Padre Eduardo:
Me estoy refiriendo a su artículo de fecha 9 de agosto del presente mes: ¿Quién violó el texto de Aparecida?, en el cual se afirma que el texto fue violado antes de ser entregado al Papa en Roma.
En él Ud. afirma que el texto fue cambiado por la presidencia saliente del CELAM, bajo la responsabilidad de Errázuriz. Más abajo Ud. dice que esa violación oculta y autoritaria fue hecha bajo la última responsabilidad de la presidencia del CELAM.
Evidentemente Ud. me acusa sobre todo a mí, y de pasada a toda la presidencia saliente, de la cual Mons. Stanovnik era el Secretario General, y mi colaborador más cercano.
Lo que Ud. afirma es absolutamente falso. El texto que fue aprobado en Aparecida partió de Brasil vía e.mail a la sede del CELAM. El encargado de las publicaciones del CELAM lo entregó a la impresora para que imprimiera y empastara 10 ejemplares, los que fueron llevados a Roma. Hasta hoy yo suponía que seguramente habría revisado algo de la puntuación, con algunos cambios de puntos y comas. He pedido un informe al encargado de las publicaciones, y ni siquiera eso ocurrió. No se cambió ni siquiera una coma. Esa es la verdad. Cualquiera persona que compare uno de los textos dejados en Roma con la versión final del día 31 de mayo en Aparecida constatará la verdad de lo que escribo.
Ud. ha afirmado en su artículo de amplia difusión que yo cometí la injusticia de modificar el documento de la Conferencia de Aparecida sin tener autoridad alguna para hacerlo, me culpa así de la monstruosidad de engañar al Santo Padre, al Cardenal Re y al Cardenal Agnelo, entregándoles un documento adulterado muchas veces, y haciéndoles creer que era el documento original de Aparecida. Además me acusa de la monstruosidad de manipular la relación entre la Conferencia de Aparecida y el Santo Padre. Todas esas imputaciones son absolutamente falsas. No tienen verdad alguna.
Según el libro de moral que uno tome, la acción suya se llama gravísima difamación o grave calumnia. Con lo cual no estoy afirmando que lo haya hecho con la intención de dañar, sabiendo que decía algo falso. Pero esta intencionalidad no es un requisito para que algo sea calumnia, según bastantes libros de moral.
Sea cual sea el nombre que se le dé al grave daño que Ud. ha inferido, es deber suyo reparar el daño causado. Más que el daño que me ha infringido personalmente, ha dañado la credibilidad del CELAM y de su presidencia. Además, la inculpación que Ud. hace, ha inducido a dudar de muchas personas que ocupan una alta responsabilidad en la Iglesia. Si las faltas que Ud. imputa pueden ser cometidas por un Cardenal que es Presidente del CELAM y que era uno de los Presidentes de la Conferencia de Aparecida, ¿por qué no también por otros?
No tengo nada más que agregar. Que el Señor lo ilumine y lo acompañe.
27 de agosto 2007
+ Francisco Javier Errázuriz Ossa.
Santiago de Chile, 29 de agosto 2007
Crónica Digital/Reflexión y Liberación , 0, 120, 19