Aunque Francisco Villa Lezana, nació en Temuco el año 1942 y peregrinó con su familia por varias ciudades del sur de Chile, fueron San Carlos y Chillán en definitiva, las que curtieron su infancia y adolescencia, estas postales de la provincia chilena de la medianía del siglo XX, se convirtieron así, por adopción, en su tierra de origen.Fue hijo de Carlos, pintor de caminos inciertos y muerte prematura y Georgina, madre corajuda, que entre costura y costura, sorteó épicamente la pobreza, dándole dignidad y proyección a sus seis hijos.
Tras completar su enseñanza primaria en Curicó y cursar un par de años de humanidades, comenzó sus estudios en la mítica escuela Normal de Chillán. Este paso de trascendencia evidente, no sólo lo llevó a convertirse en maestro, sino también, en un riguroso intelectual humanista, prometedor guitarrero y joven activista de izquierda, rasgos de identidad definitiva, asumidos en el rico contexto cultural, en el que se formaba académicamente.
A su vida de estudiante normalista, Francisco sumó su participación en círculos de estudio autoconvocados por jóvenes de gran inquietud intelectual, asesorados por el novel abogado de la zona y más tarde, reconocido poeta nacional: Santiago Cavieres Cohn. En las citadas sesiones, se curtían en el estudio de las ciencias sociales, la filosofía, el arte y la cultura en general y el marxismo en específico. Concluye esta etapa, con una sólida formación teórica y moral, con su ingreso a las Juventudes Comunistas en 1958 y su titulación como profesor en 1962.
Su primera destinación como maestro, fue una escuela rural de San Carlos, luego la familia emigra a Santiago, en donde la comuna de Ñuñoa y el Barrio Yungay, acogen al clan sureño. La ciudad completa se convierte entonces, en escenario del intenso deambular guitarrero y de otras exploraciones vocacionales del recién llegado. Así, “Pancho” establece nuevas complicidades, entre otras, con el músico y actor: Raúl Gardi, una verdadera celebridad de la época.
Tras el ya citado periodo de exploración santiaguina, Francisco se establece en Lo Abarca, por entonces, un perdido villorrio en la órbita de Cartagena y San Antonio, en donde surge un nuevo destino laboral. Fue una escuelita unidocente, la que lo puso nuevamente cara a cara con la pedagogía y el protagonismo comunitario. Se cuenta que entonces, habían tres autoridades reconocidas por los habitantes del pueblo: El carabinero, el cura y el joven profesor… Fue en ese rincón campesino, donde más tarde, como docente de refuerzo, recibió a Carmen, una joven y bella sanantonina, que terminó siendo no sólo ese socorro pedagógico que necesitaba, sino también, su mayor y definitiva compañía en la vida… al punto de compartir tras más de medio siglo: 4 hijos, 11 nietos, una gran familia extendida, numerosos amigos y una vieja casa patrimonial en medio de los barrios Matta y Matadero, la que terminó siendo el hogar permanente, en su definitivo Santiago.
Luego de Lo Abarca, “Pancho” es destinado a la capital, a una escuela pública de la Población Santa Adriana, en paralelo comienza estudios en artes plásticas en la Universidad de Chile y la Universidad Técnica del Estado. Tras un año, Carmen, su joven colega en Lo Abarca y novia, es destinada también a Santiago. Finalizando 1966, contraen matrimonio.
Con ambos ejerciendo en escuelas distintas y ya como una pareja establecida, la familia comienza a multiplicarse, cuestión que en caso alguno, lo hizo ceder en sus tareas políticas y de formación intelectual. Así vinieron sus estudios de música en la Escuela Vespertina de la Facultad de Artes de la Universidad de Chile y otras búsquedas académicas, hasta su ingreso en 1969 al legendario Instituto Pedagógico de “La Chile”, en donde se tituló como Profesor de Estado en Educación, todo esto, en medio de la intensa vida familiar, la militancia política, la guitarra, el canto, la lectura y las artes plásticas.
Tras el triunfo de la Unidad Popular, Francisco ingresa a la Superintendencia de Educación, en donde entre otras tareas, forma parte de equipo redactor, de la propuesta curricular del histórico proyecto de la “Escuela Nacional Unificada” (ENU), encargada por el gobierno del Presidente Salvador Allende.
Como muchos comprometidos militantes de la Unidad Popular, luego del golpe de estado de 1973, sufre la exoneración, la marginación y un deambular constante entre su profesión y algunos oficios improvisados… Más cerca del fracaso que del éxito… fue artesano, vendedor de ollas, microempresario de papás en ferias libres, corredor de propiedades etc… etc… etc…
Con todo, logró salvar con vida, del acecho de la dictadura, negándose a salir del país y manteniendo su militancia clandestina. Vinieron entonces nuevos estudios, como los de Derecho en la Universidad Católica y los realizados en el Instituto Latinoamericano de Doctrina y Estudios Sociales (ILADES) y trabajos más estables, como los de la Escuela Postal Telegráfica de la Empresa de Correos de Chile, en donde llegó a ser su director, más tarde se desempeñó también, como supervisor docente en la Fundación DUOC, de la Universidad Católica y presidente de su sindicato.
Terminada la dictadura chilena, Francisco ingresa al Servicio Nacional de Capacitación y Empleo (SENCE) del Ministerio del Trabajo. Por esos días también, se aleja de la disciplina militante, sin perder por eso, su condición de hombre progresista, continuando igualmente activo, sumergido en el devenir político, social y ético del país y del mundo.
En paralelo a este largo ciclo como funcionario público, se gradúa como Magister Artium en Filosofía Política en la Universidad de Santiago de Chile, también como Magister en Educación en la Universidad de Artes y Ciencias Sociales (ARCIS). Realiza múltiples talleres en la línea del “Desarrollo Personal”, además viaja a Alemania para conocer el sistema de formación profesional de ese país y recorre Europa mochila al hombro.
Tras su jubilación el año 2007 en el SENCE (Servicio Nacional de Capacitación y Empleo del Ministerio del Trabajo), estrecha su complicidad con la Universidad de Santiago de Chile, ejerciendo formalmente como académico de su Facultad de Humanidades, tarea que sostiene hasta el año 2017, fecha en la que por razones médicas, debe suspender su activa vida docente.
Francisco Villa Lezana, presenta en junio de 2019, “Intuiciones a Destiempo”, un amasijo de artículos escritos después cumplir 70 años de vida, ensayos en los que en su calidad de ciudadano con camino recorrido, da cuenta de su cosmología, nutrida por las vertientes más significativas de su derrotero, evidenciadas en su jerarquía intelectual, moral y espiritual. Estos artículos constituyen como conjunto, un legado que ha de iluminar las reflexiones del presente, pero por sobre todo, la teoría y la práctica de las generaciones venideras. Es finalmente, el testimonio concreto, de un ser que ha justificado con su obra, su paso por el mundo y con ella también, su jerarquía e indiscutida trascendencia.
Finalmente, fallece a raíz de un cáncer renal, en su casa del Barrio Matta en Santiago de Chile, el 10 de agosto de 2019, rodeado del amor y la admiración de su familia y sus amigos. Así, Francisco Villa Lezana, honró la vida de manera contundente, con cada gesto, con cada paso dado.
Santiago de Chile, 11 de agosto 2022
Crónica Digital
