«Cuida de tu cuerpo y el resto se volverá automáticamente más fuerte» Chuang Tzu
Domingo Diez de la mañana. En avenida Macul, pleno sector residencial entre departamentos y casas, existe un espacio destinado a locales comerciales, en dicho lugar, un lúcido emprendedor descubrió un nuevo nicho de mercado y tuvo la maravillosa idea de aprovechar el espacio vacío, instalando un escenario, un par de parlantes y junto a algunas de sus clientes, despertar al barrio entero a ritmo de zumba.
Una chica y dos mocetones, amenizan el espectáculo, elevando brazos, moviendo las piernas, frente a unas sesenta personas en su mayoría mujeres. Dos pasos a la derecha, dos a la izquierda, brazos arriba, brazos abajo, moviendo la cintura, junto al Taca-Taca-Ta que azota el cielo nublado de Ñuñoa.
Desde el quinceavo piso, se ve como una instalación, una especie de culto al movimiento de los cuerpos, en un remedo mediocre de lo que fuera en otro periodo de la historia un “Gimnasium” palabra latina derivada del griego “Gymnasiòn” que significa “hacer ejercicio físico” por razones obvias, esa institución deportiva, cumplía otras funciones en la otrora Grecia anterior a nuestra era.
Aquí nos encontramos con vista a estacionamientos, en un lugar donde por años, el silencio solo se ha interrumpido por algúnos neuróticos conductores de ambulancias o de vehículos particulares.
Se produce una milimétrica pausa, un tipo se toma el escenario, las menos acostumbradas beben agua, las más jóvenes por una razón que no entiendo, se miran el trasero, otras se tocan el abdomen, mientras las más experimentadas en el asunto, mueven sus piernas de un lado a otro en un intento de soltura. El tipo intensifica los desplazamientos, pide mayor esfuerzo, la música en concordancia aumenta sus decibeles.
Un anciano con una bolsa de pan mira incrédulo, desde el piso doce una mujer grita improperios contra los organizadores de la peregrina idea. Los muchachos del quinto piso que estuvieron en fiesta hasta las 6.15 de la madrugada; reaccionan enardecidos lanzando unas zapatillas, equivocando el objetivo por unos tres metros, cayendo el par de objetos en plena vereda.
Cerca de las once de la mañana, una patrulla de carabineros se detiene frente a los entusiasmados participantes, permanece junto a la actividad unos veinte minutos, el único efecto de su presencia es que el volumen disminuye de manera leve.
El emprendedor a esa hora se dirige a los asistentes, les habla de las bondades de la práctica de zumba y la música continua con aclamaciones de ¡Hey! ¡Hey!.
Son las doce en punto. Una camioneta de la Municipalidad de Ñuñoa se hace presente, a lo lejos se puede observar algunas conversaciones, los asistentes siguen bailando, la música incrementa su volumen.
A las trece horas los parlantes detienen sus estocadas, los cuerpos calman su fervor, con los ventanales abiertos, se vuelve a escuchar el sonido de las ruedas, deslizándose por el asfalto.
Las cosas vuelven a su aparente orden, el sol asoma bloqueado por la capa de smog, los bailarines se han esfumado en cosa de minutos, el emprendedor luce contento, el próximo domingo a las ocho treinta, las campanas de la iglesia nos recuerdan que se acerca la hora del rito católico, Macul pasado Rodrigo de Araya podrá ser ocupada por la pista oriente, porque la poniente está asignada para ciclistas, practicantes de running, patines y otras disciplinas afines.
Tal vez bajo esas condiciones, el buen emprendedor decida encender los parlantes y convocar a cuanta dama y despistado acompañante, se encuentren en condiciones de cultivar la enaltecedora experiencia, de practicar zumba.
Por Omar Cid Crónica Digital
Santiago de Chile, 23 de agosto 2015
Crónica Digital