LOS DIFÍCILES DÍAS DE BACHELET

La falta de liderazgo interno, las agendas propias de los partidos del conglomerado de gobierno, los serios problemas de expectativas que han debido que lidiar en los últimos meses producto del llamado “gobierno ciudadano” y los crecientes conflictos sociales dejan de manifiesto que la Presidenta Bachelet debe enmendar, con urgencia, el rumbo de su mandato con un liderazgo más fuerte que sea capaz de ordenar la casa y a sus díscolos socios de coalición.

Sin embargo, la percepción pública todavía le deja espacio de tranquilidad a la gobernante y ello se debe, principalmente, a factores externos a su mandato como es una oposición de derecha entrampada en sus problemas internos, la falta de credibilidad ciudadana y su nula capacidad de instalar agendas sociales con escasa diferenciación gubernamental y, tercero por una izquierda carente de nuevas ideas, mística y cada día más alejada de quienes dice representar.

Los números de las encuestas

Nadie puede negar que, en los últimos años, las encuestas han marcado la agenda política de nuestro país. Durante la gestión del Presidente Ricardo Lagos este instrumento fue uno de los más utilizados por el segundo piso de La Moneda para dirigir la opinión pública. De otra forma no se explica cómo el ex – mandatario logró al final de su gobierno una aprobación por sobre el 60% de los chilenos, situándose como el gobernante mejor evaluado en nuestra historia republicana.

La caída de un 10.3% de aprobación del gobierno de Michelle Bachelet difundida por la empresa Adimarck / EFK no es sólo el reflejo de los numerosos conflictos económicos y políticos que ha debido enfrentar el nuevo gobierno en estos cuatro meses sino que manifiesta un conjunto de problemas estructurales que tiene la Concertación de Partidos por la Democracia que de no ser resueltos, prontamente, puede ser el principio del fin de esta coalición.

Para el gobierno de Bachelet los problemas se sitúan en tres grandes ejes. El primero, se ubica en las expectativas que ella misma generó durante la campaña presidencial al calificar que su gran objetivo sería hacer “un gobierno ciudadano”. Segundo, los serios problemas de liderazgo internos en su equipo ministerial y las agendas valóricas o sectoriales de los propios partidos de la coalición y, tercero, la forma de cómo el gobierno debe enfrentar las crecientes crisis sociales y económicas que vive el país.

“Gobierno ciudadano”

En cuatro meses la Presidenta ha tenido que salir a lo menos tres veces a la palestra pública para ordenar a su equipo político. Tanto así que tuvo que construir un decálogo gubernamental que permitiera resolver los problemas de protagonismo político que comenzaban a gestarse en algunos de sus ministros y, por otro, las descoordinaciones ministeriales tal como sucedió con el Ministro Martín Zilic en el tema de la movilización secundaria, el tirón de oreja que hace algunos días le hizo La Moneda al Ministro Álvaro Rojas por el poco avance de la agenda de agricultura o, las bulladas soluciones habitacionales de 12 metros cuadrados de la localidad de Malloa y las casas Chuby de Peñalolen del Ministerio de la Vivienda, o, que pese a la crisis energética que vive actualmente nuestro país la mediática Ministra de Minería y Energía, Karen Poniachick, haya dedicado más esfuerzo en promover con pan con palta incluido su candidatura a Reina Guachaca que a resolver el problema del suministro de gas con los países vecinos.

Por otro lado, otra forma de enfrentar la gestión gubernamental de la Presidenta ha sido la creación de comisiones presidenciales: Comisión Presidencial para Reformas a las Pensiones; Comisión Presidencial para enfrentar los cambios a la Educación; Comisión Presidencial para abordar el tema indígena, entre otros. Sin embargo, el tenor del trabajo encomendado a los convocados de cada una de estas instancias ha estado enfocado a la construcción de soluciones técnicas sin cuestionar o modificar el modelo económico imperante, tal como quedo de manifiesto en la llamada comisión Marcel donde, de manera simultánea, se recibían las propuestas y la Mandataria le quitaba piso político a una de las principales ideas elaboradas por los técnicos que era elevar de 60 a 65 los años de jubilación para las mujeres. Raya para la suma, más de lo mismo.

La crisis de los partidos

Reconocer que los partidos políticos en Chile atraviesan una profunda crisis no es una novedad. Quizás, la sea asumir públicamente que pese a esta realidad la clase política –de la derecha a la izquierda- no ha hecho nada para que este escenario cambie. Es más, la ciudadanía y las organizaciones sociales han manifestado su descontento de manera espontánea tal como sucedió con el paro de los secundarios, las movilizaciones por el alza de la bencina y de la delincuencia. Una pregunta sin respuesta que nace de esta realidad ¿Dónde están los llamados profesionales de la política, será que tienen una agenda muy diferente a los que piensan y necesitan los chilenos?.

No hay que olvidar que en estos cuatro meses de gobierno las crisis no han estado ausente y los partidos políticos no están a la altura de los acontecimientos. La inseguridad ciudadana no solo se refleja en las encuestas de delincuencia –políticamente publicitadas en estos días por la derecha y los grupos económicos- sino también en la crisis de representación y desprestigio que muestra nuestra clase política.

Lo preocupante es que los movimientos ciudadanos que han logrado obtener reivindicaciones, como el movimiento secundario, no han sido capaces de dar continuidad pública a las mismas –al carecer de conducción política- lo que podría significar perder lo alcanzado y volver a fojas cero sus demandas en el corto plazo.

¿Qué hacer?

Los días difíciles de la Presidenta Bachelet podrían no tener fin si la mandataria no ordena con urgencia la casa mediante un liderazgo fuerte y participativo que impida a sus aliados de coalición imponer sus propias agendas. Esta tempestad política que vive la dignataria podría terminar si invita a algunos de sus actuales colaboradores ministeriales, empezando por su equipo político, a dar un paso al lado para que el Gobierno tome un nuevo impulso a su gestión. Quizás, el chaparrón político de Michelle Bachelet termine si los partidos de la Concertación definen ser más leales con su propio gobierno y ponen fin a su lucha antropófaga de eliminar a sus aliados de pacto.

Por otro lado puede ser un buen momento para que la izquierda retome el camino largo de organización y reinserción social que abandonaron hace algunos años y que caracterizaron los orígenes del movimiento obrero chileno. Una tarea difícil ya que ello significará trabajar y dirigir a los partidos extraparlamentarios hacia la base y la organización social con el objetivo de recuperar la mística y las nuevas ideas que tanto necesita la izquierda del Siglo XXI. Hay tiempo pero no mucho. Los dirigentes ahora tienen la palabra.

Por Roberto Portilla. El autor es periodista y especialista en comunicación estratégica.

Santiago de Chile, 11 de julio 2006
Crónica Digital

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