Si tienes dinero tienes acceso a una vivienda digna, a una salud adecuada, a una educación con proyección, a un transporte oportuno, etc.
Mi padre tenía un aforismo que hace tiempo que no escucho y que decía Nadie se hizo rico trabajando, me explicaba que los ricos tenían dinero porque de una forma u otra habían amasado sus fortunas sobre la base de la explotación al obrero, o bien tenían herencias de familias que en alguna generación habían expoliado la fuerza de trabajo de hombres y mujeres humildes. De modo que los llamados ricos nunca han tenido mis respetos.
Los educadores, que vamos a contrapelo de la sociedad actual, intentamos mantener valores como la solidaridad, el altruismo, la generosidad, el espíritu humanitario, pero la verdad es que ni la familia, ni los medios de comunicación nos colaboran en esta tarea.
Competitividad, consumismo, individualismo son los signos predominantes en la actual sociedad neoliberal regida a ultranza por el mercado.
Todo esto es sabido y lo sufrimos cotidianamente. Sin embargo, falta una reflexión seria y profunda respecto de los efectos que este sistema provoca en nuestros niños, el futuro de Chile. Mientras más tiempo permanezcamos en el actual estado de cosas, más difícil se torna revertirlo ya que en cada gesto de la sociedad van implícitos estos disvalores mencionados.
Cuando las políticas oficiales en educación hablan de las nuevas salas cunas, y de una atención preferencial a los preescolares me ha tocado presenciar cómo el sistema domestica a nuestros pequeños en las leyes del mercado. Los malls con juegos que se pagan mediante tarjetas, donde los niños y niñas condicionan sus tiempos de juego y el tipo de juegos a la cantidad de dinero que pudieron ponerle a su tarjeta, o en plazas y localidades donde el negocio de los juegos tiene un empleado, hombre o mujer, que tiene la horrible misión de decirle a su pequeño cliente, bájate, ya no hay más tiempo para saltar en tal o cual aparato, a menos que vuelvas a pagar.
Recuerdo las miles de plazas con juegos infantiles gratuitos que se construyeron durante el Gobierno de la Unidad Popular. Cómo resulta mentiroso el decir que hay preocupación por la infancia si se permite, que los juegos infantiles, algo tan elemental para el desarrollo de los seres humanos, no se cautele como un derecho libre, gratuito, educativo, y se permita y hasta fomente que se negocie con ellos, abiertamente con afán de lucro.
¿Qué ocurre en la mente de ese niño, esa niña, que parados en la vereda de enfrente no tienen derecho a jugar al igual que otros niños de su misma edad? ¿Creerá ese niño algún día en una democracia donde todos tengan los mismos derechos? ¿O más bien se tornará en un ser condicionado a la mediocridad y a la resignación porque no tiene acceso a un rato de esparcimiento? ¿Qué hacemos los educadores por sacar de ese ambiente mezquino a los niños? ¿Cómo instalamos la idea de juegos recreativos sanos y gratuitos? ¿Cómo los padres no se esfuerzan por abrir el mundo de los pequeños más allá del juego de máquinas, o de tarjetas plásticas, y recuperamos el concepto del juego como un elemento lúdico, gracioso , social y profundamente humano?
La lucha de las actuales generaciones debe incluir esta preocupación por la formación de las futuras. No hay igualdad de oportunidades en el Chile actual; la discriminación por el género, por la etnia, por el dinero, son el pan de cada día. Por desgracia este pan perverso se sigue multiplicando para asegurar el bienestar de los que todo lo poseen.
El magisterio y los estudiantes han estado exigiendo la recuperación de la responsabilidad del estado en educación, la desmunicipalización y la derogación de la LOCE, ya que se requieren esos cambios estructurales para asegurar una educación de calidad para todos y todas, gratuita.
La población ya no resiste más el gasto en educación, el pago de financiamientos compartidos, el pago de matrículas, de mensualidades que van al bolsillo de particulares, o el costo de materiales que la escuela municipalizada no proporciona. Es preciso exigir con más vigor los cambios propuestos y a la vez empezar desde el quehacer cotidiano a trabajar en la dirección democrática. La lucha por construir una sociedad justa pasa por rescatar la educación como un derecho, y pasa por respetar incluso el derecho a jugar de nuestros niños.
Por: Olimpia Riveros R. La autora es profesora y dirigente nacional de magisterio chileno. Miembro de Consejo Editoral de Crónica Digital.
Santiago de Chile, 12 de marzo 2007
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