“…Y la comida, la mujer del médico aprovechó la ocasión para recordarlo, la comida, aún no ha llegado. Somos más de cincuenta sólo en nuestra ala, tenemos hambre, lo que nos traen no es suficiente. Eso de la comida no es cosa del Ejército. Pero alguien tendrá que remediar la situación, el Gobierno se comprometió a alimentarnos. Se acabó, vuelvan dentro, no quiero ver a nadie en la puerta”.
José Saramago, ensayo sobre la ceguera
Por Omar Cid*
El aparato de sustentación ritual del estilo de vida de Sanhattan, perdió glamour. Ni siquiera quienes pululan y son parte de ese privilegio, se atreven a levantar nuevas formas de devoción a un modelo que se desploma. Chile, es un hervidero de descontento y las comunas del 20% lo tienen perfectamente claro. La desigualdad en las condiciones de trabajo, han provocado tanto dolor e indignación que las relaciones sociales se han tensado hasta puntos inimaginables. Vendedores ambulantes, defienden su sustento ante la policía. El traslado de la protesta social, hacia el palacio de gobierno, la incredulidad sostenida en los gobernantes, nos habla de una institucionalidad, cuyo sostén es el fantasma del miedo. Ahora, a la nueva cepa, la inglesa.
El 2020, es el período del seguro de cesantía, como metáfora del desamparo de los trabajadores. Es el año, de los despidos por razones caprichosas o fundadas. Es el lapso, en que el gran privado, usa la institucionalidad del estado cual muro de protección, en tanto la pequeña y mediana empresa sufre los embates del golpe económico. Es la ocasión, en que las grandes familias, en pleno desastre incrementan su riqueza. El manual de la teoría del shock en curso.
Y sin embargo, el recetario no funciona en la pequeña y mediana empresa, menos para los miles de cesantes o quienes se levantan temprano a enfrentarse al covid19, en el transporte público, en los trabajos presenciales. Tampoco puede hacerse cargo, de los estudiantes con problemas de conexión, acostumbrados al cara a cara y que maldicen la pantalla cancelando sus rostros. El stress, los enfermos y muertos producto del virus, son la herida abierta de un modo de existencia: cuyo centro ha estado puesto en el negocio y no en la vida.
Es el ciclo de las ollas comunes. De la organización social bajo cuarentena. Donde los pobres y las capas medias, resolvieron sus problemas recurriendo a sus familias, vecinos, estructuras locales, ahorros personales. Es el tiempo, en que lo político se vuelve a instalar en la mesa. Las zonas de sacrificio son inaceptables. La privatización del agua es insostenible. La ruptura cultural está hecha, en ese marco, los presos de la rebelión de octubre, han quebrado los torniquetes del ocultamiento y generan espacios de solidaridad, compañerismo entre las familias de los afectados, con organizaciones que se preocupan de su defensa y necesidades básicas.
Pese a todas las medidas de restricción, con toque de queda excesivo, penas del infierno de la ley anti-barricadas, aplicable únicamente a esta primera línea y a la que vendrá, grupos de ultra-derecha que con toda soltura, usan “utensilios” en sus actos de amedrentamiento y de los cuales nunca más se ha sabido. Mención especial, merece la fuerza pública que insiste en mutilar a cuenta gotas, golpear y encarcelar a destajo, ante la acción impávida de los tribunales. Aun así, los grupos que sostienen el espíritu del 18 de octubre, han logrado sostenerse, fortalecerse y esperan con ardiente paciencia su momento.
Estamos en presencia, de un pueblo que como otros del continente, sobreviven a la barbarie neoliberal. El ejemplo digno de los bolivianos, luego de sufrir un golpe de Estado, con el consentimiento del Grupo de Lima y bajo la siniestra mano del gigante del norte y su órgano títere la OEA. Esa población, fue capaz de resistir, luchar y volver a conquistar su rumbo democrático, las luchas del pueblo argentino que en rostro de mujer culminan con una ley de aborto, tan esquiva para las féminas de ese país. Se respira un aire distinto.
Ya se verá, si el contundente voto de octubre por el cambio de constitución, traerá consigo la ruptura con la élite colonizada y mercachifle, con los partidos e independientes que envueltos en nuevos disfraces, cumplirán la labor pretoriana de defender los intereses de las tres comunas del rechazo. Esa es harina de otro costal.
*Escritor
Subdirector Crónica Digital
Santiago de Chile, 02 de enero de 2021