EL pasado está a la vuelta de la esquina de Eduardo Gutiérrez

Cuando un lector enfrenta una narración, donde la historia, los personajes y ciertas escenas del mismo, adquieren la forma de un espejo social, el proceso de lectura se transforma en un constante cuestionamiento, una conversación, un debate donde presente y pasado se van [re]construyendo.

En ese sentido, y tal vez por pura obsesión inútil, se vino a mi mente Walter Benjamin, filósofo y crítico literario de nacionalidad alemana y origen judío. En particular, las últimas líneas del número 7, de sus ya míticas Tesis sobre la filosofía de la historia

 “Jamás se da un documento de cultura sin que lo sea a la vez de la barbarie. E igual que él mismo no está libre de barbarie, tampoco lo está el proceso de transmisión en el que pasa de uno a otro”.

La novela El pasado está a la vuelta de la esquina, publicada por la Editorial Trayecto, adquiere el tono de un registro de la barbarie que, azotó las vidas de tantos y tantas en nuestro país. En concreto, se trata de una ficción donde la dictadura militar y sus reverberaciones se encuentran presentes.  Desde esa óptica, roza con el testimonio, sin agotarse en ese recurso. A diferencia de la banalidad del mal[i], cuya esencia es la burocracia del exterminio, llevada a cabo por funcionarios carentes de una ética. La barbarie, supone un acto de complicidad activa o pasiva, con los victimarios. El golpe civilizatorio de 1973, convierte la fértil provincia en un cementerio y la sociedad chilena -salvo excepciones- sabía lo que estaba ocurriendo. De ahí la fractura, proveniente del terremoto social inducido.

La trama, contiene elementos donde el narrador omnisciente, nos mueve con total desparpajo, obligándonos a cruzar fronteras, continentes, jugando con personajes históricos y otros ficticios. En un ejercicio de re-construcción de la memoria histórica de una familia, de un pueblo, un país. Dos ejemplos:

 

  1. “La mayoría quedó unos segundos sin posibilidad de moverse, atontados y con los oídos tapados, esperando la otra andanada de disparos. Fue ese el momento en que Salvador Allende se dio cabal cuenta de que estaba todo perdido. Había esperado con disimulada angustia que le informaran de regimientos leales a su Gobierno que se negaran a obedecer las órdenes de los amotinados”. (Pág. 114)
  2. Ese mismo día 11 de septiembre, en el centro de la ciudad, JotaJota mantenía en alerta a su equipo de traumatología en el hospital de la calle San Martín. Había contactado por teléfono al Gringo y, cerca de las nueve de la mañana, ambos habían confirmado el golpe de Estado. Una hora después, JotaJota llamó a La Moneda y habló con un integrante de la escolta presidencial. (Pág.116)

La gran historia, es un escenario donde las relaciones humanas van tomando forma, personajes como Luciano, Tadeo, Dolores, Gabriela, entre otros, adquieren vida y se van complejizando, no entregaré más detalles al respecto, para no caer en spoiler.

En la cocina de este proyecto de escritura, podemos detectar entonces un factor que cruza todo el relato y que conceptualmente lo definimos como memoria, entendida como el ejercicio constante de volver al pasado con su impacto en el presente referencial. A tal dispositivo, recurren quienes han visto quebrados sus procesos familiares y personales. Alguna vez, escuche decir que cuando la historia pasa por nuestros cuerpos, resulta insostenible no buscar explicaciones, de ahí que el recuerdo adquiera una modulación sanadora. Es el olvido, la amnesia, la gran sombra de las historias personales, de un pueblo o un país. Desde la oscuridad, desde el frío del abandono, se hace imposible la construcción de una memoria íntima y colectiva.

La mayoría de los y las protagonistas que cumplen diversas funciones, en razón de lo que el escritor considera su plan de trabajo, nos trasluce con intencionalidad o no, un espíritu de época con unas izquierdas, marcadas por una dependencia eurocentrada, más bien blancas, creyentes en un proyecto civilizatorio que, al no ser leído desde la [alteridad[ii]] sucumben al mito moderno del progreso, ante ese imaginario, necesitan rendir cuentas.

Es bien ilustrativo este pasaje, para entender lo que sugiero:

Escribió un ensayo sobre la guerrilla y la revolución en América, así es que venía con una aureola de santón de la revolución mundial (lo de su casi huida de la guerrilla se sabría mucho después).» El presidente Allende lo trató como a un amigo, explayándose sobre diversos tópicos, tratando de convencer al intelectual de la viabilidad de sus ideas”. (Pág.31)

Gutiérrez, en este trabajo sale de su espacio de confort, donde los ensayos y artículos de debate, eran la vía de comunicación escogida para conectarse con otros. De mutuo propio, escoge contarnos una historia, construir una ficción, abrirse a la dimensión holística del lenguaje artístico literario.

El texto, me tienta a buscar diálogos poco explorados, porque no se encuentran en el rito aceptado de lo que se entiende por “crítica literaria”.

El primer contraste, deviene en lo que percibe Luciano. Su choque cultural, a partir de la consagración de la barbarie, con sus dudas y temores.

No obstante, lo que más me llamó la atención fue constatar que entre los cientos de nombres estaba, nada menos, que el de Adolf Hitler. Cuando miré asombrado el tarjetón con el nombre del genocida, Margot lo explicó: —Es que fue electo democráticamente”. (Pág.237)

Conversando con mi padre esa noche coincidimos en que había en la ex Alemania Oriental una tendencia a olvidar su rol de apoyo al nazismo y, por tanto, a exacerbar la crítica, justificada por cierto a la influencia soviética en la vida de los alemanes orientales. Me pregunté si la familia de Margot no sería una de las cuatrocientas mil alemanas que recibieron empleadas domésticas polacas esclavas durante la guerra”. (Pág.240)

El paralelo, entre la respuesta escueta y el sentido común de “lo elegimos”, el silencio como protección de la infamia, al ser trasladado a la sociedad chilena, deja caer el telón de lo no discutido o relegado al ocultamiento. El blanco sobre negro, de una construcción discursiva emancipadora y a la vez colonial. Un poeta martiniqués, Aimé Césaire, tomó conciencia de ese proceso y lo explicitó en su ya célebre Discurso sobre el colonialismo[iii], escrito en 1950, siendo poco valorado o visto con distancia por las izquierdas blancas, bastante más cercanas a la reflexión francesa, italiana, alemana o a la versión en vulgata del Marx soviético.

La última hebra, de la tesis 7 de Walter Benjamin, invita a pasar el cepillo a contrapelo sobre la historia. Algo de ese oficio, practica Luciano, como personaje central de esta obra de 335 páginas, donde las formalidades oleadas y sacramentadas de una novela se encuentran presentes. Dicho de manera escueta: hay oficio. Una de las virtudes principales a rescatar, es el uso preciso de los saltos en tiempo y espacio, porque ayudan a dinamizar la lectura y atenuar las páginas más crudas del relato.

Omar Cid
Escritor y analista político
Subdirector de Crónica Digital
Santiago de Chile, domingo 15 de mayo del 2022

[i] Concepto desarrollado por Hannah Arendt

[ii] Sin embargo, hay otra lógica; es la que voy a llamar: «Lógica de la alteridad». Esta lógica comienza por el cara-a-cara; el reconocimiento del Otro mueve de un modo muy distinto al que de esta manera acepta al Otro como otro. Solamente de este nivel puede decirse que hay la paz, que hay el amor, y, por lo tanto, que

se instaura la historia. Cara-a-cara significa enfrentarse al Otro como otro; sin embargo, el Otro como otro es siempre, y al mismo tiempo, parte de un sistema, pero como oprimido. (Dussel, Enrique. Introducción a la filosofía de la liberación. Pág.128)

[iii] Si, valdría la pena estudiar, clínicamente, con detalle, las formas de actuar de Hitler y del hitlerismo, y revelarle al muy distinguido, muy humanista, muy cristiano burgués del siglo XX, que lleva consigo un Hitler y que lo ignora, que Hitler lo habita, que Hitler es su demonio, que, si lo vitupera, es por falta de lógica, y que en el fondo lo que no le perdona a Hitler no es el crimen en sí, el crimen contra el hombre, no es la humillaci6n del hombre en sí, sino el crimen contra el hombre blanco, es la humillación del hombre blanco, y haber aplicado en Europa procedimientos colonialistas que hasta ahora solo concernían a los árabes de Argelia, a los coolies de la India y a los negros de África. (Pág.15)

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Conversando un café en Crónica Digital con: Gabriel Rodríguez Bustos

Lun May 16 , 2022
Gabriel Rodríguez, vive en San Javier, una ciudad ubicada en La Región del Maule, su proyecto de escritura y trabajo periodístico, se encuentra vinculado al tema de Los Derechos Humanos. Desde ese territorio ha forjado una voz contundente. En conversación con Crónica Digital, hablamos de su mirada literaria, allí profundizó además, en temas de la contingencia nacional, como las consecuencias del estallido y su esperanza en el gobierno de Gabriel Boric y el proceso constituyente.

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