Según el científico este habría comenzado a finales del siglo XVIII con la invención de la máquina de vapor, el inicio de la industrialización con combustibles fósiles, y el inicio del incremento de las concentraciones de CO2 y de metano en la atmósfera. Por eso cuando se habla de cambio climático, lo que correspondería es más bien decir que se trata de un cambio global, donde los humanos hemos afectado de forma importante y muy diversa los sistemas naturales en los últimos siglos.
En ese contexto los ecosistemas marinos no han sido una excepción. Por ejemplo, la sobreexplotación pesquera sobre distintas especies impide que haya ejemplares adultos que puedan aguantar bien la variabilidad climática de un año a otro, de manera que las poblaciones actuales son más sensibles a los efectos adversos que los incrementos de temperatura tienen sobre el reclutamiento de las poblaciones. Pero hay más efectos directos de los humanos sobre el ecosistema oceánico: el incremento de nutrientes que llegan al mar (la eutrofización los cambios en la utilización del suelo y las aguas continentales que se traducen en cambios en el transporte de partículas en el océano y, por tanto, en la alteración de las líneas de costa y la regresión de los deltas; la presión urbanística sobre la costa que comporta la destrucción de la vegetación, y que repercute sobre el ecosistema marino costero; la sobre captura de los recursos pesqueros; la pérdida de hábitats y de biodiversidad, etc.
Estas alteraciones también están afectando a la red alimentaria marina. Por ejemplo, el fitoplancton, que sirve de alimento a pequeños crustáceos como el krill, crece bajo la placa de hielo. Una reducción del hielo marino implica una reducción del krill y este sirve de alimento a especies de ballenas.
Las ballenas pueden también perder sus zonas de alimentación en el Océano Austral alrededor de la Antártica debido al debilitamiento y al colapso de las placas de hielo. Paralelo a esto se han producido casos de varamientos de ballenas y delfines ligado a alzas de las temperaturas marinas.
Especies enteras de animales marinos y peces se encuentran en riesgo debido a la subida de las temperaturas, ya que no podrán sobrevivir en aguas más cálidas.
Algunas poblaciones de pingüinos, por ejemplo, han disminuido un 33 por ciento en la Antártida debido al deterioro de su hábitat. También se vincula a la subida de las temperaturas de los océanos el aumento de enfermedades entre los animales marinos.
Ante este preocupante escenario global, ejemplificado a través de los océanos, resulta imprescindible un cambio de política y la decisión explícita de no continuar con la pasividad e inactividad que hoy caracteriza a los gobiernos del mundo en estos temas, quienes se dan por satisfechos al haber firmado en 1992 la Convención Marco de Cambio Climático bajo los auspicios de Naciones Unidas y en 1997 haber aprobado el Protocolo de Kyoto, el que no ha sido ratificado por Estados Unidos, que es el productor del 22% mundial de los gases de efecto invernadero.
Por: Jordi Bereguer, El autor es periodista chileno. Coordinador de la Fundación Oceana y Colaborador permanente de Crónica Digital en temas medio ambientales.
Santiago de Chile, 20 de octubre 2006
Crónica Digital
, 0, 306, 3