Dada las condiciones geopolíticas y naturales de Chile, como la lejanía de los mercados rentables, la fragilidad, diversidad y limitación de nuestros recursos naturales y la tenencia de la tierra, donde casi el noventa por ciento de los predios son pequeños, la política y gestión de un proceso de desarrollo agrícola homogéneo y equitativo, debe ser ejecutado por una estrecha relación público privada y tomando en cuenta las diversas realidades locales.
Esta estrecha relación debe producirse a todos los niveles institucionales, nacional, regional y local, donde el flujo propositivo de proyectos de desarrollo sea ascendente, desde los productores mismos, a través de sus organizaciones, con las autoridades locales, regionales y nacionales si fuere necesario, para que en forma inversa, llegue el apoyo técnico, financiero u otro, en forma oportuna y eficiente, desde las instituciones nacionales hacia lo regional y local.
Para que esta fórmula de trabajo funcione, se necesitan sí varias condiciones previas. Una primera es una política clara y difundida de Gobierno, el llamado rayado de la cancha. Una segunda consiste en un verdadero proceso de descentralización de la gestión de gobierno, donde las regiones y localidades, entre productores y autoridades, establezcan las prioridades y orientaciones del esfuerzo local. Una tercera condición es la organización de los productores, no solo en términos estrictamente gremiales, sino también en términos económicos y comerciales.
Una estrategia eficiente para que este doble esfuerzo, público – privado y nacional – local, sea de largo aliento y bajo un ambiente de mutua confianza, implica la existencia de una agenda de reuniones de trabajo región por región y donde se conozcan y publiciten los avances o retrocesos de cada una de ellas.
La realidad chilena ha estado lejos de esto. Poca claridad y nula difusión de las políticas públicas, insuficiente descentralización del aparato de gobierno y baja o casi nula organización de los productores. Lo peor de todo es que la desinformación o la poca publicidad de lo que se pretende a todo nivel, va creando un ambiente de incertidumbre que obstaculiza, incluso, lo que tradicionalmente ha marchado bien.
Si hay algún factor que en años pasados fueron motores del crecimiento estos fueron la alianza entre empresarios y Gobierno, en los Tratados de Libre Comercio y en la confianza mutua y en la confianza de los inversionistas. Falta ahora, en consecuencia, publicitar una agenda de trabajo conjunto donde fortalezcamos estos aspectos y donde incorporemos a la totalidad o mayoría de los agricultores chilenos.
Por. Hugo Ortega T. Director de la
Escuela de Ingeniería en Agronegocios
Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de la Universidad Central de Chile.
Santiago de Chile, 9 de julio 2006
Crónica Digital , 0, 157, 5