Llegó acompañado por un séquito de amigos y una de sus hijas, y aproveché para hacerle algunas preguntas y enterarme de alguna nueva de su trabajo musical.
Lo primero es lo primero. Los dos álbumes galardonados: el CD Como un campo de maíz y Líneas paralelas AM PM. El primero contiene canciones íntegramente suyas, salvo dos de su antigua esposa Sandra, que escribe poemas.
Es un disco de corte sentimental, aunque existe una pieza dedicada a la muerte, un tema muy constante en su obra. La producción pertenece a Dagoberto González (hijo), grabación y mezcla de Adalberto Hernández (Berty).
El segundo CD, Líneas paralelas AM PM, a dúo con Andy Montañéz, abarca temas tradicionales clásicos de la vieja guardia: Juramento (Miguel Matamoros), Son de la loma (Matamoros), Santa Cecilia (Manuel Corona), Nuestra canción, Guitarra mía (una creación del papá de Andy Montañéz), Allí estarás (escrita por Dagoberto González para Pablp), Allá en la altura, Líneas paralelas (canciones borícuas), La felicidad (canción de Pablo, esta vez con arreglo de salsa)
El grabador Adalberto Hernández me señalaba que Milanés ha producido discos de enorme trascendencia artística y cultural como Querido Pablo, nunca fue premiado a pesar de contar con la participación de figuras legendarias de América y España. La industria de la música tiene esas veleidades.
Milanés está grabando ahora su nuevo disco, sin nombre aún. Por lo escuchado, parece que será un verdadero éxito, canciones a media voz, con mucha atmósfera y sentimiento. Recordé aquella etapa en que Pablo admiraba -y sigue admirando- a Nat King Cole, Johnny Mattis, José Antonio Méndez, Lucho Gatica.
Los sendos Grammy latinos le han dado mucha alegría, pero el sigue siendo sencillo, amistoso, natural, el mismo de cuando estaba en el grupo de de Experimentacón sonora del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC).
Le recordé algunos de los diálogos que sostuvimos en las aulas del ICAIC donde recibían clases de Leo Brouwer. Cuando estas concluian -para desconectar- todos los músicos jugaban al tiroteo de tacos de cartón. Con una liga doblada en los dedos se los lanzaban unos a otros.
«Desde aquella -evoca Milanés- reflexiono día a día sobre los resultados de mi trabajo. No soy de los que piensan que una evolución se debe ver solamente a través de los saltos en el tiempo. Todo artista que realiza una obra creativa tiene que cuestionarse diariamente su trabajo y después, quizás, hacer valoraciones panorámicas.
«A mi juicio, es la única forma de superación personal. En el grupo ICAIC intercambiamos muchas experiencias, trabajábamos a diario. Algunas grabaciones se quedaron como un hecho realizado, y en otros casos como ejercicios de clase, de confrontación.
«También hacíamos música para cine, varios directores nos instaban a que compusiéramos música para películas, y eso nos obligaba a ejercitarnos en el oficio y en la labor creativa. De ahí surgieron muchas piezas que han permanecido para siempre».
Fue muy provechoso para Milanés transitar por diversos caminos de la música: «Comencé cantando en la radio, televisión, en producciones de cabaret, en agrupaciones vocales, en coros, en orquestas típicas y como trovador, solo y en agrupaciones. Todo ello me dio una sólida base. El ambiente fue eminentemente sonero y, por tanto bien cubano».
Aproveché para preguntarle en qué momento cantó con la orquesta Sensación.
«Fue en 1959, una experiencia emocionante. Imagináte que en esa charanga cantaron Abelardo Barroso, el Caruso del son, Cheo Marquetti, Celio González, que después estuvo en la Sonora Matancera, Tabenito, Luis Donald, Cheo Junco, Cheo Marquetti, estrellas de verdad».
El son es algo muy especial para Pablo y, mientras escuchaba en la UNEAC a la agrupación Jóvenes del Cayo, disfrutaba los temas soneros.
«Cuando nací, comenzaba el auge de esos conjuntos. Procedo de una tierra sonera (Bayamo, oriente de la isla), donde pululaban trovadores bohemios, piquetes soneros, órganos orientales. El son me entró por la piel, por la sangre, de una manera muy natural.
«Nunca me fue difícil expresarme a través del son, me atrajo muchísimo desde niño, lo estudié. Llegué a la conclusión, mediante investigaciones, de que lo musical es lo que más define la cubanía. En Bayamo se cultiva este género de una manera muy peculiar, mezcla de son oriental con el son montuno, una forma más criolla. En 1965 compuse la guajira Mis 22 años, en la que me propuse la búsqueda de lo cubano, de nuestras raíces».
Silvio Rodríguez suele afirmar que los creadores de la Nueva Trova fueron reconocidos después de mucho tiempo. Tanto él como Pablo comenzaron a permear el gusto masivo de los jóvenes, a partir de 1984, con las imágenes de sus giras por Ecuador, Uruguay y Argentina.
Entonces se pudo apreciar cómo el público latinoamericano conocía y coreaba las canciones cubanas. «Nos entendían perfectamente y se deslumbraban; se demostró que nuestra música y nuestra poesía no eran extrañas. Por ahí empezó a hacerse famoso el Movimiento de la Nueva Trova.»
De entonces acá han transcurrido más de dos décadas, tanto Silvio como Pablo pasan la barrera de los 60. Ambos están en la cima de la canción internacional, entre los clásicos mayores de la trova y la música de América Latina.
Por Rafael Lam
La Habana, 30 de noviembre 2006
Prensa Latina , 0, 75, 9