¿Qué ocurre? me pregunto, cuando un octogenario dirigente político como Patricio Aylwin, decide sacar la voz y descargar todo el peso histórico del golpe de Estado, en la figura de Salvador Allende, por su incapacidad política y mal gobierno, según sus declaraciones, como si esos argumentos aunque tuvieran visos de verdad, pudieran explicar por sí mismos, la interrupción del sistema democrático chileno.
Don Patricio, en un arranque de amnesia imperdonable, deja en el olvido hechos tan graves, como el asesinato del comandante en jefe del ejército, General Shneider, antes de asumir siquiera el presidente mártir -y lo más peligroso- se libera a sí mismo de toda culpa, olvidando la propia incongruencia de su liderazgo, dentro de un partido que participó en las elecciones y fue derrotado, con un programa muy parecido al de la Unidad Popular.
¿Se puede justificar tanta incoherencia, bajo el escudo de haber sido el rostro de una transición como la chilena? Una de carácter mezquina y llena de vacíos, todos en favor de la protección de un modelo político y económico impuesto a sangre y fuego. Aylwin, a pesar de esa crítica, pudo pasar a los anales de la república como un personaje por encima del bien y del mal, lejos del bullicio de unos y otros, sin embargo, ha preferido inmortalizarse como un golpista póstumo.
¿Qué ocurre en Chile? Cuando un reo rematado como Álvaro Corbalán Castilla, junto a otros ex -militares de la Fundación Augusto Pinochet, organizan un homenaje al dictador y los civiles que participaron de su gobierno siendo directos beneficiados de su “obra” no asisten, se disculpan y esconden, dejándolos en la triste soledad, de asumir con sus roídos uniformes, las barbaridades sistemáticas y cotidianas conocidas por la gran mayoría de los chilenos, en los casos de tortura y exterminio.
Habría que preguntarse ¿Qué pasaría si en uno de esos actos, los militares encarcelados, se decidieran a contar la verdad de los hechos; y nos dijeran qué participación tuvieron esos civiles en la gran “gesta patriótica” de eliminar a los disidentes?
¿Por qué no se deciden a realizar un documental dónde cuenten al país qué hicieron con los “enemigos de la patria”? Pero en cambio, han optado por negar de manera contumaz los hechos, basta escuchar a Hermógenes Pérez de Arce, arcano mayor del tarot pinochetista, capaz de proponer una nueva doctrina sobre el tema de los Derechos Humanos, uno de uso particular y exclusivo para los crímenes de lesa humanidad, todos justificables y necesarios.
Su fanatismo y terquedad llega a un punto tan inaceptable como la explicación que da, sobre los asesinatos alevosos de José Manuel Parada, Manuel Guerrero y Santiago Nattino conocidos mundialmente como el “caso degollados” el abogado Pérez, en primer lugar afirma que la acción de los organismos de seguridad, se justificaba por ser dichas personas “los más altos jefes del frente Manuel Rodríguez” y por tanto culpables de delitos de sangre, como lo sugiere uno de los periodistas del programa Tolerancia Cero, el abogado dice tener documentos que avalan su afirmación, cuyo origen sería una declaración tomada por los organismos de seguridad de la dictadura a Alfredo Malbrich, preso político del FPMR y fugado en 1990. Dicho documento obtenido bajo tortura y redactado por los organismos de inteligencia, son la fuente seria de su afirmación:
“Fui detenido el 1º de Mayo de 1979 por Carabineros en la Alameda B. O’Higgins y trasladado a la 1ª. Comisaría. Mi esposa concurrió a la Vicaría de la Solidaridad y pone un recurso de amparo a mi favor. Al quedar libre, concurro a la Vicaría de la Solidaridad, lugar en que trabo amistad con José Manuel Parada, el cual me pide que colabore prestando el teléfono de mi casa como buzón y llevando recados. Posteriormente me preguntó si me gustaría colaborar en forma más sistemática. Al aceptar me dice que me dará un vínculo con Enrique. Éste va a mi casa ubicada en Pepe Vila Nº 571, casa G, allí me dice que me va a dar tareas que yo pudiera cumplir, de acuerdo a mi disponibilidad de tiempo ya que yo trabajaba en el banco. Todo esto a mediados de 1982”
( http://archcdt.blogspot.com/2010/04/abmb.html)
Pérez, en un acto de pura luminosidad intelectual, desarrolla la tesis que el año 1979, dicho frente ya existía, con una orgánica que funcionaba al alero de la Vicaría de la Solidaridad.
Cuando la realidad es que ese año de 1979 Alfredo Malbrich, se integra al trabajo clandestino del Partido Comunista, acto temerario y condenado con las penas del infierno por parte de la dictadura, estamos de acuerdo.
Algo está pasando en Chile, un velo de oscuridad que no nos permite analizar con sensatez y sentido cívico, los tiempos que corren.
El debate no lo podemos eludir, tampoco podemos pensar o suponer que los criminales de la dictadura van a guardar silencio, lo que no se puede aceptar es la mala fe y la tergiversación franca y abierta de hechos por todos conocidos.
Santiago de Chile 11 de junio de 2012
Omar Cid
Subdirector Crónica Digital
No será este homenaje una provocación a la derecha chilena que no ha sabido continuar la obra «revolucionaria» de Pinochet. Una especie de cazabobos para saber en donde se encuentran los «colaboracionistas» de derecha para con la izquierda?
La derecha se refugia en el pasado gloriso frente a los desastres del presente.
Lo de Aylwin parece una sacada de máscara debido a: la avanzada edad y b) la rabia y frustración entre el recuerdo de Allende y su camino y Frei y su camino. Creo.