Hace varios días me viene dando vuelta un texto de las Ediciones Radio Universidad de Chile: América Latina 500 años después/Equidad, asignatura pendiente, del autor Carlos Contreras Quina, un abogado integrante de diversos organismos internacionales.
En Chile el tema de la equidad, se viene discutiendo desde distintos ángulos y con diversas intencionalidades, en ese mar de opiniones, el texto de Carlos Contreras, puede ser considerado como una brújula de navegación, en el sentido de entender las raíces históricas, políticas y sociales de la desigualdad.
El autor desarrolla en su primera parte, la idea de Max Weber en su ya célebre texto “La ética protestante y el espíritu del capitalismo” para explicar desde su visión, la diferencia esencial entre los colonizadores católicos de América y los colonos peregrinos del Myflower:
“Pero las grandes, suntuarias y aristocráticas ciudades españolas no fueron capaces de igualar la decisión con la que las ciudades de Estados Unidos en pocos años se insertaron en la revolución industrial y en el proceso de su independencia, que marcará el futuro de su evolución. La riqueza colonial adormeció el nacimiento del espíritu burgués en Iberoamérica”. (Pág.29)
América Latina, pese a las transformaciones, todavía es considerada bajo un hálito romántico, con una cultura basada en el sincretismo producto del mestizaje, donde el cristianismo y en especial la religión católica, todavía tiene una poderosa influencia cultural.
El libro debió titularse a mi juicio “Las trabas para la equidad, 500 años” porque nos entrega con prolijidad, los principales obstáculos que se han tenido que enfrentar, para solucionar el tema de la desigualdad en el continente, desde los procesos colonizadores, independentistas, las transformaciones económicas sociales, las guerras por territorio, las intervención militar del gigante del norte, el oscurantismo de las dictaduras, el re-nacer de las democracias en el contexto de la globalización y la excesiva dependencia de los Estados a las orientaciones de la Multinacionales.
Contreras tiene la virtud de la precisión, de manera pulcra y en un lenguaje accesible, sintetiza una de las grandes disyuntivas de nuestro tiempo ¿cómo resolvemos el tema de la desigualdad? O ¿cómo desarrollamos políticas que nos acerquen a la equidad?
Una cosa es clara, el argumento no puede ser reducido a datos macro-económicos, la discusión no puede perpetuarse en variantes como: crecimiento, productividad versus equidad, lo que no significa eludirlas, sino ubicarlas en el territorio preciso de la factibilidad económica.
“La imposibilidad de derrocar la pobreza marca el fracaso de las política neo-liberales que, pese a avances en algunos países, no justifica la situación desmedrada de grandes porcentajes de la población, que registran desigualdades con igual o mayor intensidad que en los tiempos de las dictaduras” (Pág.164)
El debate político y social, sobre la re-distribución del ingreso, la integración social, traducida en mayor y mejor acceso a educación y salud, choca con la obstinada oposición de los poderes fácticos, en síntesis, la equidad se ha transformado no solo en un tema de administración del Estado, que ante tales amenazas tiende a recular, se trata de la profundización de la democracia, de la necesidad de un nuevo trato.
El texto de Contreras, resulta ser un material valioso para entender las aristas de uno de los debates más importantes de nuestro continente. En los inicios del siglo XX en Chile, La cuestión social trajo consigo una dura confrontación en el seno de la burguesía naciente y del movimiento social de carácter obrero en ciernes. Las trabas para la equidad o los elementos estructurales que facilitan la desigualdad, son a mi juicio la preocupación esencial que debiera motivar la acción política de nuestro tiempo; seguramente los que consideran que la equidad no es un tema relevante, harán todo lo posible para seguirlo desplazando, desprestigiando, en el mejor de los casos caricaturizándolo o sencillamente: ignorando sus consecuencias en la vida cotidiana de la población.
“¿Qué sentido tiene la democracia en un país si ante la sola posibilidad de que sea elegido un candidato que no es “de la confianza” de los poderes fácticos, se le notifica lo que es deseable para los verdaderos dueños del país?” (Pág.169)
Por Omar Cid
Crónica Digital, Santiago 11 de julio de 2016