En un voluminoso informe al juez Claudio Pavez, quien investiga el crimen del coronel del Ejército chileno Gerardo Huber en 1992, el general (r) Manuel Contreras, ex jefe la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA), revela inéditos detalles de las operaciones.
Aunque investigaciones periodísticas han entregado detalles de los vínculos del ex gobernante, sus hijos y el empresario Edgardo Bathich con actividades relacionadas con el tráfico armas y drogas, esta es la primera vez que Contreras decide acusar a su círculo más estrecho.
La Nación afirma que en un informe entregado la pasada semana a Pavez, el general (r) asegura que la fortuna de Pinochet se debe al tráfico de drogas realizado por su hijo Marco Antonio, junto al empresario de origen sirio, y el químico de la DINA Eugenio Berrios.
Establece, por otra parte, la responsabilidad que le cabría a Pinochet por el asesinato de Huber, un coronel vinculado a un embarque ilegal de armas a rebeldes croatas que luchaban por separarse de la antigua Yugoslavia y que fue descubierto en un aeropuerto de Hungría en 1991.
Entre los detectives que conocen de cerca a Contreras por haberlo investigado en diversos procesos de derechos humanos, hay un dicho que se repite: «Siempre que se trate de defender a un amigo dice la verdad, cuando tiene que asumir su responsabilidad es otro tema».
Testigos del proceso que indaga el magistrado y revelaciones del propio represor dan testimonio de la fuerte amistad que unía a éste con el asesinado coronel, quien había pertenecido a la DINA como jefe de inteligencia en los años posteriores al golpe militar de 1973.
Contreras asegura que cuando Huber se hizo cargo del Complejo Químico del Ejército ubicado en Talagante, en los años 80, Berríos (entonces químico de la DINA), junto a otro «cocinero», se encargaban de elaborar cocaína «negra», conocida también como coca rusa.
La fórmula para fabricarla era mezclar el alcaloide con sulfato ferroso y otras sales minerales para ayudar a que éste se impregnara del pigmento, de modo que se adhiriera a distintas superficies y careciera del tradicional olor que permite a los perros detectarla.
Según el diario, un ejemplo de cuán moderno era el sistema implementado por Berríos se verificó en julio del año pasado, cuando por una corazonada de la policía se descubrió en el puerto de Manzanillo (México) un cargamento con seis toneladas de esta droga.
Esta fue transportada por el buque Colibrí desde el terminal marítimo de Callao (Perú). No pudo ser detectada por los métodos tradicionales en más de cinco países en donde recaló la nave.
Contreras señala en su informe que la elaboración de cocaína en el recinto del Ejército fue autorizada por la más alta autoridad del mismo (Pinochet), donde trabajó Berríos.
En esta actividad habrían participado Marco Antonio Pinochet y Edgardo Bathich. La producción -asegura- era enviada a Estados Unidos y Europa, donde el pariente político de Bathich, el famoso traficante internacional de armas y drogas Monser Al Kassar, la distribuía.
Al Kassar enviaba posteriormente las remesas a las distintas cuentas que el clan Pinochet mantenía en Estados Unidos y Europa.
Paralelamente -escribe el ex jefe de la DINA-, Pinochet usó una segunda vía para enriquecerse: el uso de los fondos reservados del Ejército, los que eran depositados en varias cuentas y cuyos intereses iban a parar a su erario personal.
Huber desapareció en enero de 1992 después de dar testimonio ante un tribunal por el tráfico de armas a Croacia y su cuerpo fue hallado semanas después con el cráneo destrozado a orillas del río Maipo.
Berrios, por su parte, fue secuestrado y sacado clandestinamente del país hacia Uruguay por los cuerpos de inteligencia del Ejército a comienzo también de los 90 para impedir que diera testimonio sobre el asesinato del ex canciller Orlando Letelier.
Su cadáver fue encontrado con un tiro en cabeza en una playa uruguaya tiempo después.
Santiago de Chile, 10 de julio 2006
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