Tenía mucha razón un lienzo enarbolado por vecinos de la comuna de La Reina, presentes en la manifestación de este 5 de octubre (2018) en la Avenida Bulnes, en conmemoración del triunfo del No a Pinochet y a la dictadura militar, derechista y empresarial en el plebiscito de 1988.y en el cual se leía: “Por la unidad social y política del pueblo”, y contenía los símbolos de la Democracia Cristiana, el Partido Socialista, el Partido Radical, el Partido Comunista, y el Partido por la Democracia.
Se trata de un reclamo urgente a la unidad política y social de los ciudadanos, del progresismo, hecho desde la base popular.
Se trata de un llamado, una interpelación a la responsabilidad de los liderazgos partidistas, una demanda profunda a los partidos y el reflejo de un estado de ánimo de la ciudadanía instando a la unidad y además de una constatación del sentido de urgencia de una convocatoria que nace tanto de una sentido responsable del futuro, como de la frustración de que hasta ahora no encuentren el rumbo de unidad que Chile necesita.
A nuestro juicio ese fue el contenido central, estratégico y táctico, emocional, de la masiva manifestación, junto con ser una manifestación de recuerdo de una fecha y de una etapa de lucha, de conmemoración por la historia que ello significó para la recuperación democrática, sobre todo fue el despliegue de la esperanza, alegría y confianza en el futuro.
La presencia en el lugar de reivindicación popular y masiva del No a Pinochet y sus crímenes, de rostros templados en la lucha contra la violencia criminal del dictador y sus “cómplices pasivos” y los no tanto, y también, quizás sobre todo, de rostros juveniles y alegres, todos decididos a seguir en la lucha por el porvenir, refleja la unidad de las generaciones y la fuerza de sus convicciones.
Lo que hace falta entonces es la conducción responsable, el valor y el ejemplo de la unidad, la voluntad política que responda hoy y mañana, al sentido de epopeya colectiva nacional y popular, por sobre sectarios intereses partidistas, cálculos electoreros subalternos o mezquindades expresadas en prejuicios y caricaturas excluyentes.
La tarea de las tareas del presente es el mensaje y la práctica política y social de la unidad de los sectores democráticos, progresistas, populares (como quiera que se autocalifiquen), y una lectura de una realidad de demandas, esperanzas, sueños, que los ciudadanos del Chile real, buscan para su porvenir y su progreso.
Esto es lo que expresaron los vecinos de la comuna de la Reina, cuando llamaban en la concentración del 5 de octubre en la Avenida Bulnes, con su lienzo instando a radicales, demócrata cristianos, comunistas, socialistas, del partido por la democracia y a todos quienes quisieran adherirse a ese objetivo patriótico de “unidad política y social del pueblo”.
Ante este objetivo principal quizás no valga tanto la pena detenerse en la majadera campaña de falsificación de la historia, que hace que hoy, los que hace solo 30 años atrás votaron por mantener la dictadura de Pinochet y sus crímenes contra la democracia y los derechos humanos, y hoy pululan por los pasillos de La Moneda, de los ministerios, las intendencias y el Parlamento y los directorios empresariales, los prohombres y propagandistas del Si, se disfracen hoy, trasvestidos de demócratas, de entusiastas partidarios del NO a la dictadura, y reclamen poco menos que la ciudadanía los reconozcan, como “patriotas”.
Ayer, solo hace 30 años atrás, o quizás 31 años atrás en el Cerro Chacarillas, estos formaban la claque de los 77 elegidos, para vitorear a Pinochet, a la luz de antorchas propias del ritual hitleriano y recibir las medallas que seguramente hoy mantienen entre sus tesoros personales mas preciados: Andrés Chadwick, Alberto Cardemil, Cristián Larroulet, Joaquín Lavín, Manfredo Mayol, Juan Antonio Coloma,, Patricio Melero, Fernando Barros, entre otros.
Bien lo dijo el rector de la Universidad Diego Portales, y columnista de El Mercurio, el profesor Carlos Peña, el domingo 7 de octubre: “No hay peor forma de falsificar la historia- y a sus protagonistas -que alterar su significado.
“Es lo que ha hecho el presidente Piñera- falsificar la historia- al celebrar con la derecha el plebiscito de hace 30 años.
“Se trata de una falsificación porque lo que el presidente elude recordar, la verdad que calla, y al callar disfraza y y falsifica, es que la derecha, la misma en la que se emboscan aquellos a los que en su primer mandato llamó “cómplices pasivos”, no quería, por múltiples razones que entonces sentían sinceras, recuperar la democracia, no deseaba alcanzar lo que ahora en La Moneda celebraban”.
Al contrario, la derecha quería continuar la dictadura, solo que camuflada tras un raro régimen político que daba el poder a Pinochet por otros ocho años, “incluso hubo quienes se habían atrevido a inicios de los ochenta, sin ningún pudor intelectual como político- como el ex ministro Carlos Cáceres y Pedro Ibáñez- a sugerir limitar el sufragio universal porque, argüía Cáceres, la regla de la mayoría servía tanto al marxismo como a la democracia liberal” escribió el profesor Carlos Peña.
Ahí están los ejemplos de ex pinochetistas enquistados en las estructuras de gobierno y de la Derecha, como el ministro del interior, Andrés Chadwick, entusiasta joven “antorcha en manos” de Chacarillas; el subsecretario de Interior bajo Pinochet, Alberto Cardemil y actual Seremi de Hacienda, en la Región del Maule (que inicialmente ocultó las cifras de los resultados del Plebiscito que una maniobra que servía a los propósitos del dictador de desconocer sus resultados y sacar las tropas a la calle para reprimir a los partidarios del No) o del senador, Andrés Allamand, cuyas apasionadas palabras de entonces – recordadas por la televisión-, inolvidables por su lealtad al dictador y sus propósitos de eternizarse en el poder usurpado a la democracia.
Lo que marca la trascendencia de la conmemoración del plebiscito del 5 de octubre de 1980 es entonces, no solo la historia de la epopeya de una ciudadanía venciendo el miedo, condenando las violaciones a los Derechos Humanos y pronunciándose por el fin de la dictadura de Augusto Pinochet y sus crímenes, sino, sobre todo, de las enseñanzas que ese acontecimiento tiene para el presente y futuro político y social de Chile,
El 5 de octubre de 1988, fue un hito histórico de una larga, difícil, compleja, cruenta lucha por la democracia y una experiencia notable, histórica, de la unidad de los demócratas chilenos, que supieron responder creadora, valientemente, a una encrucijada histórica, al mismo tiempo que la culminación de las luchas sociales, políticas e incluso insurreccionales, que legítimamente desarrollaron las fuerzas políticas y sociales nacionales, contando con la solidaridad internacional.
La discusión que algunos quisieran mantener para dividir a al progresismo, de si la derrota de Pinochet fue con un papel y un lápiz, o con las barricadas y la táctica insurreccional , o con los acuerdos políticos de la oposición partidista y sus esfuerzos por conformar una respuesta electoral (que por cierto no excluía la confrontación y la represión) o por efectos de la solidaridad internacional o la intromisión descarada de la Casa Blanca, es material para historiadores, más que una necesidad o condición para la expresión hoy de la voluntad política del progresismo en su camino para vencer a la derecha.
En el momento presente están en el escenario político y social, desde los que promovieron el Golpe de Estado (políticos de la derecha y empresarios de ayer y de hoy), fueron cómplices activos o pasivos de la conjura sediciosa y de los crímenes, o que cerraron los ojos, hay quienes pretenden dar vuelta la página, aplicar una “amnesia” a la historia y sobre todo evitar el juicio moral y político por los horrores de la dictadura.
Eso tiene- como ayer- el objetivo claro de dividir al progresismo, y abrir camino a la eternización de la derecha en el poder político del país.
De manera que ante los sectores progresistas se alza una tarea histórica y patriota: la unidad más amplia, el responder a las demandas y necesidades de los ciudadanos, la profundización de la democracia, la defensa y el compromiso con los cambios, reformas y avances ya logrados, y el planteamientos de los nuevos desafíos que nos presenta la historia y el futuro.
Así rendiremos además homenaje y resguardaremos la memoria de los que entregaron su esfuerzo y su vida en la lucha contra la dictadura, y contra la cual se dijo No el 5 de octubre de 1988, derrotando el terrorismo y el crimen de los esbirros y de quienes eran los mandantes de la barbarie.
Hoy es también el momento de decir No al desempleo, al sistema privado de pensiones, al sistema laboral y al estatuto laboral para los jóvenes, a la política contra los pueblos originarios, a la implantación de la Ley antiterrorista para impedir las protestas populares y juveniles, y por la defensa de los recursos naturales y el medioambiente, por el derecho a una vivienda digna y a la salud pública, y a una educación gratuita y de calidad, por la promoción de la cultura nacional.
Por Marcel Garcés Muñoz
Periodista
Director de Crónica Digital
Santiago de Chile, 9 de octubre 2018
Crónica Digital