ERRONEO MANEJO DEL DESARROLLO RURAL CHILENO

metas a conseguir hacia fines del Gobierno o incluso más allá de ello, traducido todo esto en una agenda de trabajo conjunto. Esto parece fácil decirlo, pero cuando bajamos a la realidad de los sectores, por supuesto que la cosa se complica, sobre todo, cuando se trata del sector rural chileno.

En efecto, su historia, la enorme inequidad existente, su propia heterogeneidad natural y la falta de organización de sus actores, nos presenta la imperiosa necesidad de una agenda público – privada de trabajo, muy consensuada según las diferentes tipologías de los actores en que, sumadas esas agendas, signifiquen un Plan de Gobierno que apunte a objetivos y metas comunes.

Si no se hace esto y en la forma más difundida posible, se crea una sensación o imagen de estar reaccionando permanentemente a las diferentes circunstancias del día a día o, lo que es peor, estar atendiendo un subsector con la idea de que se está postergando a otro.

En el sector rural chileno hay, por lo menos, dos grandes ejes transversales que tenemos que tomar en cuenta para nuestra gestión público – privada ideal. El primero, consiste en los habitantes del sector rural, agricultores comerciales, agricultura familiar campesina y pobres rurales y, el segundo, el eje institucional organizativo adecuado para una Agenda común, consistente también en tres tipos, el Gobierno Ejecutivo, desde el nivel nacional hasta el provincial, la municipalidad y el actor organizado.

Con estos dos ejes, se construye una plataforma de soporte donde se posicionan todas las actividades, planes y estrategias, constituyendo con ello la agenda de trabajo común entre actores e instituciones.

Toman sentido entonces, a partir de estos conceptos, la necesidad de decidir en conjunto, las actividades y responsabilidades. Solo bajo esta manera de trabajar habrá una concordancia entre las necesidades y los esfuerzos. Las acciones de Gobierno, en consecuencia, estarán en función de las reales prioridades de los agricultores comerciales, de subsistencia y de los pobres rurales, donde la institucionalidad se adecua con normas, financiamiento, fomento, investigación, organización, educación y capacitación, y donde la institucionalidad asume sus responsabilidades, el gobierno nacional y regional, el municipio y las organizaciones civiles.

Hoy día, la realidad chilena está todavía muy lejos de eso. Las instituciones públicas haciendo esfuerzos individuales, falta de organización de los actores y una municipalidad rural muy débil.

Por: Hugo Ortega T. Director de la Escuela de Ingeniería en Agronegocios de la Universidad Central. El autor es Colaborador de Crónica Diigtal.

Santiago de Chile, 16 de junio 2006
Crónica Digital

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El 27 de diciembre pasado, en medio de un momento crítico de su campaña presidencial en segunda vuelta, Bachelet prometió cumplir 36 medidas importantes en los primeros 100 días de su gobierno (una cada tres días como promedio). El plan abarcaba áreas tan diversas como el empleo, seguridad social, educación, salud, seguridad ciudadana, mujer, medio ambiente, mejoramiento de las ciudades, políticas de descentralización hacia las regiones, servicio militar y una mayor democracia. Los ejes principales de su planteamiento serian puestos, sin embargo, en el empleo -que afecta a más de medio millón de chilenos-, educación, seguridad y salud, tres de las áreas más deficientes en el gobierno de su antecesor, el presidente Ricardo Lagos. Muchas de estas medidas ya están en marcha, otras han sido presentadas a las instancias legislativas para su aprobación y algunas, como las reformas del sistema de pensiones y del sistema electoral binominal -dos de las más emblemáticas- encuentran una fuerte oposición de la derecha opositora. LOS CONFLICTOS A poco de iniciar el vertiginoso ritmo que imprimió a su administración para cumplir las metas propuestas comenzaron a surgir, sin embargo, numerosos conflictos no previstos -al menos-, en fechas tan tempranas de su gobierno. A fines de abril, cuando comenzaban las primeras manifestaciones estudiantiles, debió enfrentar un complejo y conmovedor problema al hacerse público que el Servicio Médico Legal (SML) identificó erróneamente a casi un centenar de detenidos desaparecidos encontrados en 1991 en el Patio 29 del Cementerio General. En el desarrollo del conflicto se puso de manifiesto que los errores eran conocidos desde mediados de los 90 y que los gobiernos de turno -Eduardo Frei (1994-2000) y Ricardo Lagos (2000-2006) no hicieron lo que debían u ocultaron la información a los familiares de las victimas. Luego, en la segunda semana de mayo, se produjo un nuevo impasse para la Presidenta: la huelga de hambre de cuatro mapuches condenados en juicio de dudosa legalidad en 2005 por la Ley Antiterrorista, que tuvo enorme repercusión, tanto interna como en el exterior, y empañó su primera gira por Europa. La verdadera prueba llegó, sin embargo, pocos días antes de su mensaje a la nación el 21 de mayo pasado, cuando estudiantes secundarios comenzaron las tomas de planteles y una movilización general que llegó a involucrar a más de un millón de personas. Las protestas en reclamo de una profunda transformación de la enseñanza -cuya magnitud no fue debidamente valorada por sus asesores- paralizaron virtualmente al gobierno durante casi tres semanas y creó una crisis cuyas consecuencias aún están por ver. El gobierno, que inicialmente afirmó que no negociaría bajo presión, se vio forzado a conceder varias de las demandas económicas de los jóvenes estudiantes y crear una amplio Consejo Asesor Presidencial para estudiar las transformaciones demandadas en la Educación, algo que no estaba en sus planes. Como colofón, Bachelet convocó una reunión pública en La Moneda, con participación de la prensa, donde presentó un «decálogo» a los ministros, subsecretarios y mandos medios de su gobierno sobre como deberían actuar […]

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