En el poemario “La Muerte de la Televisión no será televisada” (Ediciones Filacteria). Emersson Pérez (1982) nos conduce a reflexionar sobre los alcances que tiene la televisión en nuestra sociedad y ya el puro título es provocador y sarcásticamente notable. Este aparato que durante el siglo XX transmitió la crueldad de los campos de Concentración de la Guerra Mundial, el asesinato de Kennedy, la supuesta llegada del hombre a la luna, la irrupción de la Junta Militar, el triunfo del “No” y el accidente de Juan Fernández, no podrá transmitir su propia muerte. Para mi generación la que tiene más de 40 años, hablar del deceso de esta cajita mágica es impensable, crecimos con ella y no me imagino mi niñez y mi adolescencia sin “Sábados Gigantes”. La televisión era la máxima expresión de un reinado absoluto en cada hogar, claro está, que sin ninguna alternativa, salvo el cine. La televisión dominó nuestras vidas, nos controló los horarios y nos dijo que comer y comprar.
El autor hace un juego de ironías y de realidades en sus relatos, como parte de lo que nos fuimos creyendo e imaginando en nuestras cabezas. Quién siendo niño no se quedó pegado en la televisión: “De niño nos acercábamos a la pantalla, ver como esos rostros se descomponen en pixeles…Dios perdió un ojo, dentro de un triángulo en un billete, nuestro ojo dentro de una pantalla…” Y el ojo sigue estando ahí, representando al gran arquitecto del universo en un dólar, en tanto, nace la interrogante; ¿qué es lo más importante, escuchar o ver?, mientras que hace un guiño a la historia al dedicarle un poema al escoces John Logie, el inventor del primer sistema de televisión pública: ”La verdad detrás de los espejos, una fe en las imágenes…sinceridad, la gente ve lo que quiere ver…”
De pronto la poesía de Emersson Pérez es sugerente, viva, casi tan instantánea como la propia televisión, una crítica fácil de digerir y descarnada de todo lo que conlleva desde el momento en que la encendemos y no sabemos cuándo la apagaremos, hasta desmembrar nuestro ojos para que no nos pase lo de “Poltergeist”, la cinta ochentera de Spielberg, donde la pequeña despierta de noche y comienza a conversar con el televisor, el cual le transmite estática. Así es la cajita mágica que nos hace cruzar de la ficción a una, muchas veces, dura realidad. Lo coloquial de todos los días al frente de una pantalla, donde sin darnos cuenta se nos ha ido gran parte de nuestras vidas, ya lo había dicho Pablo Huneeus a mediados de los “80 en “La Cultura Huachaca”, -la televisión provoca un efecto hipnótico, adictivo inhibidor del pensamiento consciente, que además atrofia la imaginación creativa-,pero lo más visible y con lo que hemos tenido que lidiar desde siempre, es la limitación tecnológica de la televisión, que pese a todo, solo nos da una visión fragmentada y vulgarizada de nuestra realidad.
Hay aquí una poesía con sentido, bordeando lo urbano y de una gran preocupación social: “Municipio ha puesto un televisor gigante y los vecinos dicen que el parque se llenó de vida, es su tesoro, ellos son artífices, es un país generoso, esta tarde pasan Los Simpsons…Donde antes estuvo la estatua de -un guerrillero- ahora hay un televisor gigante”.
Pero este narrador va más allá y asume la contingencia nacional, esos espacios ganados y por ganar, ese aprovechamiento de los cinco minutos de fama que te llevan a la cima o te desploman frente a La Moneda: “Cien mujeres se desnudan contra la violencia, protestan frente al palacio presidencial, llevan pancartas con símbolos desconocidos y van encapuchadas como terroristas, alcanzamos a grabar estos alaridos rítmicos…La cuerpa, la cuerpa. La puta de la cuerpa, la puta que la parió. Yo tenía un cuerpo con cientos de nombres…”. Mientras que las redes sociales con toda su crueldad y caretas se hacen presente en los versos de este poeta, con una sutileza tan sarcástica, que a la ligera no percibimos lo doloroso o triste que puede llegar a ser una intervención en ellas y paradojalmente de algo tan hermoso como el amor.
Bloqueado
Le confesaste tu amor a través del Facebook. En modo público
Sus amiges te trataron de acosadxr,
Lo quisiste hacer por mensaje privado (inbox)
Y te dijo lo siguiente:
Qué triste de alguien con 3 likes
En su perfil le dé reacciones de
me divierte a lo que pongo yo
con más de 60 mil seguidores
JAJAJAJAJAJA
Patético
Bloqueado
Los libros eran el medio de dominio entre las clases culturalmente privilegiadas, el que tenía acceso a estos se le abría la puerta al mundo. Con la llegada de la televisión nuestra manera de vivir cambió y ahora veíamos todo a través de ella, pero algo pasó en este andar. Sin dudas que se produjo un corto circuito en la mente de los televidentes y este libro tiene el atrevimiento de darnos ciertos indicios de lo que somos gracias a la televisión. Los reality son el comienzo del fin de un tipo de programación, que hoy tiene a muchos canales, casi en la banca rota, pero el show continua y nuestra lectura igual: “En la casa estudio el favorito es un joven. De clase media aspiracional, su enemiga, su antítesis es la señora sopaipillera de periferia, la empleada la consuela, está a punto de contactarse con sus hijos. Se enojaron años atrás y la televisión con su magia se encarga del reencuentro. El joven es salvado por el público que manda un mensaje con su último saldo para salvarlo peak de sintonía”.
La escritura de Pérez se plantea como una ironía continua, donde logra crear una atmósfera perfecta: “Devoro con avidez dos películas, cuarenta canciones, cuatro tapones para las orejas, un par de calcetines. Pero hay pantalla y audífonos, en cada vuelo hay novedosos productos…”
Eso de hacer mención al Realismo sucio de Charles Bukowsky v/s Rumi con sus coplas espirituales, le da el sentido a este poema casi barrial, como de loft y bulla madrugadora: “Vivir entre días libres es un privilegio.Como trabajar cuando los demás descansan.Dormir hasta pasado la hora de almuerzo,Despertar con la llamada de un amigo,o por un repartidor de zapatos, Ahorrarse el desayuno, Pasar dos horas más –hasta levantarse por hambre Entre,Rumi y Bukowski, sin saber,cuál es el degenerado, cuál el místico. Sentir cómo el cactus bebe el sol del verano”.
La poesía es la liberación de las experiencias del hombre, pero también es el descontento social de cada época y Emersson Pérez sugiere una temática que proyecta esa inconformidad que línea a línea vamos descubriendo, ese control remoto interno que tenemos, pero que frente a la pantalla de un televisor, se nos atrofia. Por tanto, la muerte de la Televisión no será televisada, es la advertencia de un poeta que ve, cómo estamos como sociedad, y la transformación que necesitamos, ya que nuestras vidas no son un reality, nuestros trabajos tampoco son una competencia por el rating, las escuelas no son un matinal y nosotros no somos seres mediáticos. La muerte de la televisión no será televisada, pero será twitteada y transmitida por breves segundos en Instagram.
Por Miguel Alvarado Natali
Crónica Digital, 17 de Mayo 2018