La suspensión el lunes del cabo de la Fuerza Aérea Pedro Cárdenas aumentó a cinco el total de militares (dos del Ejército y dos de la Policía) descubiertos hasta ahora en la célula que el 16 de abril asesinó a puñaladas al joven antineonazi Tomás Vilches (18).
Tanto la justicia chilena como la policía civil e Interpol se encuentran coordinando con sus pares de Argentina y Brasil la eventual presencia del jefe del grupo, Esteban González -conocido como «Tito van Damme»- en esos países, donde tiene contacto con grupos locales.
Disciplina intachable, rígidas estructuras, armas como herramientas y la búsqueda enfermiza e incesante del poder son características cotidianas al interior de estos grupos neonazis, cuyas acciones ya han cobrado varias vidas en Chile.
Las razones: acabar con «lacras sociales» (homosexuales, inmigrantes, «punks» e izquierdistas, entre otros), un objetivo con olor a la Alemania hitleriana, tan añejo como absurdo en un país cuya población es de origen mestizo, según afirma el diario La Nación.
La noche del crimen de Vilches, la Brigada de Homicidios de la Policía de Investigaciones logró dar con uno de los autores materiales del hecho: Héctor Herrera, quien fue formalizado por homicidio simple y permanece confeso en prisión preventiva.
A raíz de la investigación de ese crimen, en sólo dos allanamientos efectuados en comunas capitalinas se descubrieron decenas de armas blancas y de fuego, instructivos de prácticas militares, literatura nazi y un centro de entrenamiento de cadetes «skin».
Pero para medios de prensa y sectores políticos locales lo más grave es haber encontrado uniformes del Ejército y fotografías donde posaban miembros activos y reservistas de la institución castrense, de Carabineros y las Fuerzas Aéreas.
La Nación cita al sociólogo Humberto Lagos, quien afirma no debe sorprender que militares estén ligados a estos grupos, porque «guardando las proporciones» hay «coincidencias ideológicas y prácticas afines».
«Las FF.AA. chilenas defienden el machismo, la idea del líder, la sensación del poder. Responden a una estructura rígida, disciplina reglada, en sus filas no hay homosexuales y el hombre es el centro de la fuerza, principios que los neonazis intentan imitar», afirma.
Para Lagos, se trata sin duda de una relación peligrosa considerando que al menos cinco uniformados activos fueron dados de baja por estar vinculados al adiestramiento militar de la banda que asesinó a Vilches.
Según los entendidos, además de su disciplina y organización, los neonazis admiran de las Fuerzas Armadas su lenguaje, el uso de símbolos patrios como banderas, escudos, uniformes, la posibilidad de manipular armas y el poder que esto conlleva.
Además de la proyección de autoridad, el sentido del honor y la lealtad, la idea de estar preparado para el combate. «Todo lo anterior son aspectos de la vida cotidiana de un militar que un neonazi desea aprender y que a muchos uniformados les motiva a enseñar», dice.
Fuentes vinculadas a la investigación sospechan que la vinculación de neonazis con militares no sólo se encuentra en la célula de Santiago, sino que también en los grupos detectados en otras localidades del interior del país, como Quillota y Valparaíso.
En el caso de la capital, el Ejército, la FACH y Carabineros fueron oficiados por la Fiscalía Metropolitana Centro Norte para que remitieran a la fiscal Paola Trisotti todos los antecedentes acerca de los militares que aparecían en las fotografías incautadas.
El clamor nacional es que el homicidio de Vilches se investigue en la perspectiva de una asociación ilícita, pues así se podría llegar a desbaratar la estructura de la organización y no sólo perseguir a los cuatro sujetos que cometieron el crimen.
«Ya nadie se puede hacer de la vista gorda, pues los ataques neonazis existen, han cobrado vidas, basados principalmente en su organización militarizada», afirma Lagos.
Santiago de Chile, 16 de mayo 2006
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