Por Marcel Garcés Muñoz
La segunda vuelta de la elección de los Gobernadores Regionales, este domingo 13 de junio, confirmó un dato irrefutable del escenario político nacional:¨el abrumador rechazo político social de la ciudadanía a la Derecha política y a su gobierno y un proceso de generación de una mayoría nacional a favor de los cambios profundos en el ámbito político, social y económico.
Se trata de la confirmación ciudadana del rechazo rotundo al modelo económico, al orden institucional, y a la gestión política y social de La Moneda, y como lo expresó, demudado, el senador RN, Francisco Chahuán, “una derrota política y cultural” de Chile Vamos, y del Gobierno del presidente Sebastián Piñera.
Dicho sea de paso. Chahuán, resulto también derrotado personalmente al esgrimir una campaña del terror, con una versión 2021 de los prejuicios anticomunistas de la Guerra Fría, y buscar asustar a los chilenos con un “tsunami rojo”, que no solo afectó a los electores del distrito 11, donde se atrincheró el voto del “rechazo” a una nueva constitución, en el plebiscito del 25 de octubre de 2020, y ahora se volcaron a votar por Claudio Orrego, para evitar el triunfo de Karina Oliva, del Frente Amplio, sino que enturbió la confrontación electoral, convirtiéndola en un escenario esquizofrénico de “buenos” y “malos”, junto con tener sus objetivos confesos de separar dividir, caricaturizar a los demócratas, con el falso, primitivo y criminal dilema de “amigos” o “enemigos”.
Pero claro cumplió con su objetivo de la coyuntura, estrategia que ahora será parte de su discurso en adelante, con su llamado a conformar una nueva CODE, la llamada Confederación de la Democracia, constituida en julio de 1972, para conspirar contra el Gobierno Constitucional de Salvador Allende, desde el Congreso, destituirlo mediante una Acusación Constitucional, un virtual Golpe de Estado parlamentario, una especie de prólogo al Golpe Militar derechista del 11 de septiembre de 1973, iniciativa con que la derecha sediciosa, buscó comprometer a la DC de la época en su propósito inconstitucional
Lo grave, es que el campo político de la oposición a los enemigos del progreso y la democracia de hoy, el progresismo, la llamada centroizquierda, no supo, no quiso, o no acertó en una estrategia comunicacional, ni orgánica, ni fue oportuna, en una política unitaria, y se fraccionó, cayó en la trampa tendida por una derecha que utilizó todos los recursos, los habituales y los oscuros de la guerra sicológica, y sus mecanismos torvos de la guerra sucia, como antes, en los 70, como siempre, para enturbiar el ambiente.
Hay que decir que más bien se observó en determinados círculos de la izquierda progresista, y algunas de sus figuras, cierta tendencia de subordinarse al chantaje derechista, o caer en posiciones, declaraciones o expresiones que dieron alimento y argumentos al mensaje antidemocrático de los enemigos de la democracia.
Hay que decir que la discusión sobre temas como el Estatuto de Garantías que el presidente Allende firmó en 1973, y las alusiones a la DC en relación a ese episodio y sus circunstancias, o los supuestos compromisos democráticos que debería formalizar el Ejército con un eventual Gobierno, hechas en vísperas de las elecciones de Gobernadores, abrió un flanco innecesario en el escenario.
La nueva Carta Magna, que es el documento basal para el futuro democrático del país y que corresponde elaborar por la Convención Constitucional, debe contener los compromisos políticos democráticos de los diversos actores políticos, y la confirmación de la prescindencia política de las Fuer<as Armadas, compromiso patriótico y democrático violentado por el Golpe derechista militar del 11 de septiembre de 1973.
Los constituyentes tienen la facultad y la potestad de discutir sobre este tipo de definiciones que debe contener la nueva Constitución, sobre el respeto, por parte de todas las instituciones del país, a la voluntad mayoritaria de la ciudadanía, de respeto absoluto a los procesos democráticos, con el orden constitucional legítimo, fundado en la soberanía democrática popular,
Ese es el lugar donde hoy está radicado este tipo de materias trascendentales, sin duda, para la futura convivencia democrática del país, que sin duda nadie puede eludir, desde el punto de vista de la historia, y del futuro democrático nacional,
Pero hoy, los resultados de las elecciones de Gobernadores, y otras gestas en que la voluntad democrática se ha hecho presente ( el despertar social de octubre de 2019, el plebiscito de octubre de 2020, las elecciones a la Convención Constitucional, la eclosión de nuevas fuerzas políticas y sociales ( el Frente Amplio, la lista del Pueblo, los pueblos originarios, los Independientes) vienen a ser la confirmación de un cambio en el escenario y ponen a prueba la capacidad de los actores políticos de leer la realidad, entender cabalmente el mensaje de los ciudadanos, su vocación de cambios, de reformas, de superar los muros y derribar las barreras de lo que algunos pretenden como “el deber ser”, y abrir las compuertas del “como queremos y podemos construir , el que sea”, nuestro destino.
Así el domingo 13 de mayo se confirmó un mandato inequívoco de la ciudadanía, que entregó la dirección de la nueva institucionalidad regional del país a las fuerzas del cambio.
Chile completó la elección de los 16 Gobernadores Regionales, que puso al mando del nuevo proceso de organización política territorial a representantes de la oposición al modelo encabezado, proceso que el propio presidente Sebastián Piñera, calificó de “histórico”, al cumplir son su deber de depositar su voto en la urna correspondiente.
Evidentemente no podía imaginar a esa temprana hora, el desastre que se le avecinaba y que su coalición, elegiría solo a uno de los suyos, el independiente, apoyado por Evopoli y Chile Vamos, Luciano Rivas, en la Región de la Araucanía.
El resto de los Gobernadores elegidos corresponde a 10 representantes de la coalición de Centro Izquierda, Unidad Constituyente,(4 de la DC, otros 4 del PS, y 2 independientes, a los que se agregan el Independiente, ex DC, de Bío Bío, Rodrigo Díaz, a quien la DC lo suma como propio. Y el independiente ex socialista, Miguel Vargas ( apoyado por el presidenciable comunista, Daniel Jadue, que ganó en Atacama, Es decir total, 12 Gobernadores Regionales.
El Frente Amplio, apoyado por el PC, gano en dos regiones, y la lista ecologista- independiente ganó en Coquimbo, lo que significa que la oposición obtuvo 15 gobernadores en todo el inédito proceso de elección de la nueva institucionalidad.
El mundo de las cifras arroja otros datos tan o más lamentables para el oficialismo, en la perspectiva electoral próxima, pero que deberán ser también tomados en cuenta por los analistas y estrategas electorales de todos los sectores y que impidieron el descorche de espumantes la noche del domingo 13 y enfriaron los entusiasmos.
En lo concreto, Unidad Constituyente, es decir la llamada por la Derecha, el Gobierno y El Mercurio, con aviesos como interesados intereses políticos y objetivos de supervivencia, “oposición moderada”, y la única fuerza que podría asumirse ganadora en la jornada, registró un apoyo de un 47,48 por ciento de los votos, en tanto el Frente Amplio-PC, llegó a un 28,68 por ciento, y Chile Vamos, se redujo a un 13.48 por ciento.
Se trata de datos objetivos, que deben tenerse en cuenta al diseñar una estrategia y táctica para el panorama político electoral que se abre este año, y con toda seguridad para los próximos, ya sea en el plano presidencial y legislativo.
Se configura entonces un nuevo escenario político, que podría abrir la ruta a una consiguiente derrota de la Derecha tanto en las elecciones legislativas y la presidencial del 21 de noviembre de este año, siempre claro que “se alineen los astros”, lo que de acuerdo a los analistas no se da cuando obra la casualidad, sino cuando se trabaja duro, cuando se transpira mucho, como resultado del esfuerzo, de la dedicación de la entrega a una determinada causa.
Aquí es donde se impone una voluntad de unidad, de coherencia, de concertación, de acuerdo, de un objetivo común, de compromiso.
No caben aquí especulaciones de corto plazo y pocas perspectivas, o ajustes de cuenta que quisieran ser históricos, pero que no pasan de tener un horizonte de escaso alcance y poca profundidad argumentativa y menos de perspectiva política.
Pero un factor que no puede dejarse de lado, sobre todo con vista a los próximos desafíos electorales, los comicios presidencial y legislativos de fin de año es el de la abrumadora abstención electoral registrada este domingo 13 de junio, un 80 por ciento nacional, pero que afecta particularmente en los sectores más empobrecidos del país.
La tendencia de la participación electoral va a la baja de manera dramática según cifras del SERVEL: en las elecciones de Constituyentes votaron 6.468.750 ciudadanos. El Plebiscito del “Apruebo” o “Rechazo” lo hicieron 7.548.804 electores. En las municipales de 2016, participaron 4.931.041, la mayor abstención desde la instalación del voto voluntario.
Se comprende entonces, la apresurada aprobación a dos días de la segunda vuelta de las elecciones de gobernadores de la iniciativa que obliga a los chilenos a participar en las elecciones.
Pero también constatan los estudios de comportamiento electoral, que en las llamadas comunas del “rechazo”, esta vez la concurrencia a las urnas fue impresionantemente superior a las comunas populares.
Aquí conviene, más bien es obligatorio, reflexionar: “algo no hicimos bien nosotros, en qué fallamos, nos confiamos ingenuamente en los índices electorales pasados, y dejamos sin atención al electorado. O sea, qué hizo mal la izquierda, y no echarle la culpa al empedrado.
Los otros, hicieron simplemente, lo que tenían que hacer.
Pero además, los datos obligan a los partidos, a los políticos, a las autoridades y analistas, a reflexionar sobre este fenómeno de creciente distanciamiento de los chilenos de este acto cívico, del tradicional ritual de las elecciones, el por qué del desinterés en la acción política, en el compromiso ciudadano, y de la responsabilidad de las propias autoridades electas en el rechazo ciudadano.
Es el sistema político generado a lo largo de décadas de elecciones, de campañas, de promesas incumplidas, de demagogia y palabrería estéril, de partidos, de instituciones anquilosadas, lo que está siendo interpelados desde la ciudadanía, desde el pueblo.
Es el propio sistema de representación democrática el que aparece en entredicho, cuando los jóvenes, los trabajadores, el pueblo rechaza el ritual, desconfía del proceso, no cree que será tenido en cuenta y mira para el lado.
Pero claro, no basta con la constatación de un fenómeno que amenaza con la estabilidad de la sociedad, del país, de su vida cívica, y abre el campo al populismo, a la tiranía, a los caudillos, y, en fin, al caos, a la dictadura.
El problema de hoy es cómo se responde a este que puede ser un desafío terminal.
Y este es un tema crucial, histórico, que debe tener atención preferencial en la discusión sobre el país que queremos, que deberemos imaginar en la nueva Constitución, en el nuevo pacto social, que debe ser discutida, redactada y propuesta por la Convención Constitucional, próxima a iniciar sus labores.
Aquí no cabe dejar solos a los constituyentes. De esto es lo que se trata cuando se habla de “rodearla” con propuestas, con los sueños ciudadanos, con el sentido histórico de su trascendencia.
No se trata de un ejercicio de retórica. Se trata exigirle, demandarle, nosotros el pueblo, de Chile y su futuro y ello solo se va a lograr con la profundización de la democracia, el compromiso con el porvenir de la Patria y las futuras generaciones.
No se trata solo de política, sino del destino histórico de la Patria y de sus hijos, que es el mayor objetivo político, social y humano que deberemos dejar como generación.
La Convención Constitucional es nuestro desafío presente. Y la sociedad tiene el derecho de exigirle, de demandarle, de imprecarle a sus integrantes, que asuman con decoro y valentía las tareas y deberes, que la ciudadanía, con esperanza, con la autoridad de ser el soberano, les ha asignado, pero también a participar en sus debates,
Una lectura objetiva del nuevo escenario, de esta realidad en desarrollo, no solo es útil para el análisis académico, sino para la construcción de las alternativas futuras, del aprendizaje de un nueva forma de entenderse con las distintas fuerzas del escenario – siembre cambiante- pero que tiene raíces históricas, sociales, ideológicas, económicas y que subyacen en nuestros proyectos, nuestros imaginarios, y claramente en la realidad de un mundo en cambio vertiginoso, y que demanda de un reconocimiento de sus realidades, de sus nuevas fuerzas, valores, convicciones, sueños y demandas, sus potenciales, y nuevas expresiones de sus liderazgos, y en los nuevos perfiles de sus protagonistas.
Aquí no caben ni altanerías, ni mesianismos, sino respeto mutuo, intercambio de opiniones. De sueños y proyectos, modestia cuando se obtienen triunfos, pero certeza en los objetivos cuando las circunstancias pueden resultar adversas.
La política es un escenario que se camina en diálogo y nadie tiene la varita mágica, sino que se construye en el día a día.
Y hoy es uno de esos días. Aprovechando un triunfo que es la consecuencia de muchas luchas anteriores, de una resolución de muchos que vivieron y murieron por ello. Y que abrieron el camino de la unidad del pueblo, el único que merece ser recorrido para obtener las victorias necesarias.
Y son necesarios todos los que están por el cambio, por los derechos humanos, por el porvenir.
Por Marcel Garcés Muñoz
Periodista
Director de Crónica Digital
Santiago de Chile, 16 de junio 2021
Crónica Digital
