Nadia Comaneci, una chica rumana de apenas 14 años de edad, finaliza su rutina en las barras asimétricas del torneo de gimnasia de los Juegos Olímpicos de Montreal-1976. El jurado delibera por unos segundos y entonces aparece por primera vez en la historia de las lides estivales la notación perfecta: 10.0 puntos.
La pequeña gimnasta fue sin dudas la figura principal de la justa de esa ciudad canadiense, pues además de convertirse en la primera en merecer la puntuación perfecta de los jueces repitió el hecho en siete ocasiones.
En definitivas, Comaneci alcanzó cinco medallas, tres de oro (en acumulado individual, barra de equilibrios y barras asimétricas), plata por equipos y una de bronce en ejercicios de suelo.
Cuando las autoridades canadienses solicitaron para Montreal la sede de la XXI edición de los Juegos, prometieron que su costo sería mucho menor al de Munich-1972, pero prevalecieron las ansias de majestuosidad y la cita resultó la más cara y lujosa hasta ese momento.
Se dice que la nación asumió un déficit de mil millones de dólares como resultado del despilfarro, entre ellos el innecesario gasto en el encendido de la llama, transformada en una serie de impulsos eléctricos codificados y transmitidos vía satélite hasta Ottawa.
Con el objetivo de evitar una acción como la ocurrida en Munich, las autoridades canadienses tomaron medidas de seguridad masivas y casi atemorizantes, entre ellas, el empleo de más de 16 mil guardias.
No obstante, al parecer resultó insuficiente, como lo demostró un miembro de la propia delegación anfitriona al introducir a un amigo en la Villa, considerada una fortaleza, quien hasta ser descubierto disfrutó gratuitamente de las condiciones existentes.
Para evitar conflictos entre la población francófona y la angloparlante, en la inauguración la Reina de Inglaterra pronunció el ritual en los dos idiomas.
El pebetero lo encendieron en vez de un sólo atleta, como era habitual, dos, uno en representación de cada lengua: Sandra Henderson y Stephane Prefontaine.
La justa vivió además el primer boicot político de la historia olímpica, pues poco antes de comenzar la Organización de la Unidad Africana exigió al Comité Olímpico Internacional (COI) la exclusión de Nueva Zelanda de la competencia.
Un equipo neocelandés de rugby realizaba una gira por la Suráfrica del apartheid, sobre la que pesaba una sanción, y por eso las naciones del continente negro pidieron su exclusión de Montreal.
Al negarse el COI, 30 naciones entre africanas y árabes anunciaron su inasistencia a la reunión deportiva estival, ausencias que produjeron en la práctica unas 441 bajas, de ellas 173 en atletismo y 90 en boxeo.
CUBA LLAMA LA ATENCIûN
Por Latinoamérica y el Caribe sobresalió un pequeño país, Cuba, que se irguió entre los grandes, para ubicarse en el puesto 11 con 13 medallas, de ellas seis de oro, cuatro de plata y tres de bronce.
Un hecho inédito lo protagonizó el cubano Alberto Juantorena, cuando se convirtió en el primer competidor olímpico en obtener el máximo galardón en las distancias de 400 y 800 metros planos.
Juantorena implantó récord mundial y olímpico en las dos vueltas al óvalo -su primera aparición internacional en esa distancia-, y luego añadió el oro en los 400, pese a obtener un discreto tercer lugar en su primer heat eliminatorio.
Por Cuba también brilló Héctor Rodríguez, primer y único atleta de la isla caribeña capaz de coronarse en el judo masculino.
El deporte más aportador en la cosecha antillana volvió a ser el boxeo, en los puños de Jorge Hernández (48 kilogramos) Angel Herrera (57) y Teófilo Stevenson (más de 81), quien encadenó aquí su segundo cetro estival.
Jamaica (1-1-0), México (1-0-1) y Trinidad-Tobago (1-0-0) fueron las otras delegaciones que subieron a lo más alto del podio, y Venezuela (0-1-0), Brasil (0-0-2), Bermuda y Puerto Rico (0-0-1), completaron el medallero latinoamericano en la lid.
Si de predominio se trata, hay que mencionar lo sucedido en la natación, pues dos países prácticamente arrasaron con los títulos: la República Democrática Alemana, 11 de 13 en el femenino, y Estados Unidos, 12 de 13 en el masculino.
La germana Kornelia Ender y el norteamericano John Naber resultaron
los máximos acumuladores con cuatro preseas doradas per cápita, y en general dentro de la alberca estival se rompieron 21 de los 26 récords mundiales vigentes entonces.
El Deporte Rey dejó otros héroes, como el finlandés Lasse Viren, oro en cinco mil y 10 mil metros, y el trinitario Hasely Crawford, ganador de los 100 metros planos, primer medallista de su país en conciertos bajo los cinco aros.
En el hectómetro el segundo puesto lo ocupó el jamaicano Donald Quarrie, ganador de los 200, y el tercero el campeón defensor, el soviético Valeri Borzov, por lo que por primera vez desde Amsterdam-1928 Estados Unidos se quedó sin preseas en este evento.
Inédito también fue el triunfo del mexicano Daniel Bautista en la caminata de 20 kilómetros, primera medalla de oro de México en el campo y pista en ocho décadas de historia de los Juegos Olímpicos.
Por su parte, el francés Guy Drut pasó a los libros por haber quebrado el reinado estadounidense en los 110 metros con vallas, y el soviético Victor Saneiev por su tercer cetro consecutivo en el triple salto, hazaña que en el atletismo solo habían logrado dos norteamericanos.
En esta prueba el brasileño Joao Carlos de Oliveira, poseedor entonces del récord mundial, tuvo que conformarse con la presea bronceada.
La Unión Soviética volvió a ganar por países en esta edición de los Juegos, al acumular 49 medallas de oro, 41 de plata y 35 de bronce, con gran desempeño de sus 20 luchadores, quienes merecieron 19 preseas, incluidos 12 doradas.
Por Lemay Padrón Oliveros: Periodista de la redacción Deportes de Prensa Latina
lemay@prensa-latina.cu
La Habana, 15 de abril 2016
Crónica Digital / PL