El jerarca católico fue enfático, como era obvio, en el rechazo a la aprobación por el Legislativo chileno de la despenalización del aborto en tres causales (riesgo de vida de la madre, inviabilidad fetal y violación) y a la iniciativa que busca legalizar el matrimonio igualitario.
Ezzati indicó, sin embargo, que “respetuosos de la legislación que el Estado se ha dado, nuestra opción por la vida se traduce en redoblar nuestro esfuerzo para seguir acompañando a las mujeres que viven situaciones límites en su embarazo, a las que deciden continuar con él”.
Y a las que piensan que el aborto es una solución, agregó, “la Iglesia ofrece sus manos y extiende su abrazo de servicio a todas las personas que necesiten paz, amparo, apoyo y consuelo”.
En el apartado propiamente político y de contingencia electoral, el prelado católico también fue explícito, enfatizando que “hay que conceder un lugar preponderante a una sana política, capaz de (…) reformar las instituciones y dotarlas de las mejores prácticas que permitan derrotar el cáncer de la corrupción”.
Al mismo tiempo la homilía enunció los graves problemas de la sociedad y el país, la pobreza, la situación de los pueblos indígenas, de los migrantes, de los trabajadores y la defensa de sus organizaciones, la situación de los pensionados.
La homilía habló también de “hacer de Chile un país de hermanos”, asumiendo un rol protagónico como Iglesia, pronunciándose “por el diálogo,”, porque “el perdón venza el odio y la venganza, que la paz venza en nuestra Patria”, asumiendo para la Iglesia el carácter de “centinelas de la aurora”, reivindicando su rol “moral”, de la Iglesia Católica en la sociedad en su conjunto.
El Cardenal señalo: “En esta hora de la historia, como nación, nos cabe a todos la hermosa y noble misión de otear el horizonte, para descubrir y adherir a la esperanza que no engaña, la promesa de vida abundante que Dios ha inscrito en el alma de Chile, para sus hijas e hijos”.
En pleno proceso eleccionario, estableció, “se nos ofrece, entonces, una excelente oportunidad para valorar el rol de la política, para superar la tentación del descrédito, de la desconfianza y de las polarizaciones estériles y para reafirmar el propósito de hacer real el proyecto de una estatura cívica alta, puesta al servicio de todos, de manera especial, al servicio de los más postergados”.
Lo cierto es que, notoriamente y en los hechos, la Iglesia Católica- así como también lo han hecho algunos credos evangélicos, asume un protagonismo en la escena política del país., por lo que pasan a ser actores, en un escenario más que complejo, y con el riesgo de ser utilizados, y claramente instrumentalizados para apoyar, aprobar, o rechazar a políticos y programas determinados.
Por Marcel Garcés Muñoz
Periodista
Director de Crónica Digital
Santiago de Chile, 22 de septiembre 2017
Crónica Digital
Uno echa de menos que los comentarios del Cardenal no comiencen con «Nosotros (o nuestra Iglesia) cree que ….». En cambio, tiende a utilizar todavía un lenguaje en que absolutiza el pensamiento de la Iglesia Católica que, a su vez, está basada en dogmas.
El Estado Laico da o debe dar garantías a todas las creencias y nocreencias. Y eso termina por unir, en la diversidad, al país. Lo encomiable es que se advierte, en las palabras del Jefe de la Iglesia Católica, el reconocimiento de esta situación; es decir, de las leyes que provienen del Congreso y demás estructura legislativa del Estado. Lo que es afortunado pues reconoce el respeto que debemos a la diversidad, a las instituciones políticas del Estado y a las leyes que de él emanan.
Uno echa de menos que las palabras del cardenal comiencen estableciendo lo que es opinión de la Iglesia y no entregar dogmas como acuerdo objetivo de nuestra sociedad.
Por otro lado, reconoce que se debe respetar las leyes de la República, las que permiten la libertad individual con opciones decuadas.
En resumen, es un claro avance en el respeto al estado laico que nos une y que defiende una unidad entre creyentes y no creyentes.