Se le debe agradecer al senador Jaime Quintana la imagen de una máquina retroexcavadora rompiendo los cimientos del llamado modelo neoliberal.
El símil es genial aunque enfade a algunos. Se conecta con los movimientos sociales que estallaron en 2011, aunque no necesariamente con todos sus dirigentes en la actualidad.
Al escuchar a un connotado periodista amigo decir: “No es una frase inteligente”, pensé, bien, con la “otra inteligencia”, la que apela a la administración del modelo no se exhiben buenos ejemplos y así le ha ido también al mundo.
Que La Moneda le haya «sacado el piso» a sus declaraciones, según la interpretación de medios que editorializan desde sus propias agendas, es no reconocer que la frase del senador del Partido Por la Democracia se conecta con “el piso” que La Moneda precisamente necesita aumentar en el plano ciudadano.
«Hay que sincerar las propuestas y transparentar», dijo Quintana y es difícil no estar de acuerdo. Ha insistido en un debate de verdad, pendiente por más de 24 años en Chile. Se anticipa con un tema que es global como son las definiciones de transformación socioeconómica antes del despeñadero.
No es la imagen del freno brusco que se le aplica a la locomotora desbocada que representa el capitalismo, en la interpretación de revolución según Walter Benjamín. Sin embargo es de inteligencia política el reconocer que el rechazo al modelo neoliberal en términos ciudadanos es global.
A la globalización le incomoda especialmente su ineficacia en la gestión política. Es una forma de producción de bienes y servicios con un sistema político vulnerado de tal forma que al hacerlo su aliado operacional, terminó por deslegitimízalo. El modelo neoliberal colocó al estado liberal en la crisis política más grave de su historia y que se admite con retórica que elude la raíz del fenómeno.
La idea central de la Nueva Mayoría consistía en implementar un programa para salir del modelo y trabajar una transformación de base, restableciendo algunas estructuras de producción de bienes y servicios y algunos principios de organización social.
No se trataba de remodelar todo el mecanismo de hacer funcionar una nación, aunque sí se aspiraba a restituir antiguos derechos de acceso a oportunidades y a la formación de nuevas plataformas de funcionamiento; más participativas y de naturaleza más ciudadana.
Los tres ejes principales en la declaración de principios pre-eleccionario, – reformas en la educación, en el sistema tributario, y en la Constitución-, no están distantes del concepto de excavar. Aunque encienda pasiones en una derecha adocenada que insiste en asumir protagonismo después de medio siglo de fracasos, grafica lo que las manifestaciones de 2011 reclamaban: No más modelo neoliberal.
Evocando al Chile de 1970-1973, como lo hace la derecha en Chile, ilustra un proyecto político que fracasó y que se quedó sin una agenda que no sea el mantener un modelo socioeconómico rechazado en el mundo. El llamado modelo neoliberal, que de liberal tiene muy poco, si se indaga bien, representa un ajuste permanente a las economías basado en doctrinas neoconservadoras de la sociedad y la economía y que es el debate medular en una mayoría de países.
Es parte de la agenda de Naciones Unidas para combatir las desigualdades y la amenazante concentración de poder que tiene a los estados en el límite de su descomposición.
El estado de situación mundial de aguda beligerancia con guerras, particiones y desestabilizaciones repartidas en el planeta y que se refleja en la Europa más oriental, África, Siria Venezuela y otras partes de Asia y esta región, expresa una globalización golpeada y que se está quedando sin piso político.
Tal vez el senador Jaime Quintana como vocero de la Nueva Mayoría no interprete a todos los partidos que la forman, inclusive a todos los miembros del partido que preside.
Sin embargo es indudable que apuntó a un debate que se elude y que complica a una mayoría de políticos. En los movimientos sociales de 2011 se palpaba un ambiente de desenraizar bases del modelo. Como síntoma, es más generalizado del que se quiere admitir en los cuarteles generadores de una moderación convertida en freno a cualquier tipo de transformación sustantiva.
Las condicionantes de un sistema político de mayorías que se anula a sí mismo, impide ver con la otra inteligencia la propiedad del concepto central aludido.
El concepto funciona como la abertura de un furúnculo y ha servido para detectar una vez más que la madurez de su democracia y el asentamiento de valores republicanos que le atribuyen a Chile políticos y académicos influyentes, es una exageración.
Una conclusión apresurada propia de evaluaciones parciales, sesgadas, pero en el fondo es mala política y débil academia.
Desde el gobierno de Gabriel González Videla hacia adelante – por algo será: propagación de la guerra fría, Macartismo y Neoconservadurismo- los antecedentes han demostrado que ni los políticos ni los académicos que influyeron le apuntaron en el diagnóstico y los procesos subyacentes salieron a la superficie sin aviso.
La predominancia del gran capital por sobre la pequeña y la gran política está detrás del gran muro y los fenómenos políticos y sociales se observan como la punta de un iceberg.
En eso reside la soberbia: en no aceptar las limitaciones del análisis y en la desidia de no someterse a evaluaciones más rigurosas.
Esa ha sido la falla central: políticas públicas aplicadas con uno solo tipo de inteligencia u objetivo.
Por Francisco Coloane.
Santiago de Chile, 29 de marzo 2014
Crónica Digital