Las autoridades de la región de Valparaíso, en Chile, decidieron hoy suspender el tradicional lanzamiento de fuegos artificial del 31 de diciembre, el espectáculo pirotécnico más grande del país, a causa de la Covid-19.
Este lunes, las autoridades sanitarias nacionales informaron que las municipalidades de Valparaíso y Viña del Mar retrocederán a la fase dos del plan «Paso a paso», implementado por el gobierno para avanzar paulatinamente en el desconfimamiento y hacia una relativa normalidad.
Esa medida obedece al aumento de los nuevos casos de la Covid-19 en esa región, que en las última jornada sumó 91 contagios y, con otros nueve fallecidos, llegó a mil 214 decesos desde el inicio de la pandemia, la cifra más alta entre las 16 regiones del país después de la región metropolitana, que acumula más de 13 mil.
El intendente de Valparaíso, Jorge Martínez, declaró a la prensa que no hay otra alternativa a pesar de los esfuerzos que se hicieron para realizar ese espectáculo que convoca cada año a decenas de miles de personas y resulta una importante fuente de ganancias para el sector del turismo.
Tanto Valparaíso como Viña del Mar, dos de los más importantes centros turísticos de Chile, se han visto fuertemente golpeados por los efectos de la Covid-19, que ha causando pérdidas millonarias a la industria del turismo y la hostelería.
En Viña del Mar también se suspendió el famoso festival internacional de la canción que estaba previsto para febrero y que constituye otro de los grandes atractivos de esa ciudad balneario.
Santiago de Chile, 21 de diciembre 2020
Crónica Digital/PL
Lun Dic 21 , 2020
Sí. Los derechos humanos, tenemos que entenderlo, no son cosas; tampoco son abstracciones o decretos y leyes. Los derechos humanos refieren a sujetos, a personas, a los vivientes, sean también naturaleza o animales. Se refieren a la vida y sus posibilidades de vida y han sido obtenidos siempre gracias a la lucha social y política. No son una dádiva de las elites de poder. Al mismo tiempo son un campo de batalla. Con la imposición del globalismo y su ideología del neoliberalismo y de la mercantilización ampliada, pues se produce -como también lo dicen importantes pensadores- una inversión de los derechos humanos. Y esto, que podría parecer una mera discusión teórica, tiene importantísimo impacto en las sociedades y su gente en el día de hoy y, quizá mañana también, si no hacemos algo. Esa inversión lleva a considerar que hay entidades, cosas, instituciones, o prescripciones, que tienen que ser considerados como prioritarios en “sus” derechos, en relación al propio sujeto, a las personas, a sus vidas, o a la vida de la naturaleza. Parece extraño a primera vista, pero es lo que ha venido sucediendo desde la imposición de la ideología neoliberal y la sacralización tanto de las leyes del mercado como de una idea de democracia dicha liberal o representativa. Usted fetichiza el mercado y sus dioses; la propiedad privada de lo que sea, del dinero, de las cosas mismas. O, usted fetichiza la idea de democracia procedimental, su ley, su orden público, su expresión represiva, y tiene entonces un conjunto de ídolos y fetiches que pasan a encubrir la importancia central que tiene para la Carta Internacional de los Derechos humanos y otros documentos similares, el sujeto vivo, las personas, las comunidades, y también, la propia naturaleza. ¿Se fija mi estimado lector y lectora? Ahí está la inversión funcionando. Es decir, estamos convirtiendo en sujetos de derecho a cosas y bienes que no son ni sujetos ni personas, ni tampoco entidades vivientes. Cuidado. El término “inversión” alude a distintas realidades. Por cierto, no estamos hablando de la inversión en sentido económico-financiero; de “invertir” en determinado negocio o empresa. Sino en el sentido de poner de cabeza las cosas; ponerlas del revés. Claro no solo eso. Porque ese acto o gesto de invertir el sentido y significado de algo, tiene consecuencias. El fetichizar, o convertir algo en ídolo o fetiche es o representa el culto hacia algo que nosotros mismos hemos creado que, después, se convierte en algo que nos somete; en vez de reconocernos a nosotros mismos en ese acto creador y ponerlo en el lugar que le corresponde y modificarlo si es necesario. Por eso es tan importante el fenómeno de la inversión en el uso del lenguaje, en este caso referido a los derechos humanos. Las instituciones son mediaciones creadas por nosotros mismos; el derecho, las leyes, el mercado, el dinero, el trabajo como mercancía, todas son creaciones nuestras, y no dioses bajados ex machina naturales y destinados a someternos. No tenemos que confundir la vida […]