaría un nuevo tipo de persona, que combinaría solidaridad y compromiso con la sociedad, en oposición al interés y egoísmo personal. Esta concepción moral será uno de los fundamentos filosóficos en los años siguientes de Clotario, que sentirá al Che como una gran inspiración.
Las deliberaciones, entretanto, eran intensas y apasionadas. Una de esas tardes un antiguo sindicalista anarco del gremio gastronómico, Castor Moscú –quien había visitado Chile– se acercó a Clotario y le entregó un listado de sindicalistas que estaban detenidos hacía meses por discrepar de la dirección de David Salvador, secretario general de la Confederación de Trabajadores Cubanos (CTC), quien se manifestaba como duro partidario de la Revolución.
Como Blest, en calidad de presidente del Congreso de la Juventud, sabía que sería invitado a reunirse con Fidel Castro, prometió que le daría la nómina. En las horas posteriores, alegremente el líder cubano recibió al timonel de la CUT chilena en el Hotel Habana Libre, calificándolo como sindicalista revolucionario y congratulándolo por su trayectoria social.
Clotario, careciendo de todo tino diplomático y a rajatabla, dejó en las manos del Primer Ministro la lista de presos. Al percatarse del contenido solo atinó a posar con Blest para la fotografía oficial. Al día siguiente, durante los debates congresales, David Salvador elevó a consideración de la asamblea una moción de “persona non grata” a Clotario, por inmiscuirse en asuntos cubanos. No obstante que la propuesta no obtuvo la aprobación estatutaria, Blest resolvió preparar su regreso a Chile de inmediato.
Unos pocos meses después, en noviembre de 1960, David Salvador fue detenido cuando intentaba abandonar el país rumbo a los Estados Unidos.
Enterado el Che de la moción de declararlo “persona non grata”, le solicitó que continuara hasta el final en el Congreso de la Juventud, invitándolo a la vez a conocer la geografía y el proceso social cubano. Le regaló además el comandante argentino–cubano una bandera cubana firmada por el mismo, como gesto de fraternidad. Lamentablemente tal emblema, que exhibía Clotario orgulloso en su morada, será robado en conjunto con sus más de 500 libros por militares pinochetistas allanadores.
Coincidiendo con el día en el que se clausuró ese Primer Congreso Latinoamericano de la Juventud, 6 de agosto, en el Estadio del Cerro de La Habana, el gobierno revolucionario realizó una audaz medida promovida por el Che: la nacionalización de más de 40 empresas estadounidenses radicadas en Cuba. En un abarrotado campo deportivo, Fidel procedió a firmar el decreto expropiatorio, sentado en una gran mesa y acompañado por algunos delegados internacionales como Clotario. Con gran vehemencia durante su arenga pública, el Che llamó a los cubanos a mantenerse cohesionados e, indicando con un dedo a Blest, pidió la unidad de los pueblos de Latinoamérica en su lucha contra el yugo imperialista.
En las semanas posteriores, a bordo de un jeep militar y conducido por el propio Ernesto Guevara, Clotario Blest recorrerá villorios rurales y asistirá a innumerables asambleas de ciudadanos cubanos, donde vibrará con la reforma agraria y el reinicio de las actividades industriales ahora en manos cubanas. Ya en Chile –sexagenario Clotario– llega convencido que, por fin, la hora del latinoamericanismo había llegado para quedarse…
Por Oscar Ortiz Vásquez. El autor es historiador. Entre 1970 y 1990, fue uno de los discípulos principales de Clotario Blest.
Santiago, 6 de septiembre 2020.
Crónica Digital.