Las próximas dos semanas serán de intensos debates en el seno del Tribunal Internacional de Justicia de La Haya. Perú nos llevó a aquel tribunal inventándose una cuestión en litigio que afecta mar, tierra y subsuelo en nuestra frontera común.
Tiene derecho a hacerlo. Pero, también existe el derecho por parte de aquel Tribunal, de más de 75 años de vida, de haberse negado a abrir causa si no hay razones fundadas para hacerlo. Y en La Haya abrieron proceso.
Los antecedentes previos no son buenos para Chile, en la medida en que cualquier fallo que altere la actual situación, irá en merma de los intereses chilenos. Perú, en consecuencia, no tiene nada que perder. Ha sido inteligente al plantear tal situación, de manera recubierta de derecho, sin marcar hostilidades.
Por el contrario, nosotros nos hemos quedado en la confianza de que tenemos el derecho de nuestra parte y que nos ampara, entonces, la razón. Sin embargo, ahora, a pocos días de iniciarse los alegatos orales y cuando ya se han aportado todos los documentos necesarios, nos comenzamos a preocupar más abiertamente del asunto. Y personajes importantes expresan abiertamente sus temores.
Es que no es un tema menor. Nuestra integridad jurisdiccional podría verse alterada. Los tratados que hemos suscrito podrían no servir de nada ante un fallo del Tribunal Internacional que es vinculante, definitivo y sin apelación.
El Tribunal de La Haya surge del final de la segunda Guerra Mundial, allá por 1945/1946. Nació como una necesidad de tener una Corte de carácter internacional que fuese capaz de dirimir problemas y que evitara males mayores entre los estados miembros de Naciones Unidas y de su Consejo de Seguridad.
Lo integran 15 magistrados de diferentes países, cinco de los cuales son de los estados miembros del Consejo de Seguridad de la ONU. Son juristas de alto prestigio, elegidos por mayoría absoluta de la Asamblea General. Y se dedican solamente a dicha función, sin poder trabajar en nada más.
Por lo tanto, en dicho Tribunal Internacional debe predominar siempre el derecho, porque es el derecho, en todas sus formas y culturas, el que interviene en este tipo de procesos.
A Chile le avala, precisamente, eso. La jurisprudencia existente en torno al problema planteado por Perú. Tenemos tratados suscritos hace años con nuestros vecinos del norte que desmienten sus pretensiones. Pero, además, existe el uso cotidiano que se le da a esos tratados, tanto por pescadores, como por marineros, compañías aéreas, transportistas, etc.
Entonces, debemos estar atentos a la ecuanimidad de los magistrados internacionales. Pero no debemos confiarnos. Nuestros representantes deben agotar todas las instancias jurídicas posibles para salir indemnes de una jugada hábil de nuestros hermanos del norte.
Por Miguel Ángel San Martín
Chillán, 1 de diciembre 2012
Crónica Digital