Los llamados a favor de la libertad de Julian Assange y las denuncias de que el fundador de Wikileaks es objeto de persecución política se redoblan al acercarse el reinicio del juicio de extradición a Estados Unidos, previsto para el 7 de septiembre.
Uno de sus más fervientes defensores es el excónsul de Ecuador en Londres Fidel Narváez, quien convivió con el periodista australiano durante seis años en la embajada del país suramericano, hasta que él mismo se convirtió en una figura incómoda para el gobierno del presidente Lenín Moreno.
Narváez es también uno de los testigos claves en una demanda por espionaje que presentó Assange ante un tribunal de Madrid contra la firma española contratada para velar por la seguridad del recinto diplomático del país suramericano en el Reino Unido.
Hay toda una serie de elementos que demuestran la existencia de una persecución judicial (contra el fundador de Wikileaks), y que no está teniendo un juicio justo aquí, y con toda seguridad, no lo tendrá en Estados Unidos, recalcó el exdiplomático en entrevista telefónica con Prensa Latina.
En su opinión, ese ensañamiento se puso en marcha desde el momento mismo en los agentes de Scotland Yard sacaron a Assange de la embajada, y lo llevaron directamente al Tribunal de Magistrados de Westminster, donde un juez solo demoró 15 minutos en condenarlo a 50 semanas de cárcel por violar una fianza concedida siete años atrás, y relacionada con un caso que luego fue desestimado por la justicia sueca.
Pero una vez cumplida la sentencia, considerada arbitraria y desproporcionada por muchos abogados y expertos en derecho, Assange continúa en la cárcel londinense de máxima seguridad de Belmarsh, un lugar diseñado para encerrar criminales y terroristas, y con un régimen restringido de visitas para familiares y abogados, recordó Narváez.
No le conceden la libertad condicional, pese al riesgo latente de que contraiga la Covid-19, porque la jueza a cargo del proceso de extradición decidió que debe esperar el veredicto en prisión, agregó el excónsul, quien cree que la demora en entregarle unos espejuelos para leer, una computadora incluso en mal estado, y un aparato de radio también forman parte de ese ensañamiento.
Incluso lleva meses sin ver a su pareja y a los hijos que tienen en común, ni se le permite reunirse en persona con sus abogados debido a las medidas de distanciamiento social impuestas después de la pandemia, agregó.
LOS CARGOS
Estados Unidos quiere juzgar a Assange por haber difundido en Wikileaks cientos de miles de archivos y documentos secretos de la diplomacia y el Ejército norteamericanos, por lo que presentó una orden de extradición ante la justicia británica inmediatamente después de su arresto el 11 de abril de 2019.
Según Washington, las revelaciones hechas por el periodista australiano pusieron en peligro la vida de ciudadanos estadounidenses y de muchos de sus colaboradores en Iraq y Afganistán, y le endilgó 18 cargos criminales que van desde conspiración para cometer espionaje hasta piratería informática, que en total conllevan una sentencia de 175 años de cárcel.
Como si no bastara, los fiscales norteamericanos decidieron introducir una nueva acusación, que aseguran no cambia los cargos ya presentados, sino que los amplía, para abarcar supuestos contactos que mantuvo Assange con hackers internacionales en años posteriores a las revelaciones hechas por Wikileaks.
La maniobra de última hora de la justicia estadounidense amenaza incluso con retrasar el reinicio del juicio de extradición previsto para el 7 de septiembre, pues ni los abogados del periodista australiano de 49 años, ni su cliente, han tenido tiempo de ver los nuevos documentos.
Interrogado al respecto, Narváez no duda en calificar de ‘jugada de relaciones públicas’ la decisión de Estados Unidos de aparecerse ahora con ese argumento.
Eso de decir que Assange estuvo en contacto con grupos de hackers y les pidió que le consiguieran información sensible sobre el gobierno norteamericano, y que ayudó a escapar al analista de Inteligencia Edward Snowden es para distraer la atención, aseveró.
ESPIONAJE A LA CARTA
El excónsul confirmó además a Prensa Latina que viajó recientemente a Madrid para testificar en un juicio que sigue la justicia española contra la agencia de seguridad de ese país UC Global por haber espiado al fundador de Wikileaks durante el tiempo que este estuvo asilado en la embajada ecuatoriana en Londres.
Ese espionaje rebasó todo lo permisible, y abarcó no solo a Assange sino a los propios diplomáticos, porque entraron en nuestros ordenadores y dieron seguimiento a determinadas personas, aseveró Narváez.
De acuerdo con el exfuncionario, en la vista oral de la demanda promovida por el propio periodista australiano quedó demostrado también que la empresa española falsificó documentos y hasta la firma del embajador ecuatoriano.
También mintieron, como cuando dijeron que estaban espiando a Assange por órdenes del gobierno de mi país, agregó Narváez, quien relató que en la vista oral quedó demostrado que UC Global grababa todas las reuniones del ciberactivista con sus abogados y otras personas que lo visitaban.
En su opinión, probado que la empresa espió, robó y falsificó documentos, solo resta comprobar, si como todo parece indicar, lo hizo por encargo de la CIA, pues eso, dijo, podría tener implicaciones importantes en el juicio de extradición de Assange.
Tenga o no razón Narváez sobre las supuestas implicaciones del espionaje de UC Global en el juicio de extradición, lo cierto es que el futuro de Assange estará en manos de la jueza Vanessa Baraitser, quien deberá decidir a partir del 7 de septiembre si lo envía a morir en una cárcel estadounidense o hace honor al derecho a la libertad de expresión, tema sacrosanto para los británicos.
Por Néstor Marín. El autor es Corresponsal de Prensa Latina en Reino Unido.
Londres, 27 de agosto 2020.
Crónica Digital / Prensa Latina.