De acuerdo con el especialista, incluso esa capacidad es anterior al habla, como parece desprenderse de la localización cerebral de los circuitos neuronales responsables de la risa, ubicados en las zonas más antiguas de la masa encefálica.
Prueba de ello es, según Panksepp, los niños pueden reír o gritar con alegría antes de ser capaces de expresarse oralmente.
Otros animales, como las ratas o los chimpancés, cita el profesor, realizan acciones similares.
Los chimpancés, ejemplifica, tienen una respiración entrecortada similar a las carcajadas cuando juegan entre si.
Las ratas también poseen un repertorio de chillidos para mostrar sentimientos positivos al jugar o ser objeto de cosquillas.
Mediante el estudio de comportamientos instintivos, emocionales y de las capacidades de aprendizaje en otros seres vivos, podemos desarrollar excelentes formas para profundizar el conocimiento de nuestra propia estructura neuroemocional, escribió el experto.
«Tal vez sea hora de que la neurociencia acepte que los animales son capaces de muchos sentimientos emotivos», concluyó.
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