Por Marcel Garcés Muñoz
Desde México nos ha llegado una noticia, de esas que cuesta aceptar. Guillermo Ravest ha partido hacia la dimensión de la memoria. A reunirse con Ligeia, y con tantos otros que emprendieron antes que él, el tránsito hacia el infinito.
Pero nos deja el recuerdo, su biografía, sus hechos, aquello que lo hizo indispensable, de los imprescindibles de que habló su amigo, José Miguel Varas.
Guillermo, el “ Chino” escribió páginas señeras del periodismo nacional, comprometido con la libertad y los Derechos Humanos, con la democracia, que detrás de una cierta serenidad y calma, diríamos que tenía un carácter suave, manso, pero que no ocultaba su compromiso combativo permanente con la verdad, con la justicia.
Formado como muchos en la escuela del reportero militante, aprendiendo de la reciedumbre del periodista obrero, atrincherado en “El Siglo”, le imprimió a sus escritos, pasión y esperanzas. Escribió páginas vibrantes de las luchas políticas y sociales del proletariado originario, del movimiento de las izquierdas, de los derechos del pueblo.
Empezó en el periodismo activo en 1951, como reportero de la Agencia Coper (Cooperativa de Periodistas) , en la capital chilena, y según recordó en marzo del 2009, en una muy personal entrevista al diario mexicano, “La Voz de Texcoco”, “vivía solo y, a veces, acompañado de alguna amiga”.
En 1952, sigue Ravest, “luego de una larga clausura reapareció “El Siglo”, órgano oficial del Partido Comunista de Chile, donde fue reportero durante dos años, “hasta que me echaron por bohemio ( “tenía entonces relaciones con una poetisa, pero era casada, grave pecado para la moral comunista”, confiesa, sin demasiado ánimo de arrepentimiento ).
Siguió su periplo trabajando en “El Espectador”, donde “con velocidad de reportero conocí a una argentina, me casé con ella, y tuvimos un hijo”, y luego de las correspondientes vicisitudes económicas, partió con esposa e hijo a Buenos Aires, donde lo contrataron como redactor en la revista “Qué Pasó” ,de Siete Díaz. Pero como ”los problemas con mi mujer ya no tenían arreglo” dice, volvió a Chile, llevando en un pequeño bolso “una muda de ropa interior, las Obras Completas de César Vallejo y mi hijo”.
También incursionó en su juventud, según la tradición familiar y las inútiles exigencias paternas, en los rieles y locomotoras de Ferrocarriles, y en contraste, en algunos estudios, poco provechosos, según se constató, de violín, y la poesía.
Volvió al periodismo activo en Chile: redactor de espectáculo en el vespertino “Ultima Hora”, donde , recordó Guilllermo Ravest, “ tras una vida muy desordenada, decidí cortar con los vodevil y las bailarinas, para, en la medida de lo posible, ser un periodista serio”.
Ingresó al diario de Gobierno “La Nación”, donde llego a ser jefe alterno de Crónica Nacional y editor nocturno. Ligeia Balladares, también poeta, de modales un tanto señoriales, pero de carácter severo, llegó como reportera y según parece, puso un orden relativo en su vida.
Pronto les llegó “la nostalgia por la provincia”, renunciaron y partieron a Temuco, con los tres hijos de Ligeia -“los tuyos´-, el aporte de Guillermo , “-el mío”-, y “la nuestra”, el retoño, Paula.
Ravest ingresó al diario Austral, de Temuco, medio de comunicación de los latifundistas locales, “hediondamente reaccionario”, recuerda, explicando porque renunció nuevamente a un puesto laboral. Luego le ofrecen un puesto en una radio capitalina, donde volvió a renunciar, rechazando la censura política impuesta respecto de Salvador Allende, para llegar a El Siglo, ahora como Jefe de Informaciones.
Ahora, explicó pícaro, “ningún antiguo reproche, porque ahora estaba bien casado con Ligeia, aunque la realidad era que todavía vivíamos sin contrato”, es decir, sin libreta legal de matrimonio.
En ese momento es destinado a fundar, junto a otros próceres del periodismo popular, los hermanos José y Mario Gómez López, Eugenio Lira Massi, “el Paco”, por su paso por la policía de Carabineros, el matutino “Puro Chile”, “un diario popular, alegre y ánimo de ganar con Allende”, rememoró en su entrevista en México.
Aprendió y enseñó los secretos de la profesión de testigo de la historia, pero sobre todo fue protagonista de las páginas que escribía el pueblo trabajador, los movimientos sociales, las voces del canto y la poesía, del pensamiento movilizador, en fin, de la cultura, que aflora en los momentos cruciales , porque como dijo Allende en sus pensamientos magistrales del 11 de septiembre de 1973, en definitiva, la historia “la escriben los pueblos”.
Pero sobre todo, imprimió el sello del compromiso que permitió, luego, que la dictadura nunc a pudiera acallar la denuncia, que siempre supiera que el testimonio de sus crímenes iba atravesar los muros de los campos de concentración y de exterminio, la conspiración de medios de información genuflexos, de cómplices políticos, empresariales y sociales.
Ravest fue un protagonista `principal de que el mundo, en primer lugar los propios chilenos, conociera el mensaje final de Salvador Allende ese 11 de septiembre de 19873, a través de Radio Magallanes, pudiera convertirse en un llamado histórico a la esperanza y la certeza de que en definitiva triunfarían la democracia y la vida, en momentos en que todo parecía oscuro y la desesperanza podía afectar los sentimientos colectivos.
La difusión de ese mensaje del Presidente Salvador Allende, puesto en una disyuntiva dramática. una coyuntura histórica, desde La Moneda asediada, bombardeada por tropas y generales traidores y un general “rastrero”, es sin duda un aporte trascendental a la lucha por la recuperación de la democracia, un acto político inspirador- pero al mismo tiempo una acción profesional periodística, con el que se inicia una etapa también señera para el periodismo nacional.
Radio Magallanes, el equipo periodístico que allí cumplió con su deber profesional y patriótico, en primerísimo lugar, Guillermo Ravest, Leonardo Cáceres, el radiocontrolador, Felipe Amado, el gerente y poeta, Eulogio Suárez, Ramiro Sepúlveda, en la Planta y otros muchos, dieron inicio a una etapa señera del periodismo nacional, el de la lucha por la recuperación de la democracia.
Este fue el paso inaugural de una labor incansable, que se desarrolló en la prensa clandestina en el país, con miles de corresponsales, de voces amigas y una inmensa red informativa, solidaria, en emisoras y medios en el mundo entero.
Fue la voz de los que no tenían voz, que entregaba diariamente un mensaje de denuncia, de verdad, de esperanza, hacia los chilenos que vivían en un país aherrojado, silenciado por un ejército de ocupación de su propio país, con la complicidad de los medios de comunicación servidores de la dictadura y cómplices de sus crímenes, en primer lugar El Mercurio.
Ravest merece por ello, un reconocimiento honroso de la ciudadanía chilena, por esta página heroica de su vida y del periodismo democrático nacional, como expresión de memoria, de justicia histórica, porque le dio un sentido histórico a la labor de los profesionales de la información, y sirvió de ejemplo, de vida y de vocación democrática a las nuevas generaciones.
El Colegio de Periodistas, las Escuelas de Periodismo, los sectores democráticos, el Partido Comunista de Chile, tienen aquí una tarea pendiente. E insoslayable.
Pero para Guillermo Ravest no termina ahí su tarea. Siguió con su vocación libertaria, con su aporte profesional y su compromiso democrático. En marzo de 1974, sale al exilio, en la Republica Federal Alemana. En agosto de 1974 y hasta octubre de 1980, estuvo en Moscú, manteniendo ese entrañable vinculo con Chile, a través del programa Escucha Chile, de la estatal Radio Moscú Internacional y del programa Radio Magallanes, de Radio Paz y Progreso, de las organizaciones sociales de la URSS.
El 1 de noviembre de 1980 llega a México, país, cultural, pueblo con el cual establece una relación de afecto entrañable y donde partió, desde Texcoco, este martes 21 de agosto, a los 92 años , acogiendo quizás el llamado de Ligeia, su LI, que le precedió en el viaje sin retorno.
En México trabajó el diario Uno Más Uno y en la Universidad Autónoma Chapingo (UACh), cuyo rector, José Sergio Barrales Domínguez, expresó “La comunidad universitaria se une a la pena que embarga a su familia y hacemos votos para una pronta resignación a tan lamentable pérdida”.
En 1983 regreso a su Chile, donde obtuvo un trabajo gracias a la Federación Campesina El Surco y la Iglesia católica, al tiempo que participaba en la edición clandestina de El Siglo, y luego siendo parte del equipo fundador del periódico opositor a la dictadura, “Fortín Mapocho”, para el 5 de noviembre de 1995, “por decisión personal con Ligeia, recordó el Chino en una entrevista con “La Voz de Texcoco”, volvieron definitivamente a México.
Ravest, nacido en Lay Llay, en 1927, confesó a la periodista mexicana Patricia Castillejos Peral de “La Voz de Texcco”, que le hubiera “gustado ser geólogo o guardabosques o contemplador de estrellas”.
Pero fue mucho más que todo eso. Fue testigo, protagonista de la historia de su pueblo, compañero de sus trabajadores y poetas, soñador de futuros, contemplador del paisaje telúrico de su cordillera de los bosques australes y desiertos siderales y diseñador de sus esperanzas.
Por Marcel Garcés Muñoz
Periodista
Director
www.cronicadigital.cl
Santiago de Chile, 24 de agosto 2018
Crónica Digital
El titulo del editorial sobre Guillermo Ravest,contiene un error, la palabra ”dimension” , debe corregirsrse.
Saludos fraternales
Gracias por los comentarios que reflejan mucho del compromiso de vida de mi padre, con un espíritu de justicia y social, su forma ser y actuar, consecuente ante todo….. un abrazo.
Bernardo Ravest V