No obstante vivir en el tercer milenio cargado de modernismos en cuanto a cambios drásticos en las relaciones de pareja, tales como vacaciones con los respectivos amantes, sexo en grupo y otras novedades muy criticadas por muchos y aceptadas por otros, ciertas normas perduran al menos en un buen porcentaje de uniones.
A decir verdad, uno de los deseos más hondos, tanto de los hombres como de las mujeres, es ser el único o la única en la vida del otro, mientras dure la relación.
No solo por un problema práctico relacionado con las ITS, incluido el VIH/ sida, sino porque se está como más a salvo. Cuando en una relación aparece el riesgo de perder el cariño de la persona amada a causa de otra tercera, surgen irremediablemente los celos. Es casi una reacción en cadena. Pero ello no es malo ni dañino, mientras no traspase ciertos límites.
Según criterios especializados, los celos son normales e incluso necesarios, ya que generan la energía vital en una pareja. En una unión afectiva sana, cada uno de los miembros de la pareja se esfuerza por mantener el amor. Los celos son emociones que funcionan como un mecanismo de defensa, que garantizan la permanencia de cada uno de sus miembros y protegen la relación de intromisiones del exterior.
Cuando las conductas de celos comienzan a ser obsesivas y crean una atmósfera asfixiante para la persona que es objeto de celos, se establece un fenómeno patológico o enfermizo.
En estos casos, la celosa o el celoso, pierde el control de sí y puede llegar a hacerle mucho daño a la pareja, incluso matarla. La prensa de cualquier parte del mundo, relata con frecuencia muertes por esta causa, denominadas crímenes pasionales, que bien debía reajustarse tal término, ya que de pasión, no tienen nada, más bien de malsanidad, egoismo y neurosis.
Ciertamente, las personas enferman de celos. Es como una centrífuga que va devorando el raciocinio y la cordura. Ante ataques de celos, escenas pasadas de rosca, debemos meditar y actuar de manera madura y equilibrada. Una terapia de apoyo siempre es fundamental en estos casos.
Quienes estudian este fenómeno a fondo, consideran que un importante número de personas celosas responden al modelo que conocieron en su familia. Generalmente, un padre celoso con la madre, o viceversa, trasmite a los hijos o hijas tales vicios en la personalidad. Esa es una de las claves que determinará sus futuras relaciones de pareja y su sexualidad.
También sucede que una madre controladora va a formar un esposo controlador en su hijo; de la misma manera que los abusos de un padre crea en sus hijos un patrón semejante que se desarrolla cuando forman una pareja, un comportamiento obsesivo que afecta la estabilidad familiar, el desempeño en el trabajo y las relaciones sociales, característico de un estado de delirio de celos.
Según la psicología evolutiva, los celos tienen una función particular y universal en la historia del ser humano, ya que permiten la construcción de relaciones monogámicas.
Independientemente de tales criterios, es una realidad reconocida que el perfil psicológico de un celoso o una celosa se refleja por su baja autoestima e inseguridad. Esos individuos demandan una constante aprobación de su pareja. Sufren y hacen sufrir no tan sólo a su compañero o compañera, sino también a quienes les rodean.
Por línea general, apuntan los expertos, las acciones de ira y agresión de un celoso o celosa aumentan en forma progresiva. Los casos extremos de celos obsesivos frecuentemente tienen un desenlace fatal. Otelo, el famoso personaje de Shakespeare, ha quedado como ese modelo para la historia.
Parece ser que es más equilibrado y maduro el perfil de quien aprende a confiar en su pareja. El respeto resulta además fundamental. Cuando el celoso o la celosa se da cuenta de que su pareja es un ser humano y no un objeto de su propiedad, recién estará en condiciones de concertar una verdadera comunicación. Valerse de la ira, el miedo o la agresión para continuar una relación, sólo causa daño, ruptura y sufrimiento. Nadie es de nadie, decía mi abuela. Cuánta razón tiene la sabiduría de los ancianos.
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