Desde la interrupción del suministro de gas a ese país y a Armenia a causa de sendas explosiones en las magistrales del gasoducto Norte del Cáucaso-Transcaucasia, las acusaciones verbales de Tbilisi en dirección a Moscú van de una gota a un torrente que no tiene fin.
Tampoco es aislada la cadena de hechos que involucran al contingente ruso de pacificadores en las zonas de conflictos georgiano-abjasio y georgiano-osetio.
El propio presidente Mijail Saakashvili acusó a las autoridades del Kremlin de someter a bloqueo a la población en medio del crudo invierno, al parecer como una represalia por la orientación pro-occidental de su gobierno.
Lo cierto es que unido a las averías en las tuberías que abastecen de carburante a varias regiones de Georgia están sobre el tapete las desavenencias por los nuevos precios de mercado anunciados por Gazprom y que afectan igualmente a otras repúblicas ex soviéticas.
Con una escala muy parecida de fricciones al diferendo gasífero con Ucrania, Saakshvili cuestionó la credibilidad de Rusia como proveedor confiable a los ojos de Europa y prefirió negociar con Irán la venta de gas a un precio mucho mayor que el ruso.
Algunos analistas relacionan, sin embargo, la evidente agresividad de la administración de Saakashvili con dos contextos claves en la geopolítica de Tbilisi en estos momentos: su ingreso a la OTAN y la recuperación de los territorios rebeldes de Abjasia y Osetia del Sur.
Con respecto al primero, desde el pasado año se dieron avances concretos para un alejamiento de las estructuras de la Comunidad de Estados Independientes (CEI), una de las condiciones previas para entrar en la alianza trasatlántica.
Más recientemente se conoció que por orden del Presidente, la nación trascaucásica se retirará del Consejo de Ministros de Defensa de la CEI.
La presidenta del parlamento, Ninó Burdyanadze, dejó claro que los conflictos en los vecinos territorios no impedirán el planeado ingreso de Georgia a la OTAN.
Tbilisi, dijo la titular del Legislativo, hace todo lo posible para cumplir las condiciones de entrada a la OTAN y en la Unión Europea, realizando cambios democráticos y llevando a cabo las reformas del Ejército.
Paralelo a esas prioridades, Georgia comenzó a fines de año una intensa campaña contra la presencia del contingente pacificador ruso dentro de las Fuerzas Conjuntas de Paz de la CEI en las zonas de seguridad con Sujumi y Tsinvalí (capitales de Abjasia y Osetia del Sur).
La parte georgiana dejó a su vez en claro la conveniencia para su país de un cambio del formato de los cascos azules con la inclusión de tropas de la OTAN y de Estados Unidos, lo cual reforzaría la ya notoria presencia militar en la región.
Burdyanadze en persona presentó en octubre pasado un proyecto de ley que exige al presidente Saakashvili una revisión de la misión pacificadora y, en caso de resultados insatisfactorios, se pedirá su retirada en un plazo hasta el 15 de julio de 2006.
En coincidencia, se han suscitado varios incidentes con los observadores rusos sobre todo en la zona de conflicto georgiano-osetio.
Desde la interrupción del suministro de gas a ese país y a Armenia a causa de sendas explosiones en las magistrales del gasoducto Norte del Cáucaso-Transcaucasia, las acusaciones verbales de Tbilisi en dirección a Moscú van de una gota a un torrente que no tiene fin.
Tampoco es aislada la cadena de hechos que involucran al contingente ruso de pacificadores en las zonas de conflictos georgiano-abjasio y georgiano-osetio.
El propio presidente Mijail Saakashvili acusó a las autoridades del Kremlin de someter a bloqueo a la población en medio del crudo invierno, al parecer como una represalia por la orientación pro-occidental de su gobierno.
Lo cierto es que unido a las averías en las tuberías que abastecen de carburante a varias regiones de Georgia están sobre el tapete las desavenencias por los nuevos precios de mercado anunciados por Gazprom y que afectan igualmente a otras repúblicas ex soviéticas.
Con una escala muy parecida de fricciones al diferendo gasífero con Ucrania, Saakshvili cuestionó la credibilidad de Rusia como proveedor confiable a los ojos de Europa y prefirió negociar con Irán la venta de gas a un precio mucho mayor que el ruso.
Algunos analistas relacionan, sin embargo, la evidente agresividad de la administración de Saakashvili con dos contextos claves en la geopolítica de Tbilisi en estos momentos: su ingreso a la OTAN y la recuperación de los territorios rebeldes de Abjasia y Osetia del Sur.
Con respecto al primero, desde el pasado año se dieron avances concretos para un alejamiento de las estructuras de la Comunidad de Estados Independientes (CEI), una de las condiciones previas para entrar en la alianza trasatlántica.
Más recientemente se conoció que por orden del Presidente, la nación trascaucásica se retirará del Consejo de Ministros de Defensa de la CEI.
La presidenta del parlamento, Ninó Burdyanadze, dejó claro que los conflictos en los vecinos territorios no impedirán el planeado ingreso de Georgia a la OTAN.
Tbilisi, dijo la titular del Legislativo, hace todo lo posible para cumplir las condiciones de entrada a la OTAN y en la Unión Europea, realizando cambios democráticos y llevando a cabo las reformas del Ejército.
Paralelo a esas prioridades, Georgia comenzó a fines de año una intensa campaña contra la presencia del contingente pacificador ruso dentro de las Fuerzas Conjuntas de Paz de la CEI en las zonas de seguridad con Sujumi y Tsinvalí (capitales de Abjasia y Osetia del Sur).
La parte georgiana dejó a su vez en claro la conveniencia para su país de un cambio del formato de los cascos azules con la inclusión de tropas de la OTAN y de Estados Unidos, lo cual reforzaría la ya notoria presencia militar en la región.
Burdyanadze en persona presentó en octubre pasado un proyecto de ley que exige al presidente Saakashvili una revisión de la misión pacificadora y, en caso de resultados insatisfactorios, se pedirá su retirada en un plazo hasta el 15 de julio de 2006.
En coincidencia, se han suscitado varios incidentes con los observadores rusos sobre todo en la zona de conflicto georgiano-osetio.
Para expertos, Tbilisi no ha ocultado sus intenciones de desestabilizar las relaciones bilaterales en aras de lograr la salida de los efectivos, con el fin de recuperar su aludida integridad territorial, por la vía de las armas.
Un conflicto a dos bandas
El origen de los conflictos interétnicos (y también geopolíticos) de Georgia con sus vecinas repúblicas Abjasia y Osetia del Sur se remontan a más de 200 años de historia de convivencia multinacional y de litigios territoriales en toda la franja del gran Cáucaso.
Sobre todo la región bañada por el Mar Caspio es un suelo codiciado por sus riquezas petroleras y minerales y una ruta comercial muy preciada.
Tanto Abjasia como Osetia fueron territorios de un destino común para naturales de esas tierras, rusos, armenios y georgianos.
De la época más reciente, el polvorín de los enfrentamientos armados estalló tras la desintegración oficial de la Unión Soviética en 1991, y el deseo de las repúblicas autónomas de configurar un nuevo mapa geopolítico.
Así cobraron fuerza los contenciosos bélicos de gran envergadura en la región como los del Alto Karabaj (Nagorni-Karabaj) entre Azerbaiyán y Armenia; y de Georgia con Abjasia y Osetia del Sur.
Sujumi y Tsinvalí no demoraron en autodeclararse independientes de Tbilisi en 1992, luego de anunciarse la decisión de dejar sin efecto las autonomías de los tiempos soviéticos.
Sendas guerras civiles en los 90, grandes pérdidas humanas de ambos lados y prolongados focos de tensión dibujan el panorama de estos dos conflictos.
Más allá de los motivos sediciosos, las escaramuzas dejaron una estela de problemas sin resolver, como el de los desplazados, quienes no tienen un status claro de refugiados y la destrucción económica que sobrevino con los años de guerra.
Hasta ahora Georgia se rehúsa a llegar a un entendimiento con las autoridades abjsasia y oseta para solucionar la situación de los refugiados y un plan de reactivación de las dos economías.
Expertos del Internacional Crisis Group subrayan como rasgo en la actitud de la administración georgiana una pregonada iniciativa de paz que no ha conducido a resultados concretos.
A ello se suma violaciones reiteradas del cese del fuego por parte de Tbilisi, como cuando envió a mediados de 2004 un contingente armado a las alturas de Tsinvalí, en desacuerdo con las elecciones parlamentarias en ese territorio.
Un estudio de esa institución advierte que existe un peligro real de un nuevo enfrentamiento militar entre Georgia y Tsinvali, y de otro lado, con Abjasia, argumentado en las permanentes tensiones y el fuego cruzado que se origina con frecuencia en las zonas de conflicto.
De otro lado, Tbilisi considera que Rusia apoya a los gobiernos disidentes en los planes de integrarse a la Federación y, por eso instiga las actitudes separatistas de éstos.
Al respecto, el vice-presidente del Comité parlamentario de Asuntos de la CEI, Afmed Bilalov, afirmó que Rusia reconoce en primer lugar la integridad territorial de Georgia, pero opinó que los pacificadores rusos son la única fuerza que impide el estallido de un conflicto armado serio en la región transcaucásica.
En caso de su retirada, la situación puede deteriorarse no solo en Osetia del Sur, sino también en Georgia, dijo.
Existe una situación real que no puede ser ignorada y no se excluye que en el caso de la salida de los observadores lleguen a Tsinvalí voluntarios de otras regiones del Cáucaso Norte, lo que ampliaría la escala del conflicto, un nefasto saldo para Rusia, afirmó.
Por lo pronto, el tema será el plato fuerte por estos días en la sesión de primavera del parlamento georgiano, mientras continúa un ambiente crispado en las relaciones entre Tbilisi y Moscú.
Para expertos, Tbilisi no ha ocultado sus intenciones de desestabilizar las relaciones bilaterales en aras de lograr la salida de los efectivos, con el fin de recuperar su aludida integridad territorial, por la vía de las armas.
Un conflicto a dos bandas
El origen de los conflictos interétnicos (y también geopolíticos) de Georgia con sus vecinas repúblicas Abjasia y Osetia del Sur se remontan a más de 200 años de historia de convivencia multinacional y de litigios territoriales en toda la franja del gran Cáucaso.
Sobre todo la región bañada por el Mar Caspio es un suelo codiciado por sus riquezas petroleras y minerales y una ruta comercial muy preciada.
Tanto Abjasia como Osetia fueron territorios de un destino común para naturales de esas tierras, rusos, armenios y georgianos.
De la época más reciente, el polvorín de los enfrentamientos armados estalló tras la desintegración oficial de la Unión Soviética en 1991, y el deseo de las repúblicas autónomas de configurar un nuevo mapa geopolítico.
Así cobraron fuerza los contenciosos bélicos de gran envergadura en la región como los del Alto Karabaj (Nagorni-Karabaj) entre Azerbaiyán y Armenia; y de Georgia con Abjasia y Osetia del Sur.
Sujumi y Tsinvalí no demoraron en autodeclararse independientes de Tbilisi en 1992, luego de anunciarse la decisión de dejar sin efecto las autonomías de los tiempos soviéticos.
Sendas guerras civiles en los 90, grandes pérdidas humanas de ambos lados y prolongados focos de tensión dibujan el panorama de estos dos conflictos.
Más allá de los motivos sediciosos, las escaramuzas dejaron una estela de problemas sin resolver, como el de los desplazados, quienes no tienen un status claro de refugiados y la destrucción económica que sobrevino con los años de guerra.
Hasta ahora Georgia se rehúsa a llegar a un entendimiento con las autoridades abjsasia y oseta para solucionar la situación de los refugiados y un plan de reactivación de las dos economías.
Expertos del Internacional Crisis Group subrayan como rasgo en la actitud de la administración georgiana una pregonada iniciativa de paz que no ha conducido a resultados concretos.
A ello se suma violaciones reiteradas del cese del fuego por parte de Tbilisi, como cuando envió a mediados de 2004 un contingente armado a las alturas de Tsinvalí, en desacuerdo con las elecciones parlamentarias en ese territorio.
Un estudio de esa institución advierte que existe un peligro real de un nuevo enfrentamiento militar entre Georgia y Tsinvali, y de otro lado, con Abjasia, argumentado en las permanentes tensiones y el fuego cruzado que se origina con frecuencia en las zonas de conflicto.
De otro lado, Tbilisi considera que Rusia apoya a los gobiernos disidentes en los planes de integrarse a la Federación y, por eso instiga las actitudes separatistas de éstos.
Al respecto, el vice-presidente del Comité parlamentario de Asuntos de la CEI, Afmed Bilalov, afirmó que Rusia reconoce en primer lugar la integridad territorial de Georgia, pero opinó que los pacificadores rusos son la única fuerza que impide el estallido de un conflicto armado serio en la región transcaucásica.
En caso de su retirada, la situación puede deteriorarse no solo en Osetia del Sur, sino también en Georgia, dijo.
Existe una situación real que no puede ser ignorada y no se excluye que en el caso de la salida de los observadores lleguen a Tsinvalí voluntarios de otras regiones del Cáucaso Norte, lo que ampliaría la escala del conflicto, un nefasto saldo para Rusia, afirmó.
Por lo pronto, el tema será el plato fuerte por estos días en la sesión de primavera del parlamento georgiano, mientras continúa un ambiente crispado en las relaciones entre Tbilisi y Moscú.
Por Odalis buscaron.*La autora es Corresponsal de Prensa Latina en Rusia.
Santiago de Chile, 19 de febrero 2006
Crónica Digital, 0, 99, 2