Es más, desde que las mujeres quedan marcadas por la menopausia, se inicia como una renuncia al placer, como si la culminación de la vida reproductiva que es realmente lo que ocurre con la menopausiaarrastrara a su vez todo deseo erótico.
Muchas mujeres desprejuiciadas han probado las delicias de una de sus etapas de mejor vida sexual después de la menopausia, en la proximidad de los 50. La liberación de quedar embarazadas ha logrado en numerosas mujeres una enorme tranquilidad para disfrutar del sexo en paz.
Por otra parte, el amor y la necesidad de caricias no disminuyen, sino que por el contrario, aumenta con la edad. Si bien el funcionamiento de los órganos genitales pierde cierta capacidad y mientras menos se usen más capacidad se pierde- esto no significa que no se disfruta con el tocamiento de las zonas erógenas. Sabemos que el cuerpo es un mapa erótico lleno de valles y montañas excitables. Todo depende de que queramos ser tocadas o deseemos tocar.
De acuerdo con www.enplenitud.com, un sitio web para mayores de 40 años, hay otra serie de excitaciones enraizadas en la infancia como por ejemplo: tocar y ser tocado, acariciar y ser acariciado, mirar y ser mirado, buscar y ser buscado, intimidad y comprensión que producen un placer que no se reduce a la satisfacción de una necesidad fisiológica primaria. Este erotismo puede estar o no presente en la actividad genital.
La genitalidad es sólo una parte de la sexualidad, que no tiene límites para su exteriorización y que estará con nosotros hasta la muerte. Podrá saciarse, aumentar, disminuir, desplazarse, minimizarse, pero nunca desaparecer absolutamente. Lo que sí puede dar lugar a conductas que pasarán inadvetidas para un observador no adiestrado.
Reconoce el sitio consultado, que el deseo no se interrumpe nunca, ya sea porque se manifiesta en busca de la descarga de tensión, en el placer con el otro, en una afirmación de sí mismo, o todos estos fines juntos. Sólo la represión interna o cultural la distorsiona ocasionando graves trastornos en los mayores, al privarse del deseo de desear y someterse a las más dañinas y prejuiciosas creencias.
LO QUE DICEN LOS ESTUDIOS
Hace algunos años, se tenía como norma la frecuencia del coito, según las edades de las personas. Hoy va siendo descalificada esta costumbre por la tendencia de la calidad y calidez de la relación, sin importar cuantas veces al mes se realiza. La erección, el coito y el orgasmo son hechos deseables pero no son los únicos necesarios para alcanzar placer.
Otros estudios recientes informan que los hombres mayores pueden sentir placer y llegar a la eyaculación sin tener erección, y no falta la parte cuantitativa que muestra que el 25 por ciento se masturba sin llegar a la erección.
Para una gran cantidad de personas pasadas de los 60, las caricias, los besos y otras formas de contacto corporal, resultan ser placenteros y son aspectos mucho más valorables en sus relaciones íntimas, afirman algunas encuestas de opinión llevadas a cabo sobre este tema.
Además, ciertos estudios reconocen que muchos hombres que peinan canas prefieren el sexo oral al coito, porque de esa manera obtienen más placer. A un número importante de mujeres añosas les ocurre algo parecido, así como les resulta mucho más disfrutable los juegos sexuales anteriores y posteriores al coito, que el propio coito.
Por otra parte, la práctica masturbatoria entre las y los mayores sin pareja se ha convertido en una creciente y aceptable forma de sexualidad, a partir de que estas personas que pasan de la medianía de la vida se informan y asesoran con personal calificado.
Aunque todavía hay mujeres que se sienten un tanto incómodas que esta variante sexual, intentan conciliar sus creencias con la de los expertos quienes hace años coinciden en que la masturbación es una actividad saludable que puede reducir los sentimientos de frustración y soledad, a su vez, que significa una manera de mitigar los deseos sexuales que no se apagan nunca, siempre y cuando seamos capaces de mantener la hoguera encendida.
Por: Alioma Revelo de revista mujeres.
Santiago de Chile, 22 de marzo 2006
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