‘Estimados amigos, amigas, compañeros y compañeras:
En Chile, durante los 17 años de dictadura, la tradicional oligarquía chilena en conjunto con las Fuerzas Armadas – con la acusadísima preponderancia de la persona de Pinochet en la cúspide del aparato – se adueñaron (como institución), de todos los mecanismos del poder, y se orientaron a la instauración de una nueva forma de Estado, destinada supuestamente a perdurar por generaciones.
El nuevo Estado apareció, por una parte, como contra revolución a los avances democratizadores del gobierno Popular de Salvador Allende y desarticulador del movimiento social que lo sustentó y, por otra, como garante del nuevo régimen económico neoliberal, del individualismo posesivo y políticamente excluyente. El control militar sobre el aparato estatal se inspiró ideológicamente en la Doctrina de la Seguridad Nacional, en cuyo nombre se procedió de modo sistemático y diario al aplastamiento del enemigo interno.
Además, se atentó contra el pueblo a través de la creación de un tipo de sociedad reñida con el único ámbito posible para el libre y pleno desarrollo de las personas: el crecimiento equilibrado de la economía nacional, la salud y vigor físico del pueblo; la educación, la cultura, la paz y la convivencia civilizada, su consolidación institucional, su prestigio en la comunidad de naciones y su seguridad ante la agresión extranjera.
Sólo fue posible consumar estos hechos desencadenando el terrorismo de estado. Su acción se ejerció sobre una masa innominada de ciudadanos a quienes se hizo víctima día por día de ataques que fueron desde la intimidación masiva, los allanamientos, el encierro arbitrario y prolongado, la violación, la tortura, las desapariciones y la muerte.
He aquí la agresión, la agresión contra todo un pueblo y cada uno de los supuestos «antipatriotas» que representaban al llamado «enemigo interno», agresión que se ejerció contra el pueblo en todas sus formas y todos los días.
La historia de las civilizaciones y los grandes pensadores de teoría política nos señalan que todo pueblo es pacífico hasta que alcanza el convencimiento de que no queda otro recurso que contribuir a la movilización social con la violencia para responder a la violencia.
Que en el contexto de Chile esto se trató de defensa legítima se vislumbra con claridad palmaria si se atiende a los designios explícitos de la dictadura desde el momento mismo de asaltar el poder por la fuerza. La imagen del símbolo de la República, La Moneda, bombardeada y en llamas es el mejor retrato de la odiosidad de la oligarquía. El dictador proclamó entonces estar en guerra con el enemigo interno. Consiguientemente, las Fuerzas Armadas y de Orden, así como la policía secreta de la dictadura, volvieron contra el pueblo las armas recibidas de él bajo juramento de defenderlo. Se trató de una fuerza de ocupación extraña a la población y situada sobre ella de modo latentemente opresivo, y frente a la que no cupo otra cosa que el contra-ataque, acompañando siempre a la movilización de los más amplios sectores sociales de nuestro país. Fue una situación equivalente a la de un pueblo ocupado por dotaciones extranjeras durante una guerra, ante las que se yerguen andando el tiempo las fuerzas de la resistencia organizada. Los actos de esta naturaleza no pueden verse como ataques agresivos, sino como contra-ataques defensivos y mucho menos puede asimilárseles a ataques terroristas ni a lo que éstos tienen de más odioso, que es el directo e indiscriminado asesinato de inocentes o el regateo de sus vidas en cuanto rehenes.
Ante esta realidad, en abril de 1975, ingresa el primer destacamento de jóvenes comunistas y socialistas a la Tarea militar. Esta fecha la conmemoramos porque constituye una de las decisiones políticas más importantes y trascendentes dentro del desarrollo de la lucha contra la dictadura y por la recuperación de la democracia en nuestro país: educar profesionalmente a cuadros jóvenes en el Arte y la Ciencia Militar.
Como hace 170 años lo hicieron los Padres de la Patria por la libertad y la independencia, hace 32 años jóvenes de origen obrero, campesino, mapuche y de las capas medias de Chile, colocados en un trance histórico como dijera el Presidente Allende – optaron por la carrera de las armas como una de las herramientas de lucha necesaria cuando la situación política lo requirió. Es nuestro deber lograr que la historia de Chile reconozca esta contribución, así como el papel jugado por ellos como oficiales internacionalistas en las luchas de independencia de los pueblos de Nicaragua, El Salvador, Colombia y en África.
Rescatar la memoria del pueblo y sus luchas en el periodo de la dictadura es un aporte a la democracia. Los que empuñamos las armas, lo hicimos junto a miles y miles de patriotas que contribuyeron de las más variadas formas a la recuperación de la democracia en Chile y también en otros países hermanos. Consideramos que esos aportes anónimos merecen ser reconocidos como un legado histórico para las actuales y futuras generaciones. El pueblo tuvo que educarse en el Arte y la Ciencia Militar para defenderse y luchar contra una dictadura impuesta y digitada directamente por el hegemonismo norteamericano que con el largo brazo de la CIA y los grandes grupos económicos chilenos e internacionales usó y puso a las Fuerzas Armadas chilenas contra su propio pueblo.
En consecuencia, la sociedad chilena la democracia chilena tiene una gran deuda con aquellos jóvenes que desde hace ya más de 30 años arriesgaron y en muchos casos ofrendaron sus vidas.
La Corporación Memoria y Lucha Popular, conformada por combatientes y oficiales revolucionarios, socialistas, comunistas, miristas, rodriguistas, e independientes, nace para rescatar estos hechos históricos, para exigir el justo reconocimiento que merece este gran aporte a la lucha del pueblo chileno y para apoyarnos mutuamente. Somos una organización social que no aspira de manera alguna a trasformarse en partido político o a reemplazar el rol que a aquellos les toca desempeñar. Somos una corporación que se organiza para preguntar si ¿acaso nuestra sociedad no está suficientemente madura para que de una vez por todas sin hipocresías – se reconozca públicamente y en términos políticos la validez de la tarea militar en legítima defensa del movimiento social que se desarrolló durante la dictadura y el generoso aporte internacionalista de centenares de compañeras y compañeros?
Y como expresión concreta de ello, ¿no es tiempo ya habiendo transcurrido 17 años de democracia de que nuestros parlamentarios legislen a favor de tantos héroes anónimos a favor de aquellos que, como decía José Martí, en momentos en que a muchos se les arrebató su dignidad llevaron dentro de sí la dignidad de muchos?
-,Un gran número de ellos fueron arrestados y sometidos a torturas horrendas, luego sufrieron años de encarcelamiento y todavía se encuentran cumpliendo penas de extrañamiento imposibilitados de regresar a su país.
-,Muchos siguen obligados a vivir en una especie de semi-legalidad, enfrentando permanentemente la posibilidad de ser detenidos y acosados por la autoridad.
-,No son pocos los que quedaron con discapacidades físicas de por vida producto de las heridas sufridas en enfrentamientos con la represión Pinochetista, algunos incluso en silla de ruedas.
-,Muchos quedaron sin estudios y carecen de capacitación laboral para poder ganarse dignamente el sustento.
¿No es acaso justo que el Estado les otorgue facilidades especiales para acceder a tratamientos médicos, beneficios habitacionales y educacionales especiales? El Estado debiera incluso otorgarles una pensión especial, como se ha hecho en Europa con los luchadores de la resistencia contra el nazismo.
Lo que representa la Corporación es una reserva moral de tremendo valor para nuestro pueblo: reserva moral que no sólo se expresa en rememorar el aporte hecho por combatientes en el pasado, sino que debe servir como ejemplo y catalizador de todos los luchadores presentes y futuros por una democracia de verdad, con justicia social para nuestro pueblo.
La Corporación se transformará en la Organización que de hoy en adelante defenderá los derechos de todo tipo que tienen las personas que pertenecerán a ella, desarrollará actividades de apoyo concreto a nuestros compañeros y para ello establecerá relaciones con los organismos de Gobierno que corresponda, además de relaciones internacionales con Asociaciones similares que existen en nuestro continente y también en Europa, promoverá el estudio y el trabajo digno para sus socios y de esta manera contribuirá al bienestar de sus socios y de sus familias, seremos un baluarte en el rescate por la memoria de la lucha social, así como desde nuestros conocimientos científicos y experiencias concretas también queremos ser un aporte a la profundización de nuestra democracia.
Por el éxito futuro de nuestra organización y con el ejemplo de nuestros compañeros caídos venceremos en esta nueva tarea.
Muchas gracias.
Cesar Búster
Corporación Memoria y Lucha Popular
Santiago de Chile, 18 de abril 2007
Crónica Digital, 0, 73, 3’