En efecto, el papel conductor asumido por la colectividad ha obligado a buena parte de la alicaída oposición concertacionista a pactar con aquélla de cara a los comicios municipales de fin de año.
El acuerdo en torno de una lista común para las concejalías ha sido suscrito por el PC junto a los radicales y al Partido por la Democracia (PPD), desatando la furia de sus socios de fórmula, los socialistas (PS) y la Democracia Cristiana (DC), que contemplarán cómo jóvenes comunistas les arrebatarán espacios de la tribuna edilicia al mismo tiempo que se profundiza el ya irreversible proceso de descomposición de la otrora influyente Concertación.
En paralelo, la hábil movida de ajedrez que instala la hoz y el martillo en pleno tablero abre flancos inesperados en las filas oficialistas, donde todo es incertidumbre para el gobierno de Sebastián Piñera, con un exiguo 26% de respaldo, y para la fascista Alianza por Chile, cuyos partidos, Renovación Nacional y la Unión Demócrata Independiente, se sacan los ojos por estos días para consensuar una candidatura presidencial sin piso en el electorado.
El dolor de cabeza que instaló el PC entre los administradores del modelo muestral, además, la capacidad de esa organización para separar aguas en materia programática, pues, si alguien pensaba que la firma rubricada con fines instrumentales traería aparejada una suerte de renuncia a sus principios, es hora que vaya saliendo del error. Y es que ello lo ha aclarado el propio timonel de la bandera roja, el diputado Guillermo Teillier, quien afirmó que el partido seguirá bregando por una sociedad diferente a la que abraza la fronda política del neoliberalismo y que «el único nuevo referente al cual estamos apuntando es la unidad más amplia de la oposición para impulsar una agenda de reformas democratizadoras y a favor de la igualdad en Chile».
La estrategia comunista que deja sentir ahora sus efectos en la agenda político-partidista es resultado, asimismo, de la estructuración de una base social de fuerte sustento, en el marco de la cual esa colectividad encabeza las movilizaciones estudiantiles que han hecho desfilar a tres ministros en un año por la cartera de Educación. Y es, al mismo tiempo, el único que referente que por estos días disputa a la malograda mesa concertacionista la conducción de la Central Unitaria de Trabajadores, denunciando, justamente, su acomodo al modelo.
A la inversa, con una propuesta programática que empieza a desfilar por las alamedas y a desafiar la vacua institucionalidad imperante, el PC repone algo más que la mística en el horizonte y resitúa la posibilidad de recuperar espacios políticos para la democracia, de eventualmente asumir responsabilidades bajo un gobierno de nuevo tipo y de instalar, sobre todo, debates como aquellos en los que Luis Emilio Recabarren aprovechó las fisuras de un campo de juego ajeno para impulsar políticas públicas afines a los intereses de la clase trabajadora.
Por Barbara Cid. La autora es analista política. Miembro del Consejo Editorial de Crónica Digital.
Santiago de Chile, 25 de mayo 2012
Crónica Digital