NUESTRAS DUDAS ACERCA DE LA REALIDAD

No es más que el secuestro de la melliza Claudia por parte de extraterrestres que la llevan a un paseo a una velocidad de 0,9 c (la velocidad de la luz), y al regresar se encuentra con que su mellizo Claudio tiene 80 años, pero ella aun no tiene 35.

Sin embargo, Torreti nos complica el juego y nos dice: “otra paradoja parece amenazarnos si admitimos que en su agenda Claudia lleva la cuenta de los cumpleaños de Claudio”. La respuesta que nos da es breve, cuidada y sencilla, como todos los pasos que da, pero lo interesante es que claudia no ha mentido en su diario.

Desde el mundo científico de aparentes certezas de Newton, la ciencia alcanza en el siglo XX nuevos límites, asumiendo las incongruencias de una lógica mecánica y revalorizando, con sus distancias, la relación desordenada y armónica de los antiguos griegos.

Desde fines del siglo XIX la discusión del tema había incorporado incansablemente nuevos elementos cuestionadores. Desde los propios laboratorios de investigación, gracias a los aportes de Maxwell a la teoría electromagnética de la luz, y fundamentalmente a los de las teorías especial y general de la relatividad de Einstein, se abre paso a una ardua polémica acerca de los fundamentos mismos de la investigación científica.

A contar de los descubrimientos y confirmaciones científicas posteriores a las revolucionarias proposiciones de Einstein, se hacia insostenible la mantención de las concepciones clásicas de la ciencia. Ya, desde la teoría de la relatividad especial, Einstein había modificado nuestra concepción del tiempo.

En ésta teoría colocó en el centro la observación de que todas nuestras proposiciones en las cuales desempeña algún papel el tiempo son siempre proposiciones que se refieren a sucesos simultáneos, y entonces simultaneidad no puede ser un concepto absoluto sino relativo al estado de movimiento del observador.

En consecuencia el tiempo tampoco es absoluto sino que depende del movimiento relativo; dicho de otra forma, no existe la identidad de instantes en lugares diferentes.
Edwin Schrödinger decía, el mismo año en que Hitler llegaba al poder, que “las leyes de la física son leyes estadísticas, y se convierten en precisas sólo para los sistemas que contienen un numero enorme de partículas”.

El mismo fue quien propuso el famoso experimento de la “incertidumbre macroscopica”; explicaba que si ponemos un gato en una caja de acero con un recipiente que contenga una pequeña masa de sustancia radiactiva que, si es que reacciona, activa un veneno que mata al gato, entonces después de una hora la “función” del sistema completo daría cuenta de la situación “mezclando en partes iguales al gato vivo y al gato muerto”.

Todos los procesos de cambio, de movimiento, involucran simultáneamente tanto factores de orden como de desorden, y es evidente que nuestra percepción no capta esta realidad ni en el espacio ni en el tiempo.

En esta nueva perspectiva, los descubrimientos científicos exigían un cambio de paradigma, ya que clásicamente se asociaba el orden al equilibrio (como es el caso del cristal) y el desorden al no equilibrio (como es el caso de la turbulencia). Hoy en día, sabemos que esto no es exacto: la turbulencia es un fenómeno altamente estructurado, en el cual millones de partículas se siguen la una a la otra en un movimiento extremadamente coherente. Y el caos también es un orden.

Mientras la teoría evolutiva clásica considera la existencia como un proceso de desarrollo desde lo simple a lo mas complejo y heterogéneo, el principio de la entropía supuestamente nos debiera conducir hacia la homogeneidad y uniformidad; sin embargo ambas tendencias conviven en la realidad y el proceso entrópico las contiene, no conduciendo a la uniformidad o nivelación de diferencias, sino pasando a nuevos ordenes de existencia cada vez más complejos.

La realidad aparece definitivamente como demasiado rica y sus contornos demasiado complejos para que, como nos recordara Niels Bohr, una sola lámpara los pueda iluminar por completo.

Es evidente entonces que nuestra relación con el mundo está inevitablemente condicionada por el accionar del mundo sobre nosotros mismos o nuestros instrumentos, y que ya nunca más podremos actuar como aquel amo que cree entender a sus esclavos porque estos obedecen a sus órdenes.

El más básico realismo nos indica que debemos asumir la realidad caótica y someter su azar sin pretender que con ello cambiamos su forma de existir. “La realidad tiene que ver más con lo que hacemos en el mundo que lo que pensamos acerca de él”.

Cualquier regularidad en el comportamiento de grandes conjuntos de partículas o de personas ha de ser estadística, decía Schrödinger confirmando así los nuevos caminos de la ciencia. Y es en este marco de conocimientos de la realidad que es posible establecer saberes científicos y leyes, no como las que esperaba Newton, pero leyes al fin.

Conceptos que nos conducen a un realismo optimista, sin las limitaciones de las rígidas concepciones del siglo XIX, pero en ningún caso a la pretendida necesidad de metáforas que suplan el rigor de las ciencias.
Como podemos deducir, Claudia no mintió en su diario y la solución solo requería considerar dos marcos inerciales diferentes.

Por cierto, otro tema diferente es la verdad de nuestros conocimientos, como correlato de la realidad, o no, pues solo la existencia es antológica. Sobre la evolución de nuestro concepto de conocimiento en el ultimo siglo vale la pena leer el libro de Alejandro Ramirez “La transformación de la epistemología contemporánea” (Editorial Universitaria, 2004). Sin embargo, es evidente que los hechos experimentales desde hace mas de un siglo nos dan cuenta que ya no es posible la construcción científica de visiones eternas, ordenadas como dogmas definitivos, sino más bien se tiende hacia un pensar el mundo, su historia y su futuro, con perspectivas unitarias pero parciales, limitadas, como es la realidad en el “orden del caos”, aquí si jugamos con la metáfora como paradoja que se vuelve superficial.

Está la probabilidad que la búsqueda aristotélica y kantiana de unidad en la razón, expresada en el juicio, solo sea expresión de otra ilusión desarrollada en nuestros últimos 150 mil años de evolución, y el sentido común nos esta pasando la cuenta al aceptar el desorden de la realidad y el orden de nuestra reflexión. Me inclino a pensar que no es así, no es una ilusión, por más que la relatividad y la mecánica quántica nos hagan dudar.

Por: Gonzalo Rovira. El autor es académico chileno. Miembro del Consejo Editorial de Crónica Digital.

Santiago de Chile, 4 de noviembre 2006
Crónica Digital , 0, 92, 9

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