En un editorial el rotativo critica los denominados Sistemas de Combate del Futuro, plan a través del cual el Pentágono pretende equipar con sofisticadas tecnologías a 15 brigadas de las fuerzas terrestres, con unos tres mil soldados cada una.
Bajo el título de Un Ejército de ciencia-ficción, The New York Times cuestiona «los enormes presupuestos que estarán comprometidos en juguetes caros de poco empleo práctico en el combate».
Según anunció esta semana un oficial de alto rango del Pentágono sólo la primera fase del plan costará unos 145 mil millones de dólares.
La cifra, muy superior al estimado inicial, no incluye los otros 25 mil millones de dólares que se prevé destinar a la modernización de los sistemas de comunicaciones de las llamadas unidades de combate del futuro.
Las nuevas armas estarían conectadas a una red de computadoras y robots del Ejército, con la finalidad de hacer a las unidades más ligeras y con mayor maniobrabilidad.
El Times sugiere que en vez de invertir tales sumas a tecnologías experimentales, el Departamento de Defensa debería dedicar más recursos al blindaje de los medios de transporte, un imperativo que ha quedado demostrado durante la invasión y ocupación de Iraq.
«La guerra en Iraq se ha convertido en una campaña indefinidamente prolongada contra insurgentes que golpean y se repliegan fuera de las ciudades … y atacan con granadas, lo cual convierte en una necesidad de vida o muerte que los vehículos sean blindados», indica el rotativo.
En opinión del periódico, «el Ejército estadounidense necesita más armaduras, no menos. La movilidad mayor y las redes de comunicaciones modernas están bien, pero no a costa de dejar a los soldados norteamericanos más expuesto a los peligros letales».
Esta semana algunos de los mismos promotores que ha tenido el plan Sistemas de Combate del Futuro en el congreso cuestionaron la carestía y complejidad del programa.
«Nosotros lo que tenemos delante es un choque de trenes», dijo el representante republicano Curt Weldon, presidente del Comité de Servicios Armados de la Cámara de Representantes, en alusión a los disparados costos del proyecto bélico.
En opinión de Weldon, las que quedan por delante «serán decisiones difíciles», y una de ellas podría ser la reducción del presupuesto para los sistemas de combate.
David M. Walker, contralor general del gobierno estadounidense, consideró que el arsenal que el Departamento de Defensa aspira a tener en el futuro es inasequible, y que el parlamento necesita evaluar otras alternativas.
«Hay un abismo entre las aspiraciones del Pentágono con nuevos tipos de armas y lo que podemos darnos el lujo de permitir y mantener», estimó Walker, quien dirige la Oficina de Contabilidad Gubernamental, brazo fiscalizador del congreso.
Según el funcionario, «cada dólar que gastamos en un proyecto como este hoy es un dólar que nosotros no podremos gastar en una necesidad mañana.»
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