En el marco de los 50 años de la Democracia Cristiana y de los últimos acontecimientos judiciales en torno al magnicidio del ex Presidente Eduardo Frei Montalva por parte de la DINA, Soledad Alvear organizó su discurso en torno a la figura del ex mandatario al grado de calificar el asesinato como el crimen más horroroso del régimen militar.
Sin duda que lo realizado por la senadora Soledad Alvear es un justo acto reparatorio y de compromiso político de la falange en torno a la figura de quien fuera uno de sus principales líderes, el ex Presidente Eduardo Frei Montalva, quien perdiera la vida en extrañas circunstancias tras ser operado en la clínica Santa María de Santiago.
En los hechos, las palabras de la actual presidenta de la Mesa Directiva de la fecha roja solo se circunscriben a conceptos organizados, inteligentemente, para un discurso público dado que, en los últimos 16 años, su colectividad (senadores y diputados falangistas) no siempre han colaborado con iniciativas de ley que permitan avanzar, a paso firme, en materias de respeto a los derechos humanos y civiles de todos los chilenos. Es más, muchas veces, han votado en contra de leyes que favorecen a los trabajadores.
Es indudable que el asesinato del ex presidente Eduardo Frei Montalva es horroroso a la luz de lo que significaba su figura política y, cuyo hecho se produce justo en momentos cuando el líder de la DC comenzaba a encabezar la oposición política al general Pinochet. El teatro Caupolican todavía recuerda su llamado a resistir a la tiranía militar.
Sin embargo, nos cuesta pensar si fue el más horroroso de los asesinatos de la Dictadura. Quizás fue el más planificado, el más audaz ya que el magnicidio debía producirse en una clínica y no en un centro de tortura por lo que el método de exterminio debía ser sutil y efectivo: envenenamiento por gas mostaza.
Para otros, los horrores del genocidio se relacionan más con los golpes de corriente, las violaciones con perros a mujeres indefensas, el asesinato de opositoras embarazadas donde los hijos por nacer también morían en las sesiones de torturas, en el uso de pastillas de cianuro para eliminar a dirigentes de izquierda y, sobretodo, en la decisión terrorista de los militares de perpetuar el crimen y la represión por años: desaparecer los cuerpos y con ello negar una digna sepultura.
Para quienes actuamos bajo el principio de la buena fe, esperamos que la senadora Alvear no solo se horrorice con los detalles de la muerte de Frei Montalva. Es necesario que encabece como presidenta de la DC y parlamentaria la eliminación o derogación de toda ley que atenten en contra de los derechos humanos sea estos políticos, económicos, étnicos, sociales o culturales de los chilenos.
Pero la escasa producción legislativa que aseguren el retorno a una democracia plena hacen dudar de su compromiso político, sobretodo si pensamos en tres ejemplos concretos: Uno, la mantención de los enclaves autoritarios que dejó la dictadura con la Constitución Política de 1980 y que se caracteriza por ser un modelo binominal excluyente y poco participativo.
Dos, un modelo económico ultraliberal que se ha perfeccionado con los gobiernos concertacionistas. Es indudable que su aplicación ha permitido generar mayor riqueza al país pero a costa de las capas medias y obreras dado que no resuelve el problema de la redistribución de los ingresos, como es el caso de los contratistas de Codelco.
Tres, en materia de derechos humanos y pese a todos los esfuerzos que se han desplegado todavía no existe voluntad política para avanzar en mayor verdad, justicia y castigo a los responsables. A 17 años de retornada la democracia no existe una reforma legal que elimine los efectos de la Ley de Amnistía, por ejemplo.
Como vemos los horrores de la presidenta de la DC, Soledad Alvear se manifiestan en los discursos militantes de cara a su próxima proclamación presidencial tras finalizar el Congreso Ideológico organizado por su sector. Por mientras los horrores de la desigualdad la viven a diario los chilenos, con los bajos sueldos, con el transantiago, con una educación mediocre y clasista, con la intoleración étnica y sexual, con un estado policial que combate a la delincuencia pero no resuelve su causa: la marginalidad y la falta de oportunidades pero, lo que no debe olvidar nuestra clase política es que las cosas cambian.
Por Roberto Portilla. Editor General de Crónica Digital.
Santiago de Chile, 26 de julio 2007
Crónica Digital
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