Lun Jul 18 , 2022
Así podemos sintetizar, el periplo seguido por Ucrania, desde aquel mes de febrero del año 2014 cuando, apoyado por potencias occidentales en el plano político, comunicacional y financiero, las fuerzas pro europeas y Otanistas de este país del este europeo, derrocaron al presidente Viktor Yanukovich. Ello, con un vector esencial y distinguible: una política antirrusa, que encaja perfectamente en las políticas coloniales y neocoloniales tradicionales de este occidente amante del “divide y vencerás” practicado en Latinoamérica, Asia y África y que hoy, en la parte este de Europa, encuentra su fértil campo de experimentación. Un golpe que significó la instalación de gobiernos ultraderechistas, donde las fuerzas más nacionalsocialistas al interior de dichas administraciones dieron paso a gobiernos totalitarios que poco a poco comenzaron a servir los intereses de Washington y sus aliados respecto a la política de cerco y máxima presión contra la federación Rusa y al mismo tiempo la intensificación de la ofensiva militar contra las poblaciones del Donbás que “obligó a la población rusa de ese territorio a generar un proceso de autodeterminación frente a los crímenes de un régimen con predominio de sectores nacionalsocialistas, que poco a poco mostró su cara más sanguinaria” (1) Ucrania es un remedo de democracia Ucrania se ha convertido así en un peligro, no sólo para sus propios habitantes, las poblaciones del Donbás, sino también contra la propia seguridad rusa, que viene exigiendo garantías desde el año 1991 sin que hasta ahora se escuchen sus demandas. En la actualidad y mediante un análisis mínimamente profundo podemos dar cuenta, en base a lo que acontece en diversas zonas del mundo, caracterizadas por su tensión y los afanes hegemónicos de las potencias occidentales lideradas por Washington, léase: el Mar Meridional de la China, el Cáucaso Sur, Asia Central y Occidental, entre otras zonas del planeta, que asistimos al principio del fin del poder unilateral. El acto final del desbalance en el poder mundial y que implica avanzar hoy por el multilateralismo. Un camino que indudablemente aterra a Washington y esos países europeos agrupados en la Organización del Tratado del Atlántico Norte, principalmente. Países carentes de dignidad y soberanía, sometidos completamente a lo que se defina al otro lado del Atlántico. Ucrania es hoy una farsa de país democrático, la muestra evidente que cuando el dominio político proviene de aquellos, que se dicen sus aliados, se transforma simplemente en un país títere, una pieza más del engranaje estratégico de occidente y sus transnacionales, que incluye sus empresas energéticas, de armas, todas ellas con sus avanzadas ideológicas caracterizadas por las embajadas en los países donde desean instalar centros de mando y las organizaciones no gubernamentales, que los proveen de aparentes apoyos sociales para levantar banderas europeístas, como ha quedado demostrado en las llamadas revoluciones de colores, implementadas para fragmentar cualquier tipo de relaciones cooperativas y mancomunadas entre las repúblicas de la ex Unión Soviética y con ello, mantener la práctica del unilateralismo de Washington. Una política que Rusia desecha y que explica hoy, parte de la […]